García-Solís: la nota roja en México
1. Antes, cuando el periodismo no centraba su atención en hechos macroeconómicos sino en la vida y muerte cotidianas, se dio, a lo largo de varias décadas, una cosecha de prosistas dedicados a trabajar sobre el lado oscuro de los mexicanos. Fue la época de José Pérez Moreno, Eduardo el Güero Téllez y José Revueltas, y un poco más hacia el presente, de Alberto Ramírez de Aguilar, Manuel Buendía y Manuel Altamira. Era otro país, otra concepción de noticia, cuando un cadáver, aunque usted no lo crea, bastaba para abrir una investigación en serio. A la tarea de rescatar esa forma de entendernos se han dedicado Clara Guadalupe García y Silvia Solís Hernández, quienes dan a conocer La nota roja en México (1934-1985), antología que acaba de entrar en circulación bajo el sello del Centro de Estudios Históricos del Porfiriato.
2. De Ramírez de Aguilar, por ejemplo, se rescatan diversas notas. Entre ellas las dedicadas a Higinio Sobera de la Flor, pintoresco, letal y más loco que una cabra. En cierto momento de su vida, en 1950, el joven que luego sería conocido en el plano nacional como El Pelón Sobera, sale de una fiesta y aborda su convertible. Lo acompañan amigos y amigas de ocasión. Se da el siguiente diálogo que inicia Sobera en el auto, a toda velocidad:
''-Tú eras piloto, Ƒverdad? ƑY no te da miedo volar?
El piloto respondió:
-Al contrario, en el aire es cuando mejor me siento.
-Ah, Ƒsí? Pues entonces vamos a volar todos. -Y en una curva pronunciada enfiló hacia el vacío".
Claro, Sobera de la Flor luego pasó a ser homicida, pero la puntada de su auto volador es un garbanzo de a libra.
3. De Revueltas, acerquémonos a este fragmento publicado en El Popular, en 1942: ''Ricarda López es una mujer de pequeña estatura, ojos oblicuos, apagados, manos delgadas. Mira con profunda tristeza pero a la vez se mantiene entera, lógica, usando de la inteligencia natural que posee para producir respuestas claras, firmes y bien construidas. Mató a sus dos pequeñas hijas por desesperación, por miseria, por abatimiento, pero también por algo más, que aún no puede desentrañarse y que continúa permaneciendo en las sombras del alma oscura de Ricarda López".
4. Por paradójico que parezca, en México antes los autos voladores no aterrizaban ni en el barandal de una estación del Metro, ni en un vestigio histórico patrimonio de la humanidad. Cuando la nostalgia llega a nuestros mejores criminales, es que en el mundo algo anda de cabeza.
n César Güemes n