Retener a las hadas

n Angeles Mastretta n

Parece que desde hace muchos años las hadas han estado abandonándonos, y sin embargo no se acaban de ir. Lo mismo sucede con la palabra escrita. Hace ya un tiempo largo que los profetas auguran su desaparición, y aquí estamos, hablando de su estirpe y su lujo como de algo imprescindible. Cada mañana, durante miles de años, como quien sale de un sueño para entrar en otro, los seres humanos despertamos a un universo milagroso cuya razón de ser no comprendemos.

Inermes y ávidos, al principio nos pusimos a nombrarlo con el afán de imaginar que al decir fuego, peces, viento, eternidad, cordura, conseguíamos por un instante comprender lo que son. Sin embargo, no nos bastó nombrar el mundo para dar con el sueño de entenderlo. Fue necesario poner nuestras palabras por escrito y leerlas mil veces, hasta asir constantes el mundo iluminado en que vivimos.

Gracias a la palabra escrita los seres humanos nos hemos permitido atisbar desde dentro los sueños y fantasías de otros seres humanos. Leer, como jugar o enamorarse, es un desafío siempre, y una promesa cada vez. Lo mismo que escribir. Acercarse a los libros para jugar en ellos, con lo que de seriedad y riesgo tiene el juego, no es cómodo, ni protegido ni fácil, pero siempre es emocionante y siempre nos mejora la vida.

Por eso, encuentro que escribir, como leer, se parecen a enamorarse. Lo mismo que para enamorarse, para escribir o descifrar un libro, hay que vencer un miedo y aceptar una promesa.

No conozco un miedo más implacable que el que nos cruza por el cuerpo cuando el remolino de los deseos nos coloca frente a la promesa que otro nos hace con sólo existir frente a nuestros ojos. Algo parecido a ese reto nos trastoca cuando damos con el misterio y el gozo del acto de escribir o descifrar un libro. Quizá por eso nos aflige que nuestros hijos, nuestra sociedad, nuestro mundo, no siempre se sienta tan cerca de la emoción y el deseo de leer.

Enseñar a los estudiantes y a sus padres que leer puede darles júbilo y no sólo tareas, es una manera de retener a las hadas de la imaginación y la memoria, pidiéndoles que nos acompañen y nos ayuden a ser mejores.

Obligación sagrada

n Alejandro Rossi n

 

La biblioteca es uno de los espacios mágicos que inventó el hombre. Cuando entro en una de ellas me invade una sensación de tiempo histórico prolongado y me sobreviene a la vez una suerte de creciente energía. Es la extraña situación de estar en un silencio que las hace más vivas, rodeado de personajes y de voces dispuestas todas a hablar conmigo; y de tener además el poder supremo de poder conversar con quien yo elija. ƑNo es asombroso? En el momento en que comienzo a leer se produce ese milagro. La lectura, ese acto al parecer tan simple, es la causa de tantas maravillas.

Enseñar a leer es una obligación sagrada. No hacerlo es como cegar a un hombre. Aunque la lectura no se reduce al libro, éste ha sido el objeto privilegiado. No es casual, sus ventajas son inumerables. No se destruye fácilmente, con un mínimo de cuidado dura siglos, no impone un tamaño fijo, los hay enormes y pesados y también los que caben en un bolsillo. El libro acepta que lo leamos en la paz de una sala de lectura profesional o en un parque, o en la cama, o en el estrecho asiento de un avión. No exige un espacio específico. Si hay ganas, cualquier sitio es bueno.

Otro asunto notable, creo, es que si lo pierdo desaparece ese objeto, aunque no el libro. Voy a la librería de la esquina, es un decir, o a la biblioteca de enfrente, es otro decir, y vuelvo a encontrarlo. ƑCómo, pues, no hacer el elogio del libro, invención inigualable? Una fantasía que parece, justamente, salida de un libro.

En ocasiones hay suerte, y por azar damos con el libro que cambia un destino. Sospecho sin embargo que para que eso ocurra ya debe haber habido lecturas previas, y es probable que en el comienzo encontremos, llamémosle así, un consejero. En nuestro mundo de aquí y de ahora esa figura la representa en grado principal el maestro, el de carne y hueso, el que está frente a los niños que se estrenan en el arte de la lectura. El maestro es esencial, hay que ayudarlo.

Sólo quiero recalcar una forma de hacerlo: aconsejarle la selección adecuada de lecturas. El asunto es delicado, pues la elección de un mal libro puede adormecer definitivamente el alma de un niño.

 

Cierta magia didáctica

n Eduardo Lizalde n

 

El fomento de la lectura en la familia o en la escuela sólo es realmente posible si logramos con un libro, con dos páginas a veces, con la presentación en voz alta de un poema, conmover el ánimo, provocar la curiosidad del lector primerizo. No es con sangre, sino con cierta magia didáctica, con lo que la letra entra.

No podemos consolarnos con la idea de que somos un pueblo de lectores. Sabemos que es aún muy pobre en nuestro país y en otros la práctica de la lectura. No hay duda, sin embargo, de que en términos relativos, las minorías lectoras de otros tiempos han crecido. Las ediciones de los clásicos edita-

dos en los años veinte, por el gran escritor, educador, José Vasconcelos, eran muy cortas comparadas con las que hoy lanzan a la prensa las editoriales públicas y privadas. Quince años o más tardaban en agotarse todavía en los años cuarenta y cincuenta, 500 o mil ejemplares de poetas mayúsculos como Carlos Pellicer o José Gorostiza. Hoy se venden por miles.

