La Jornada domingo 29 de agosto de 1999

VENTANAS Ť Eduardo Galeano
Los mendigos

Para triunfar en la vida, los mendigos estudian.

Espiando la tele, en bares y vidrieras, los mendigos reciben lecciones de los maestros del oficio. En la pantalla chica, ellos asisten a las clases impartidas por los presidentes latinoamericanos, que pasan el sombrero en las conferencias internacionales, y que practican el arte de implorar en sus periódicas peregrinaciones a Washington.

Así, los mendigos aprenden que la verdad no es eficaz. Un buen profesional no pide para el vino: extiende la mano suplicando una caridad para llevar a la anciana madre al hospital, o para pagar el cajón del hijito que acaba de morir, mientras con la otra exhibe la receta médica o el certificado de defunción.

Los mendigos también aprenden que algo hay que ofrecer, a cambio de la limosna. Ellos tienen la calle por patria, carecen de territorio: no hay suelos, ni subsuelos, ni empresas públicas, que puedan entregar. Pero pueden prometer un lugar en el Cielo: no me obligue a robar, Dios también pidió, lo dice la Biblia, Dios se lo pague, Dios lo tenga en la Gloria.

Cada vez que la caridad ocurre, la cárcel pierde un preso y el Paraíso gana un habitante.