n En medio del griterío y el desastre, un mensaje que sonó a fin de sexenio


Qué noche de San Lázaro; el fin de un ritual

n Responde Medina y se desata la guerra: šFuera, fuera! šHijo de Salinas! šMuera la intolerancia!

Arturo Cano n Es, dicen en los pasillos de la escandalosa noche de San Lázaro, un final perfecto. Una salida atropellada del presidente Ernesto Zedillo -rodeado de funcionarios y legisladores que quieren protegerlo de quién sabe qué-, un desastre que las televisoras harán mayor previa condena del culpable, una feria de gritos que hace palidecer a la asamblea más aguerrida del CGH universitario, el broche de oro de un ritual decadente: "Tolerancia", machaca el Presidente en su (pen)último Informe. Y acto seguido los miembros de su partido callan a gritos la respuesta opositora. Nadie escucha. El Presidente se va de San Lázaro después de un mensaje que suena a fin de sexenio. Y en medio del griterío de aquellos con quienes tendría sana distancia.

La banda tricolor al pecho, allá arriba, el Presidente sonríe, mientras los hilos sueltos se enredan en la maraña del escándalo, un sainete que encaja bien con los pendientes, las ausencias en el texto presidencial, la desdeñable política cuando se trata del paraíso de la estabilización macroeconómica que algún día hará justicia a los mexicanos.

"De nada sirve escuchar una vez más que 'vamos bien', si la pobreza sigue aumentando peligrosamente en el país", suelta el panista Carlos Medina Plascencia y se desata la guerra.

"šHijo de Salinas!", gritan los más conspicuos miembros del bronx priísta. Ni falta que hace. A esas alturas del escándalo, la oratoria sacerdotal de Carlos Medina se ha esfumado -es "hombre de fe" pero de hígado frágil- para dar paso a un discurso apocado que finaliza a tropezones, cuando ya nadie parece recordar las palabras presidenciales: "Este gobierno escucha, respeta y considera a la crítica".

Qué noche de San Lázaro. "šFuera, fuera, fuera, fuera!", gritan los legisladores del PRI. Viva el bronx. Viva la intolerancia. Hace ya mucho que el Presidente de la República se amputó el dedo todopoderoso, de modo que esta noche no puede llevarlo a sus labios para pedir silencio o calma a los legisladores de su partido -y muchos invitados- que han oído los primeros párrafos del discurso aparentemente radical de Medina como una ofensa a la institución presidencial y a todas y cada una de sus trayectorias.

 

Y por lo bajo, reía

 

El escándalo en su apogeo. El presidente Zedillo se lleva las manos a la cara, se encorva y muchos juran que incluso ríe por lo bajo. Los legisladores priístas se convierten, casi todos, en el bronx de San Lázaro (esa zona gris de diputados que desquitan su dieta a gritos e imprecaciones). Los micrófonos de la tribuna son como una colina en espera del asalto legislativo. El inefable líder ferrocarrilero Víctor Flores se arremanga la camisa y busca contrincante. La madracista Irma Serrano aprovecha el desorden para insultar a Porfirio Muñoz Ledo. El senador Eduardo Andrade vocifera. Félix Salgado y otros perredistas se suman a los gritos, aunque saben ya que los priístas les ganaron la nota -que ellos creían suya por la vía de interpelaciones y carteles.

Desde esta misma noche -como seguramente se repetirá hoy y en los días que siguen en muchos frentes informativos-, las televisoras se hermanan en una condena a la "vergüenza" que para la nación significa el sainete del quinto informe y eligen culpable: el diputado Medina, un "provocador" que "habló a título personal" y no del Congreso. Las televisoras tienen culpables. ƑImportan el debate legislativo, el análisis de los datos del Informe, los problemas del país?

"ƑAlguien puede afirmar, con apego a la verdad, que 'ya pasamos lo peor' mientras las comunidades indígenas del país siguen acumulando miseria y desesperanza?", pregunta el diputado Medina cuando ya nadie escucha.

Y entonces se alza el grito ensayado en la parte más ruda del bronx priísta: "šPorfirio, Porfirio!" Y caen en cuenta los observadores que los priístas añoran el discurso de hace dos años, cuando el ahora precandidato presidencial parmista respondió el informe de Zedillo, sea porque lo consideran un digno rival, sea porque prefieren una oratoria más familiar.

