n Miembros de varias iglesias difunden manifiesto
Encuentro interreligioso "por la reconciliación y la paz", en Acteal
n Los asistentes, en especial los obispos Ruiz y Vera, pidieron "respetar y reconocer la dignidad y valores de los indígenas"
Elio Henríquez, corresponsal, Acteal, Chis., 30 de agosto n Durante un encuentro realizado hoy aquí, el Consejo Interreligioso de México pidió "renunciar a la violencia como medio institucionalizado para resolver conflictos".
En especial, los asistentes a la reunión --entre ellos los obispos Samuel Ruiz García y Raúl Vera López, y el sacerdote Jesús Arriaga, representante del cardenal Norberto Rivera Carrera-- exhortaron a personas e instituciones "que han acentuado los conflictos" a respetar y reconocer la dignidad y valores de las comunidades indígenas.
El encuentro, enmarcado por las celebraciones por los 460 años de la fundación de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y los 40 años de episcopado de Ruiz García, formó parte de una jornada de reflexión, oración y celebración interreligiosa por la reconciliación, la justicia y la paz en Chiapas y en México.
Antes de dar a conocer un manifiesto, los participantes --entre ellos decenas de tzotziles y tzeltales-- oraron largo rato y rogaron por la paz dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales y luego hacia el centro. La primera plegaria fue en tzotzil, y la hizo una anciana que al rezar lloró e hizo llorar a la mayoría de los presentes.
"Desde Acteal tenemos una misma esperanza y buscamos una misma paz", mencionó una de las personas que tomó la palabra. "Hemos venido a reunirnos aquí para decir que todos podemos ser hermanos". Al iniciar el acto ecuménico, un catequista dijo: "Ya no importa la raza, ni la religión, ni los partidos políticos, porque somos un solo cuerpo".
Los participantes en el encuentro, "conscientes del reto que significa la construcción de un camino que lleve a la reconciliación y a la paz en México", afirmaron que la diversidad religiosa y cultural que está por la vida y el desarrollo humano es una riqueza, y debe ser estímulo para trabajar juntos activamente contra cualquier forma de injusticia.
Subrayaron que es inaceptable que se fracture la comunidad con el pretexto de la diversidad religiosa y que se le prive de los beneficios del trabajo comunitario que es, agregaron, un valor de nuestros pueblos.
En el manifiesto --leído primero por el representante del cardenal Rivera Carrera-- los miembros del Consejo Interreligioso se comprometieron a "referirnos con sumo respeto a las creencias y expresiones de fe de otras personas o instituciones, de manera oral o escrita", así como a "trabajar por los derechos humanos, especialmente de los más pobres de nuestro país, y a renunciar a la violencia como medio institucionalizado para resolver conflictos". Convocaron a la sociedad a "unirnos desde la diversidad a fin de fortalecer los proyectos que propicien el desarrollo de las comunidades para que haya justicia y paz en México", y a no permitir la agresión y el odio en nombre de la religión. La declaración fue leída en español, inglés, tzotzil y tzeltal.
En su breve mensaje, el obispo Samuel Ruiz reiteró que en esta localidad "el sufrimiento se transformó en esperanza, y aquí la muerte ya tiene reverberos y anticipos de resurrección; aquí la comunidad entendió su dolor no como un castigo y como un mero accidente histórico, sino como participación en el sufrimiento" de Cristo, que tiene "para los cristianos y los seguidores de él mensajes de resurrección y esperanza". Luego dio gracias a Dios porque "aquí donde abundó el delito sobreabundó un mensaje de libertad y de paz, porque habiendo estado por mucho tiempo estos lugares aislados, abandonados, se convierten de pronto en lugares luminosos que atraen como un llamamiento fuerte la presencia de todos los hermanos de todas razas, lenguas y religiones para unirnos en un camino de paz". Todos los caminos religiosos, recalcó, deben conducirnos a construir la fraternidad y la paz.
Al acto asistieron representantes de las iglesias católica y nacional presbiteriana, de la comunidad judía en México y budistas, así como de la estadunidense Iglesia Unida de Cristo, a cuyos integrantes les tomaron todos sus datos personales en el retén militar y migratorio ubicado a la entrada de la cabecera municipal de Chenalhó.