Es cierto que los grandes medios electrónicos de hoy, la sobreinformación desmesurada y acrítica que se ofrece a millones de espectadores por los canales ordinarios de televisión, cable y las señales de satélite, lo mismo que mediante Internet, es verdad que esa galaxia sonora y plástica de saturación informativa suele ser perniciosa, confusa y a veces corruptora. Pero una buena orientación didáctica de los escolares y de los espectadores adultos puede permitir en esa enorme masa de mensajes, inagotables posibilidades de información de gran valor educativo, cultural y científico.

Los grandes medios de comunicación, como la imprenta en su era, pueden desempeñar un papel desorientador, autoritario, incluso opresivo y anticultural; pero a pesar suyo han permitido también la difusión vertiginosa y universal de conocimientos antes inaccesibles por otros medios a multitudinarios sectores sociales. La enorme fama de tantos escritores del siglo XX, los Borges, los Octavio Paz, los Arreola, los García Márquez, los Fuentes y otros muchos, hubiera sido imposible sin la televisión. No me cuento por eso entre los enemigos de los grandes medios de comunicación pese a sus defectos, ni soy escéptico en cuanto al formidable servicio social que pueden representar para todas las sociedades.

 

De ida y vuelta al infinito

n Fernando del Paso n

 

El viaje como imagen de la vida y como aventura de la imaginación han sido dos constantes de nuestro pensamiento. La vida es un viaje de la luz a la oscuridad. La vida es siempre el viaje del héroe de las mil caras, del millón de caras, y cada día viajamos de la mañana a la noche; de noche viajamos en nuestros sueños; de día viajamos por los sueños que tenemos con los ojos abiertos.

Y no tenemos que ir muy lejos. Viajamos en nuestros recuerdos y podemos viajar en los recuerdos de otros, en las memorias y las autobiografías de Zweig, Neruda, Casanova. Leer a Balzac es viajar a la Francia del siglo XIX, leer a William Faulkner es viajar al sur profundo de Estados Unidos de los años treinta, leer a Mariano Azuela es viajar a las entrañas de la Revolución. Vámonos con Martín Luis Guzmán y Pancho Villa a la toma de Zacatecas. Vámonos con Alejo Carpentier al siglo de las luces. Vámonos con Rafael F. Muñoz a Bachimba. Vámonos con Borges de ida y vuelta al infinito. Vámonos con Alicia al otro lado del espejo.

ƑPor qué no decirles a nuestros niños que cuando abrimos un libro, sus páginas se transforman en velas, y con ellas desplegadas podemos navegar a los rincones más lejanos de nuestro país, a los recovecos más misteriosos de nuestra historia, a las tierras más altas de la imaginación? Fueron viajeros Robinson Crusoe y Arthur Gordon Pym. Viajó Gulliver, viajó Simbad, viajó Tartarín y el capitán Ahab. ƑPor qué no decirle a nuestros niños y a nuestros jóvenes que con los libros pueden viajar por el dolor y la alegría de los seres humanos, y por sus esperanzas, por su soledad, su amor y sus pasiones? ƑPor qué no decirles que con los libros podrán viajar al centro de sí mismos, por los mares de sus conciencias, por las profundidades de sus pensamientos?

Vamos a viajar por las letras del alfabeto, son 28, pero con ellas podemos escribir nuestro nombre y todos los nombres de dios, y escribir un poema del tamaño de una rosa o de una estrella, así como todos los libros de la biblioteca de Babel. Con esas 28 letras se escribió el Quijote, se escribió Pedro Páramo, se escribió Hamlet, se escribió En busca del tiempo perdido.

ƑPor qué no invitamos a nuestros niños a un viaje por las letras del alfabeto?

Guía, norte y brújula

n Andrés Henestrosa n

 

Soy resultado de los libros que leí cuando niño, de las canciones, de los refranes, de las coplas que me sé de memoria. Ellos me han llevado y me han traído a lo largo de mis ya muchos años. En mi pueblo natal leí y memoricé un soneto del poeta venezolano Calixto Pompa, que nunca olvidé y que puedo, 88 años después, repetir de memoria. Constituyó para mí un programa de vida, la fidelidad a su letra y a su espíritu ha sido mi guía, mi norte, mi brújula. Desde entonces no dejé de leer, pero ningún texto superó ni suplantó el poema de Pompa.

Lo sé de memoria pero voy a leerlo:

 

Es puerta de la luz un libro abierto,

entra por ella, niño,

y de seguro que para ti serán, en lo

futuro,

dios más visible, su poder más cierto.

El ignorante vive en el desierto,

donde es el agua poca, el aire impuro,

un grano detiene el pie inseguro,

camina tropezando, vive muerto.

En ésta tu edad, abril florido,

recibe el corazón las impresiones

como la cera al toque de las manos.

Estudia y no serás cuando crecido

ni el juguete vulgar de las pasiones,

ni el esclavo servil de los tiranos.

 

Una lección inolvidable. El niño no sabe en qué momento una palabra, una letra, un consejo, cae en su corazón y en su mente, y brega por convertirse en acción, en flor y en fruto. Nuestro doctor José María Luis Mora, medio siglo después de aprendido el soneto de Pompa, modificó en mí el resultado del soneto. Dice así: ''La cultura del espíritu suaviza el carácter, reforma las costumbres. La razón ilustrada es la que sirve de freno a las pasiones y hace amar la virtud y la libertad". Así dice.

Una lección inolvidable .