Enigma resuelto. Si usted, inteligente lector(a), nos hizo el favor de leer esta columna la semana pasada, probablemente recuerde el affaire Stephen King. Bueno, la que sí la leyó y no la olvidó fue Pilar Gordoa, gerente de mercadotecnia de Ediciones B, quien llamó a esta redacción (con una amabilidad que la honra) para aclarar a) que asume la cuenta del cardiólogo que tuvo que consultar Verito por la arritmia que le provocó la vista de la foto -así, en seco- del maese King; b) que se le descuente lo que hubiera cobrado un estilista a Verito por el modernísimo peinado (a la Don King) que le provocó la susodicha foto; c) que sí nos había enviado el libro, llamado La torre oscura IV. La bola de cristal (esperamos que no se haya usted perdido los otros tres). Nosotros contestamos que aceptamos los tres puntos pero también aclaramos a) que el tomo IV nos llegó por otra vía y se perdió entre la oscura torre de volúmenes para consignar en nuestro ``Fichero''; que si la realidad imita al arte, Stephen King puede lucir actualmente como en la foto, y nosotros recibiremos una bola de cristal para pronosticar el futuro: que habrá una parte V de La torre oscura. Valga esta sarta de tonterías como una rectificación dedicada a Pilar Gordoa, quien sólo cumple con su trabajo (y por cierto lo hace bien), y para los lectores(as) por la comedia de enredos que aquí resucitamos (al menos no hubo pastelazos).
``El orgullo de mi nepotismo''. ¿Recuerda usted, politólogo(a) lector(a), quién acuñó esta frase y por qué? Si es usted demasiado joven, pregúntele a sus padres y consulte el Pequeño Larousse; si es usted extranjero y nos lee por Internet, agarre al (a la) primer(a) mexicano(a) que pase frente a su puerta y pregúntele: él (ella) sabrá la respuesta. Bueno, pues el orgullo del escaso nepotismo que esta columna puede ejercer resulta en este día Ana García Bergua (mi cuñis -porque sabrá usted que en mi escasa familia nuclear todos son, empezando por mi vieja -o serán-, artistas menos yo). Sus propias obras (una novela, un libro de cuentos y otro de crónicas, los ``Asteriscos'' que escribió abundantemente en El Semanario de Novedades) hablarán por ella. Este antesalista se contenta con invitarlo a usted a la presentación del libro más reciente de la señora Anita: Púrpura, que acaba de aparecer bajo el sello de Era. El acto se llevará a cabo en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles -sobre Francisco Sosa, en Coyoacán, frente a la Plaza de Santa Catarina- (en la entrada puede usted preguntar en qué sala sucede el evento, o simplemente siga a la multitud que corre para apartar asiento), este miércoles 1 de septiembre, a las 19:30 hrs. Los presentadores serán Beatriz Novaro, Enrique Serna, José Ricardo Chaves y la mismísima. No quisiera predisponer al culto(a) lector(a) a favor de esta excelente novela, pero sí quiero recomendarle que lleve una lana para que allí mismo la compre, la mismísima se lo autografíe y la familia se allegue algunos recursos, que buena falta nos hacen. Gracias.
60 escritores extranjeros más los chorrocientos nacionales (y locales) que se acumulen esta semana. El Consejo para la Cultura de Nuevo León está decidido a demostrar que la fama de agarrados que tienen es sólo eso, pura fama. Sin duda los dos últimos años ha sido el organismo cultural (claro, después del Conaculta, que es nacional) que más eventos, presentaciones, premios y encuentros ha promovido. Ahora ataca de nuevo con la organización del acto tumultuario disfrazado de IV Encuentro Internacional de Escritores 1999, que se llevará a efecto del 9 al 11 de septiembre, en la Sultana del Norte (extranjeros lean Monterrey). Por supuesto que no vamos a reproducir aquí la enorme lista de invitados. Nos contentamos con reafirmar que estos encuentros resultan altamente valiosos no sólo para la República de las Letras (Musacchio dixit) de nuestro país, sino para la comunidad literaria internacional, al poner en contacto directo a numerosos escritores, quienes ya encontrarán sus afinidades electivas y quizá contraigan otras. Dice la conseja popular que un ego saca otro ego, así que más allá de desplantes, poses y fruncimientos (de nariz, but of course), estamos seguros de que estas hogueras de vanidades siempre son más que eso: que redundan a mediano y largo plazo en favor de la salud de la literatura que se escribirá el próximo milenio. Amén.