El caso es que cuando Medina habla de los gastos de campaña de 1994 y de la negativa del gobierno a proporcionar información sobre las operaciones de Carlos Cabal, los priístas no resisten la tentación de declararlo, a gritos, "hijo de Salinas". Reculan pronto, porque de las bancadas opositoras surge un complemento: "šHijo de Salinas...!", lanza el bronx priísta. "šZedillo!", completan los opositores.

Termina Carlos Medina en medio de aplausos de las oposiciones y la rechifla general de los priístas, convencidos quizá de que "la democracia no puede tomarse como pretexto para dividir a los mexicanos", como lo dice Sami David a nombre de los legisladores del PRI.

El Presidente camina por el pasillo central hacia la salida, cuando todavía no se apaga la calentura legislativa: "šMuera la intolerancia!", sale el grito de la bancada perredista, en tanto los panistas hacen fila para desagraviar a su coordinador parlamentario.

Claro, la noche de San Lázaro "habría sido mucho peor y habría durado más tiempo" -como dijo el Presidente respecto de la crisis económica de 1995- si entre las oposiciones no hubiera dominado cierta paciencia. ƑO qué si Medina hubiera esperado que los priístas le bajaran a los gritos? ƑCuánto tiempo hubieran tenido los legisladores de su partido al presidente Zedillo allá arriba, a la espera de que finalizara el sainete?

Quizá el suficiente para rematar este ritual que apenas ayer era el momento cumbre del poder presidencial, el informe de la víspera del destape, el instante supremo del dedazo.

ƑEsto significa que los buscadores de señales -que los hay todavía en abundancia- se fueron en blanco? Claro que no.

Significa solamente que las señales tienen otras vías. Ya no el gesto hacia tal o cual miembro del gabinete, ya no el guiño o las líneas de más para el área de la que saldría el ungido.

Pero largos tramos del mensaje presidencial parecen tomados de los discursos del precandidato no oficial Francisco Labastida Ochoa: "Lo justo es que la política económica sirva a la gente, y no que la gente sirva a la política a costa de su economía", por ejemplo.

Porque esta noche de San Lázaro, así ya nadie lo recuerde, también hay informe y el Presidente hace el cierre de su sexenio dando a entender que sí escucha la crítica, porque no arranca con los indicadores económicos sino con el gasto social y la educación y la salud.

Una buena parte de las 37 páginas de su mensaje las dedica a los temas que importan "a la gente". Datos alentadores, cierto, en educación, salud, alimentación y federalismo, casi todos presentados con un esquema así: "más maestros que nunca antes están recibiendo más apoyos que nunca antes", etcétera.

Sin embargo, lo dominante son los llamados, uno tras otro, para seguir con los sacrificios y los esfuerzos. Y los reconocimientos de las fallas y los retrasos.

Dos botones de muestra. "El Progresa comenzó a aplicarse hace apenas dos años", dice el Presidente, y a pesar de que lo describe como el programa que está permitiendo ir a las raíces de la pobreza, nada dice sobre las razones por las cuales, siendo tan bueno, hubo un retraso de tres años en su puesta en marcha.

Otros reconocimientos son explícitos: "Sé bien que en seguridad pública estamos lejos de donde hemos ofrecido estar y mucho más lejos de donde quisiéramos estar".

ƑChiapas? Tercer informe al hilo que no merece una mención directa. ƑLa UNAM? ƑEl caso Colosio? Apenas referencias que se deslizan en conceptos más generales.

ƑLa división de poderes? El Presidente olvida los regaños que le ha hecho al Congreso, habla de respeto y se despacha con datos sobre el trabajo de los legisladores, como si a él correspondiera el informe de actividades de otro poder.

Los legisladores de oposición toman nota previa exclamación de burla, mientras, afuera del recinto, el aspirante presidencial Vicente Fox atrae nubes de reporteros cuando decide irse a medio mensaje presidencial porque tiene asuntos más importantes que atender.

Quinto Informe. Se cierra el ciclo: "šSigamos trabajando por la grandeza de México!", remata su mensaje el Presidente.

Al candidato del PRI le tocará decir mejores cosas o lanzar convocatorias más esperanzadoras, como aquella de la toma de posesión de Zedillo en 1994, cuando invitó a los mexicanos "a soñar muy alto".

Aquello fue un gran principio apoyado en 17 millones de votos de una "elección inequitativa". Y esta noche de San Lázaro le ha llegado, dicen, su perfecto final.