Guillermo Almeyra
Fascismos y protofascismos

Mussolini, como se recordará, comenzó siendo anarcosindicalista y socialista maximalista. Los SA nazis, también radicales, tomaban en serio la parte ``socialista'' del nacionalsocialismo hitleriano. Es que las clases medias se extienden desde la ínfima minoría que lucra y asciende dentro de él hasta las capas más bajas que ven con desesperación cómo se desvanecen sus sueños de ascenso social. La insatisfacción, el odio al régimen y no un proyecto, una utopía, determinan sus acciones y las llevan a la rebelión, muchas veces reaccionaria o con resultados opuestos a los que desean conseguir. Por eso la Primera Guerra, que educó a toda Europa en la violencia y mostró la putrefacción del sistema, pudo empujar a algunos hacia el fascismo (como los Futuristas italianos) y a otros hacia el socialismo (como los Futuristas rusos). Del mismo modo, en los sectores más pobres y trabajadores de las clases medias de algunos países poco industrializados, el anarquismo, con pistolas, bombas y huelgas revolucionarias, protestaba contra la injusticia y (a pesar de su falta de jerarquías y burocracias, de su asamblearismo permanente y de su rotación en los cargos dirigentes y de su democratismo formal que no acepta líneas ni líderes) expresaba la misma insatisfacción ante el capitalismo que los clasemedieros más conservadores secuaces de un Duce o Führer. Engels destacaba ese lazo diciendo que el antisemitismo es el socialismo de los imbéciles. Por otra parte, si hubo dirigentes máximos de partidos comunistas que se hicieron fascistas y fascistas destacados que después fueron dirigentes máximos de partidos stalinistas, si pudo firmarse el pacto Molotov-Ribbentropp es porque, a pesar de la gran diferencia de clase y de objetivos que existía entre los nazifascistas, grupo de choque del capital, y los comunistas, esperanzados en cambio, en terminar con el capitalismo, entre las direcciones y los ideólogos de las burocracias respectivas existían afinidades y vasos comunicantes.

Hoy la humanidad está ante un desastre mucho peor que la Primera o la Segunda guerras mundiales. Los muertos, la destrucción física y social, la amenaza incluso ecológica a la supervivencia de la especie humana, no tienen precedentes. Por lo tanto, los fascistas ya no se presentan en camisa negra. La rabia, el odio, la desesperación, la falta de proyectos y utopía, puede presentarse incluso en grupos que se dicen de izquierda y democráticos. Por un lado, la mundialización engendra regionalismos, exaspera nacionalismos reaccionarios, racismo y violencia. Además, en la violencia en la cancha de futbol, en el gregarismo de las pandillas, en la vida cotidiana, está la necesidad primitiva de afirmar una identidad que todo pone en cuestión actuando como masa y en forma negativa contra el otro. La identidad, en la civilización, en cambio se forma contra algo (no hay proyecto social sin oponerse a lo insatisfactorio o aberrante) pero, más que nada, en relación con la razón y con la historia porque ésta es la base del presente sin la cual no hay futuro imaginable. El fascismo cotidiano --violencia en el lenguaje y en la acción, fundamentalismo político y rechazo total de la posibilidad de oposición, de raciocinio, de diálogo-- se apoya en la idea aberrante de poseer la verdad y de ser elegidos. Por eso, como Sendero Luminoso o los militaristas de las FARC colombianas, todo se vale, secuestros, bombas, mentiras, agresiones a quien disiente, las vidas humanas no cuentan y la democracia les parece una payasada. Para el nuevo fascismo inconsciente no pueden existir diversas propuestas positivas para un mismo problema ni el otro, aliado circunstancial, adversario o enemigo, puede poseer siquiera un ápice de razón. Esta concepción totalitaria nacida de la inseguridad y de la marginalidad, refuerza al gran capital y al autoritarismo creciente en esta sociedad mundializada que reduce los márgenes para la democracia e impone el Pensamiento Unico. En cambio, para que se forme realmente una conciencia colectiva y para que llegue a conformarse la llamada ``sociedad civil'' permitiendo la democracia hay que desarrollar la individualidad ( no el individualismo) en el marco de movimientos colectivos plurales en los que todos sus integrantes puedan opinar, decidir, organizar para obtener la unidad superior de la integración y superación de diversidades.

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