Astillero Ť Julio Hernández López
No hay voluntad política de compostura, sino un adolescente desahogo de enojos: los partidos de oposición se alejan del gobierno, y le aíslan, y revientan la sesión de diputados en la que el PRI pretendía vengarse de Carlos Medina Plascencia, y se rehúsan a recibir en el Senado y en San Lázaro a los secretarios que glosarían el quinto Informe, y se crispa todo, pero, en lugar de responder con altura de miras, con espíritu republicano, con sentido de sobrevivencia política, la reacción desde el poder es la lamentable frivolidad que, con Arturo Núñez como boca de ganso, se ha solazado con etiquetar al guanajuatense respondón como ``mariquita sin calzones''.
El escarnio como política de Estado se regodea con aplicarle a quien en el salinismo fue beneficiario de una concertacesión, y que ahora es crítico profundo del zedillismo, la calificación de esa mariquita que se quitaba (en Guanajuato) y se ponía (en San Lázaro) los calzones.
Pero, más allá de la íntima satisfacción que debe producirle la vacilada a quien se le ocurrió (y ordenó su difusión), lo cierto es que el país ha entrado en una circunstancia de descomposición preocupante: el priísmo más autoritario y regresivo se siente envalentonado, y cree que es momento de cobrar afrentas a la oposición, al mismo tiempo que el presidencialismo zedillista parece haber agotado su última reserva de poder y haber entrado ya, de manera adelantada, a los momentos de soledad que normalmente se producen justamente un año después, en el sexto informe.
Y, por si todo lo anterior fuera poco, dos segmentos importantes de la vida institucional del país están siendo seriamente afectados: el Legislativo que, como se ha dicho líneas arriba, ha sido entrampado por las rencillas y los deseos de venganza que ahora rigen las agendas de trabajo; y el del propio Poder Ejecutivo (no específicamente en cuanto al presidente, que se ha mantenido prudentemente silencioso) sino entre algunos secretarios de Estado que, sin entender que su investidura es republicana y no partidista, que se deben a la nación y no a un partido, que su lealtad debe ser con las instituciones, y no con los apellidos, se han dedicado a competir con los jilgueros priístas en cuanto a la defensa apasionada de su jefe administrativo, el presidente, y la censura acre del diputado Medina Plascencia.
La prematura soledad
Con todos los defectos que ha tenido, y la terrible ausencia de buenos resultados que ha mostrado, la Presidencia zedillista pareciese en estos momentos necesitar de ayuda para salvarse a sí misma. Ajena a los buenos oficios políticos, proclive al enfrentamiento y el envalentonamiento, la máxima institución del país corre el riesgo de aislarse, de perder eficacia política, y de quedar convertida en una instancia peligrosamente ensimismada justamente cuando el país requiere de más cuidados, que es el tramo que va de ahora a la elección constitucional del 2000.
Una Presidencia menguada en sus capacidades de interlocución política, mermada en sus posibilidades de lograr consensos, podría convertirse en una pieza dañina para el proceso de transición democrática. Entre otras cosas, sería presa más fácilmente de adversarios con más oficio y con gran malignidad, como es el salinismo y su nueva vertiente que es el madracismo.
En este entorno es conveniente poner bajo la lupa la súbita conversión del panismo concertacesionador (su más reciente expresión fue el asunto del Fobaproa) en panismo contestatario. Desde luego, en ese posicionamiento hay un abierto interés electoral, que trata de convertir al blanquiazul en el partido más crítico, más agresivo, más endurecido, cinco años después de haber tenido una relación de cercanía y complicidad con ese mismo gobierno ahora censurado.
La táctica salinista
También es importante recordar los tintes salinistas que continúan adornando las vestiduras de varios de los personajes involucrados, como el propio Medina Plascencia (beneficiado como el que más con las decisiones del gobierno anterior: ni más ni menos que una gubernatura), y Diego Fernández de Cevallos (a quien algunas versiones periodísticas atribuyen buena parte de la autoría del texto leído por Medina Plascencia).
La contundencia opositora, la dureza verbal, el rompimiento buscado, ¿a quién beneficia políticamente, si no al salinismo que trabaja desde meses atrás de manera febril en el debilitamiento de Zedillo y en la preparación de su retorno al poder?
Pero todas esas especulaciones en nada atenúan los errores básicos que hoy se están cometiendo en la conducción del país: frente a las provocaciones, si tales fueran, no se responde con la parodia de la mariquita sin calzones; frente a la descomposición de los trabajos legislativos, no se contesta cerrando puentes.
Por lo pronto, allí están los esdrújulos secretarios, Diódoro y Romárico, contestando a los opositores al Presidente como si fuesen líderes de un seccional priísta y no servidores públicos; allí está Rosario Green sufriendo porque los legisladores no se reúnen en número suficiente para sesionarÉ
Y el presidente Zedillo anuncia, según información oficial del gobierno de Guanajuato, que no irá esta vez a dar El Grito a Dolores Hidalgo, como era costumbre de los anteriores presidentes. El Presidente de México ha dejado de visitar la entidad foxista desde hace mucho tiempo, y ahora incumple con una tradición cívica.
Pero, bueno, mientras tanto hay que reírse un rato con la ocurrencia de mariquita sin calzones. Ya antes otro tabasqueño, Roberto Madrazo, había usado el parche de la tuerta Catalina Creel, estrella de la telenovela Cuna de Lobos, para ir a amenazar a Santiago Creel. Ahora, otro político tropical recurre (con la esperanza de que el sometimiento le ayude a ser postulado candidato a gobernador) a temas de farándula para combatir políticamente.
Las cosas, hasta eso, podrían ser tomadas por el lado de la comedia, si no fuese que tras ellas está, también, el riesgo de la tragedia.
Astillas: Irma Serrano, La Tigresa, demostró nuevamente que es el único antídoto efectivo contra Porfirio Muñoz Ledo. Apenas trataba el futuro ex perredista de dialogar con líderes panistas y priístas para tratar de darle salida al momento ríspido del Informe presidencial, cuando la musa del 68 se arrancó con gritos de ``traidor'' contra Muñoz Ledo, quien prefirió retornar a su asientoÉ Por cierto, los priístas, al corear el nombre de Porfirio, sugiriendo que él contestase el Informe, y no Medina Plascencia, hicieron actos de acertado futurismo: ciertamente, Muñoz Ledo está ahora, y estará próximamente más, en los linderos políticos del servicio a los intereses del sistema. El regreso del hijo pródigo está cercano. No directa y abiertamente a la casa matriz que es el priísmo, pero sí a algunas de sus sucursales o franquiciasÉ Sigue tendido, a todo galope, el charro negro de esta columna, el filósofo visionario conocido en esta dimensión terrena como Humberto Roque Villanueva: ha revelado ahora que el PRI tiene ``garantizada'' la derrota electoral si sigue como está, entre pleitos de los precandidatos e iniquidad de la competencia interna. Lo peor, dice la bola de cristal que se activa con una roqueseñal, es que, con esa derrota del PRI, se abrirá una etapa del país de ``no pocos años de ingobernabilidad''.
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