Luis Hernández Navarro
Fox cambia a Pepsi

Podría ser un símbolo de nuestra caída en la modernidad teleciana; una nueva señal de que el futuro nos ha alcanzado. Si el abogado de la Pepsi-Cola, Richard Nixon, fue presidente de Estados Unidos, ¿por qué no el directivo de la Coca-Cola, Vicente Fox, lo será de México?

Impulsor y beneficiario de la sustitución de la política por la mercadotecnia y de la propaganda por la publicidad, el candidato presidencial del PAN que forjó su candidatura al margen de su partido ha hecho de su pasado empresarial uno de los sellos distintivos de su oferta electoral. Ha apelado al mito de la cultura del esfuerzo y la superación personal: de humilde supervisor de ruta llegó a presidente de la Coca-Cola. Y ha hecho de la política una mercancía más y ha tratado a los votantes como consumidores potenciales. Sin ambages reconoce: ``ahora me tengo que vender a mí mismo...''

Si algo lo distingue es la combinación de la firmeza de su imagen como personaje público con la ambigüedad de su propuesta política.

El guanajuatense se ha forjado una apariencia de hombre rústico y sencillo. Viste camisa azul con tejano abrochado por un cinturón con hebilla de plata en la que se lee: FOX. Calza botas vaqueras. Su discurso, en cambio, es explícitamente camaleónico. Justificado bajo el argumento del fin de las ideologías y del triunfo del pragmatismo, en realidad es el recurso que le permite evadir la toma de posición ante asuntos que le pueden restar popularidad entre los electores o apoyo de sectores empresariales. Una cosa es lo que dice en Estados Unidos para los grandes inversionistas y otra la que afirma en territorio nacional para la ciudadanía.

Emblemático de su gatopardismo programático son los casos de Pemex y Chiapas. Originalmente propuso que la paraestatal se vendiera a la iniciativa privada, lo que provocó fuertes críticas. Después llamó a emprender la ``segunda nacionalización del petróleo'', que consiste en quitárselo ``al gobierno federal y al presidente en turno'' e invertir esos ingresos en educación, sin precisar quién sería el dueño de lo que hoy es Pemex. Más adelante, con el fin de minimizar el asunto, señaló que para que la economía crezca a una tasa mínima promedio anual de 7 por ciento --como ofreció que sucedería de resultar electo-- no se requiere ninguna reforma en esta área. En el proyecto de gobierno que presentó el 16 de agosto optó por no hacer una sola alusión al tema.

Sobre el conflicto en Chiapas, su posición ha sido incolora, inodora e insípida. En un artículo publicado el 13 de febrero de 1998 escribió: ``Guanajuato se solidariza con Chiapas y se pone a sus órdenes...'' ¿Qué quiere decir eso? Todo y nada. Ha ofrecido solucionar la guerra en 15 minutos si se entrevista con Marcos, quien realmente está preocupado por el bienestar de los indígenas; pero Fox no ha dicho una sola palabra sobre la militarización ni el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés ni la violación a los derechos humanos ni sobre los paramilitares.

Más allá del camuflaje con el que cubre su propuesta de gobierno, esporádicamente muestra su verdadera naturaleza. Enemigo de la educación laica señala, por ejemplo, que el relajamiento de la vida pública y de la vida social es producto de la ausencia de valores en la educación pública, como si muchos de los funcionarios y empresarios, responsables de la degradación política que vive el país, no hubieran estudiado en instituciones privadas. Según Fox, ``so pretexto del artículo tercero constitucional --aquellos apologistas de la educación laica y gratuita-- se van hasta la cocina y se pretende desvalorizar todo el sistema educativo''.

Con frecuencia el panista apela a la participación de la sociedad civil. Empero, su visión de ésta se reduce básicamente a los organismos empresariales. Con desprecio y verticalismo, en su propuesta de gobierno ``invita'' a ONG y organismos intermedios ``a sumarse al cambio'', como si estas asociaciones no llevaran muchos años luchando por la democracia.

Vicente Fox sostiene que la alianza nacional opositora debe ser un mero frente electoral al margen de compromisos de gobierno, y que, por supuesto, él debe encabezar. No quiere las manos amarradas. Dirá y ofrecerá cualquier cosa con tal de llegar a la Presidencia. Después cambiará a Pepsi aunque haya trabajado para la Coca. Como buen comerciante, sabe que en esto del gobierno, salida la mercancía no se aceptan devoluciones.