Luis González Souza
De informes y guerras
Si nos descuidamos, el próximo informe presidencial podría ser un informe de guerra. Y no sólo referido a la guerra sin-nombre que se libra contra los indígenas, por ahora y sobre todo, contra los zapatistas en Chiapas. Ese otro informe también podría referirse a la guerra entre precandidatos, o ya entonces candidatos, lo mismo que entre cárteles del narcotráfico o entre capos del sistema financiero o, no lo descartemos, entre invasores y nacionalistas.
En el fondo sería la misma confrontación de hoy entre los promotores y los saboteadores de la democracia, sólo que elevada al nivel de guerra abierta. En la superficie sería la guerra final en pos del vacío, del enorme y creciente vacío que ya está dejando el declive del presidencialismo. Y es que si hubiese que definirlo en pocas palabras, el penúltimo de Zedillo sería el informe del vacío.
En primer lugar, un vacío crudamente desnudado por el zafarrancho (o jauría) que ocasionaron los legisladores del PRI ante la contestación oficial, pero nada oficiosa, del ``mensaje'' presidencial. Más allá de los dimes y diretes del caso, incluyendo no pocas mentadas y rementadas, lo cierto es que la figura del Presidente ya ni siquiera logra evitar esos desaguisados. A final de cuentas, la mayor falta de respeto fue contra el otrora omnipotente Señor de Los Pinos. Al mismo tiempo ese zafarrancho confirmó y agrandó no sólo el vacío presidencial. También confirmó que ya pululan los ``paracaidistas'' dispuestos a ocupar los terrenos políticamente desocupados. Con mucho más groserías que ideas, pero ahí se dejaron ver.
En segundo lugar, el quinto Informe mostró un vacío lo mismo de planteamientos programáticos que de definiciones ante los problemas más candentes del país: Chiapas, UNAM, Fobaproa, patrimonio cultural, industria eléctrica. Vaya, ni siquiera la canibalización mercantilista de la contienda electoral hacia el 2000 mereció una definición ya no digamos de estadista, sino de político a secas. Y hay algo todavía más inverosímil. Pese a la cacareada globalización, elevada a diosa de la modernidad por los propios tecnócratas, al Presidente simplemente se le olvidó el mundo. Ni una sola postura sobre política exterior apareció en su ``mensaje''.
De tal tamaño es el vacío conceptual y programático del otrora Manda-Más en México. Lógicamente el vacío estratégico es todavía más grande. En la óptica presidencial de hoy, lo más cercano a un proyecto de nación se reduce a un andamiaje econométrico para evitar otra crisis sexenal. Y si eso resulta grotesco en cualquier país y en cualquier momento, más lo es ahora que México se debate entre el renacimiento y la pulverización, entre la vivificación democrática y la(s) guerra(s) fascistoide(s).
Por lo pronto, las huestes del guerrerismo dictatorial siguen avanzado. Los nuevos cacicazgos montados sobre el declive del presidencialismo ya transitaron de un ``sindicato de gobernadores'' (Madrazo en Tabasco, Bartlett en Puebla...) a la conquista de precandidaturas presidenciales. Ahora, equivalente al paramilitarismo en Chiapas, el porrismo se extiende desde la UNAM hasta el Palacio Legislativo, y ya no sólo para montarse sobre el vacío presidencial. También para arremeter contra el derecho a la discrepancia, en este caso de quien contestó el quinto Informe, y que a nuestro juicio es el asunto de fondo en el consiguiente zafarrancho.
De esa forma y por si la militarización del país no fuese suficiente, cobra más velocidad la guerra contra las libertades más primarias. Sobre todo, en este caso, contra las libertades de pensamiento y de expresión... ¡de los mismísimos legisladores! Así, la guerra contra la dignidad y las libertades básicas se acelera ya no sólo en Chiapas ni en la UNAM. Y al mismo tiempo se acelera la guerra contra la esperanza, ahí donde el mensaje presidencial nos dice que evitar otra crisis sexenal constituye la mayor meta a que, hoy por hoy, podemos aspirar los mexicanos. (Y ni siquiera esa meta está asegurada).
El fin del presidencialismo no sólo era previsible sino necesario para el avance de nuestra democracia. Pero los vacíos que deja, no son cubiertos automáticamente por las fuerzas democráticas. Como lo vemos, ahora hasta en el Congreso, tales vacíos pueden ser ocupados por un ``paracaidismo'' ya no sólo autoritario sino fascistoide. Urge evitar que el próximo Informe presidencial sólo sea un inventario de muerte y desolación, es decir, un sepelio nacional.