CHILE Y LOS DOGMAS ECONOMICOS
Después de la fuerte devaluación del real brasileño sigue ahora la depreciación del peso chileno. La magnitud de la segunda es sin duda pequeña (alrededor del 0.5 por ciento) pero lo significativo es el hecho mismo porque se produce en el momento en que algunos economistas estadunidenses y el gobierno argentino proponen la dolarización general de las economías latinoamericanas para anclarlas al sistema monetario de Estados Unidos y dejar en manos de las autoridades de la Reserva Federal la estabilidad de sus monedas, convertidas en simples símbolos.
Hasta anoche, el peso chileno "flotaba" en una banda con un mínimo y un máximo fijado por el Banco Central, el cual intervenía comprando o vendiendo dólares o pesos para reforzarlo o debilitarlo, según fuese el caso. Ahora esta intervención estatal será suprimida para tratar de estimular así a los exportadores chilenos de vinos, frutas, maderas y productos hortícolas y, en general, la economía nacional, que desde hace casi un año vive una fase recesiva. Sin duda un peso más débil encarecerá al mismo tiempo todos los insumos y las importaciones, alentará la inflación y reducirá el nivel de vida cuando el país aún no ha podido recuperar ni el poder adquisitivo ni la proporción de pobres (28%, considerada entonces escandalosa) que tenía hace 23 años antes del golpe de Pinochet. Por consiguiente, la lucha contra el desempleo y contra la pobreza enfrentará nuevos obstáculos. Pero la alternativa era mantener sobrevaluado el peso, ver pasivamente cómo se frenaban las exportaciones, facilitar la inundación del mercado chileno por toda clase de importaciones, deteriorar aún más la balanza de pagos, requerir continuas inversiones extranjeras para colmar ese déficit, precisamente cuando las mismas desconfían de los países mal llamados emergentes.
De este modo, con una devaluación que se arrastra o desliza lentamente, Chile ha violado una vez más los dogmas neoliberales. Lo hizo primero cuando, al cabo de tres años desastrosos después del golpe contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, el mismo Pinochet tuvo que echar por la borda a los "Chicago boys" y a la doctrina de Milton Friedman y salvar su economía, a la japonesa, con una intervención fuerte del Estado en respaldo de los productores agrícolas medios (frutícolas y agroforestales, en particular) y con planes de creación de empleo asistenciales y neokeynesianos. Santiago lo vuelve a hacer ahora, cuando contraviene otros de los preceptos centrales del neoliberalismo y del Banco Mundial o sea, la prioridad de la lucha contra la inflación, la necesidad de imponer cambios fijos a las monedas para dar seguridad al capital financiero y a los inversionistas extranjeros. Chile, que fue presentado durante años como ejemplo clásico a los economistas latinoamericanos (ignorando sin embargo "detalles" como los efectos de la dictadura pinochetista y la cuestión social), ahora, para salvar su economía, se deshace del pensamiento económico fundamentalista.
Toda vez que la reducción de los costos relativos de las exportaciones puede ser compensada por la tendencia a la caída en el mercado mundial de los precios de los productos agrícolas y mineros exportados, al mismo tiempo que la inflación debilita al cuerpo social, es probable que Chile, como otros países, pronto se vea obligado, por razones a la vez económicas, sociales y políticas, a violar el más santo de todos los dogmas económicos actuales: la subordinación de todas las políticas y en particular de las agrícolas, al pago de la usuraria deuda externa.