Por la plaza México deambulamos una serie de viejitos desamparados a la hora del descanso dominical; viejos gotosos y abotagados; viejos achacosos y renqueantes con bastón o paraguas; viejos catarrosos con párpados comidos; viejos enfisematosos fuma que te fuma; viejos avellanados y enjutos; viejos alcohólicos de mirada perdida, toma y toma la más clara, transparente y falsificada de las cervezas. Viejos gruñones y cascarrabias; viejos acicalados con rojo clavel en la solapa; viejos conquistadores prodigando ridículos piropos con sabor de antaño; viejos soñadores de antiguas faenas y amores en los tendidos.
Hay en las facciones del aficionado -gente de toda la vida- rasgos de aristocracia y altivez, a pesar de la depresión actual y en la cueva de las frustraciones toreras, aún conserva modales de categore...
Por asociación de ideas, los ancianos de la México, residuos del naufragio del toreo, empapados por la lluvia se recogen bajo sus paraguas, para guarecerse en el rincón de los cabales, viviendo su ocio en alcohólica dignidad; mientras con desencanto observan la proliferación de derechazos desligados -hacia afuera-, que son el paradigma en la temporada novilleril en la Plaza México, evocando con nostalgia remotas tardes de torería, faenas de sueño que aún impregnan la memoria.
Las últimas temporadas, desde hace años, nos han mostrado la superabundancia de estos derechazos, donde la calidad no se corresponde con la cantidad; así como a novilleros sin preparación y poco estimulados, quienes prodigan ese alud de derechazos con el pico de la muleta hasta el tedio total, aumentado por la necesidad de aprovechar la oportunidad y ``cortar una orejita'' . Muy reducida de méritos es la lidia de estos novilleros -Espinosa y Ayala-, pese a matar de bajonazos; mala copia de nuestros toreros. Es ella en la que se manifiesta con mayor elocuencia, es la ineficacia de presentar en la México, a novilleros poco placeados, sin técnica ni oficio, dejados a su intuición de ejecutar para el toreo. Tan alejados de inquietud sentimental por la rigidez y la necesidad de ejecutar la faena aprendida (de salón) a los novillos, en vez de estructurar faenas de acuerdo con las condiciones de la lidia.
Todo es generador del mismo tedio todas las tardes. El mismo hastío en cada novillada. Tedio de derechazos a ritmo de viejos gotosos, achacosos y renqueantes, dulces como ese ``Dulcecito'': una carretilla de Santiago.
Y así, los viejos, tose que tose y bebe que bebe, volvimos a adormecernos en la serie ininterrumpida de derechazos, la tarde de ayer, con los débiles dulcecitos, aborregados e inofensivos toritos de Pepe Garfias, con los que destacó su clase José Daniel Ayala y Espinosa por sus ganas de ser, después de medio salir del tedio, las tardes anteriores, con los novillos de Haro y Tlaxcala, y a este paso, está visto, que los viejos cabales moriremos más que de vejez de aburrimiento.