Cumplido celebrado en el Auditorio Nacional para la voz de Jamiroquai
Estoy en el lugar más alto de mi vida: Jay
Jazz funkero, improvisaciones y ensambles, de uno de los grupos de hoy de primerísimo nivel
Patricia Peñaloza n Al cantante que ansía vivir en el espacio le fue insuficiente el aire del DF, de manera que, cada tanto, el líder de Jamiroquai precisó interrumpir los finos, energéticos y cósmicos sonidos que su bandón emitía para aspirar de su tanquecito de oxígeno a medio concierto de estreno en esta capital, tras hacerse el desmayado y exclamar entre risa y asombro: "šNunca me había presentado en un lugar de tanta altura!", cual cumplido altamente celebrado por un Auditorio Nacional completo y entregado en griterío y baile a la multirracial banda inglesa, a medio miércoles de Informe.
Con una escenografía dibujada que remedaba al fondo una imaginaria ciudad espacial --edificios puntiagudos resguardando esferotas en lo alto, cielo negro y estrellado de cobijo--, y un resguardo metálico real para albergar a la sección de alientos, la batería, las percusiones y el teclado segundo, la banda que debe su nombre a la fusión del jam jazz-funkero y la tribu estadunidense iroquai, ofreció un muy alucinado debut en México, a cuatro discos de distancia desde su integración, hace ocho años.
El excéntrico Jay Kay, voz suave y mente maestra de los londinenses, se llevó las miradas arrojando sus más megabrincolines pasos de baile, sus deslizamientos a lo Michael Jackson, pero en lateral, y sus volteretas en el aire, las cuales le hacían lucir uno más de sus característicos so mbrerotes, en esta ocasión un penacho de plumas blancas, muy a lo nativo norteamericano. Jamiro no se anduvo por las ramas y desde el inicio entró con los hits --Allright, Return of Space Cowboy, Cosmic Girl, Virtual Insanity-- para aventarse un agasajo continuo de funk jazzeado, rythmandblueseado, souleado. A la hora de la música, el Jefe Jay Pluma Blanca casi parecía desvenecerse, pues el desempeño musical de sus muchachos es de primerísimo nivel, y trae al actual público joven la práctica del jazz y las bandas de los setenta, de ofrecer arreglos, improvisaciones y ensambles que traspasan los parámetros y tiempos de la cancioncita pop inamovible; músicos de verdad, y no hueseros: Derrick McKenzie sosteniendo la fuerte base rítmica cual chamuco embatucado; Toby Smith, segundo compositor después de Kay, echando sabrosa armonía en la tecla; Nick Fyffe cumpliendo en el bajo (šse sigue extrañando a Stuart Zender!); Simon Katz, discreto pero clave en la guitarra. Y aunque retoman ritmos de dos décadas atrás, su música suena única y no precisamente refriteada, sino muy noventas, pues agregan secuencias y efectos cósmicos en teclados y bajo; igualmente traen a Dj D-Zire, scratcheando en vivo insospechadas sonoridades. Dijo Smith en la conferencia (a la que no acudió Kay por, dijeron, haberse enfermado del estómago): "Hemos creado un estilo único. Tocamos electro acústico cuando todo mundo hace música programada. No somos retro, sino muy de los 90, y hasta el que seamos una banda multirracial (hay tres negros) nos hace muy distintos a lo que se pensaba en los 60 y 70". En la misma, alguien preguntó si era cierto que fumaban hachís, a lo que contestaron: "ƑQué, tú traes?".
Las mayores experiencias sónicas ocurrieron en Black Capricorn Day --juegos de metales espléndidos, megasouleros-- y Supersonic-- Wallis Buchanan arremetió con el didgeridoo, instrumento aborigen australiano, cual atmósfera enigmática sobre la que navegó un caos ordenado de indescifrables emisiones, que si no estabas pacheco, te ponías. Le siguieron Planet Home, Travelling without moving (rico arreglo de flauta de Martin Shore y un efecto de delay en la voz de Jay, quien al exhalar aliento rítmicamente, creaba sensaciones inéditas). El público, de entre 17 y 35, del tipo noventero de avanzada, prendidazo de pe a pa, echó gran coro uu-uu-uuú cuando Jamiro interpretó I miss you de los Rolling Stones.
Cerraron con el disco-hit del momento, Canned Heat, donde una esfera de espejos giratoria iluminó al recinto e hizo bailar al más tullido. Para el encore se aventaron Deeper Underground, tema de Godzilla, gigaenergética. Hora y media de macizo alucine sonoro, y rico estímulo al beat cardiaco .