No yores por mí, Tenochtitlan. Del 2 al 13 de septiembre, la Ciudad de México quedará transfigurada (¿a causa de los espejos?); todo el encanto y la magia (los lacanianos y los churrascos, los futbolistas y el mate) de la pampa argentina inundarán (por Dios, no es para tanto) nuestra capital. No, no es amenaza; son Las Jornadas Argentinas, que se inauguran en el Hotel Camino Real el jueves 2, a las 19 hrs., con cocktail-conferencia de prensa. Vení, sí, vos, pebeto(a) lector(a), a saborear la nostalgia y la dulce melancolía que un bife de lomo produce instantáneamente. Bueno, también habrá cine, un homenaje a Borges, concurso de tango y un desfile de modas (¡apártenme dos modelos porteñas!). Para mayores informes, comunicarse nomás con la sección cultural de la Embajada Argentina, a los tels.: 55 20 94 30/31/32.
Carlos García-Tort
Y UN LçPIZ DE MADERA DE CEDRO
Llovía a cántaros en la enfiestada Lagos de Moreno y el techo de lámina resonaba amenazadoramente. Los truenos venían, como debe ser en un temporal serio, de la Sierra de Comanja y la electricidad parpadeó un poco, pero se repuso y siguió cumpliendo esos deberes que ahora quieren poner en las manos de los empresarios que, poco a poco, se han ido haciendo del país y de sus dóciles, hasta la catatonia, habitantes. Mientras la tormenta avanzaba, descargaba ``sus madererías'' y lentamente tomaba el rumbo de la Unión de San Antonio, el Teatro Rosas Moreno escuchaba la comedida, casi inaudible y personalísima voz del poeta Francisco González León. Invitado por El Colegio de Jalisco y por el Ayuntamiento de Lagos, para hablar sobre el poeta, procuré concentrarme en la lectura de sus poemas paraÊhacer que la voz principal en esa noche tormentosa fuera la del boticario autor de una obra de inusitado refinamiento y de ``laberíntica simplicidad'' (López Velarde dixit). El teatro Rosas Moreno es una pequeña joya del estilo italiano que recuerda en algunos aspectos a su modelo, el Teatro de Parma. Está bien restaurado, pero pide a gritos una nueva iluminación y una buena cantidad de litros de lechada de cal para cubrir los desfiguros muralísticos que un artista local, inflamado de patriotismo y de entusiasmos regionalistas, pintó en la antes austera y monocromática cúpula. Había mucho público que escuchaba, atento y amable, las nutridas parrafadas que asesté con el principal objeto de proponer una relectura del admirable González León, poeta sensorial y buscador del ``alma de las cosas'', del halo lumínico que las rodea y de las vibraciones de la luz en los objetos y en el alma que no cree en las certezas tajantes, pues prefiere las imprecisiones y las vaguedades de lo crepuscular, así como las ``ecuaciones matinales'' descifradas por una rendija. La minuciosa e inspirada labor crítica de Ernesto Flores me guió por los caminos del poeta y me entregó claves muy necesarias para poder entrar en el huertoÊcerrado y brumoso de un autor que sostuvo una breve correspondencia con Rodembach, el escritor de Brujas, la muerta, novela emblemática del último simbolismo. El inteligente alcalde de la ciudad recogió con entusiasmo nuestra (no estoy usando el mayestático, pues participamos en la iniciativa varios admiradores de González León) propuesta de encargar a algún escultor original el monumento al poeta. Tendrá que ser algo pequeño y arriesgado, pues ``don Panchito'' no resistiría las pomposidades de la mortecina escultura civil. Adriana Romo, Susana Muñoz y el Dr. Muriá, brillante y sensato director del Colegio de Jalisco, nos acompañaron en el paseo por las calles de la ciudad, su imponente parroquia, sus casas románticas y su austera y monacal rinconada de Capuchinas. Compramos quesos de adobera para cumplir nostalgias precisas y enfrentamos con desilusión la forma en que se ha desfigurado la gastronomía local, pues los ``cueritos'' en vinagre que nos sirvieron pertenecían a la cultura de la vieja ``Lonja'' de San Luis Potosí. Los laguenses son -o deben ser- chicharrones hundidos en un vinagre aromático que al morderse ofrecen su textura esponjosa y prudentemente picante. Carlos Helguera me hizo un prodigioso regalo de despedida: un lápiz de madera de cedro que nos ayudó a traer a lo real e inmediato el poema que González León dedicó a su amor escolar: ``Sus manos, lenidades de paloma, sus manos escolares que me empeñé en besar, sus manos que exhalaban el aroma de un lápiz acabado de tajar.'' Carlos me prestó su navajita suiza y el olor del bosque nos levantó el alma. Por un momento regresaron al mundo los ojos de la ``muchacha triste'' que llegó a querer ``tan hondamente'' al poeta de ``Campanas de la tarde''. Con mis familiares recordé a Don Agustín Rivera, el canónigo historiador que dio a mi bisabuela una insuperable definición: todas las tardes iba a visitarla para cumplir el rito chocolatero y fumarse un cigarro de hoja de maíz. Una de esas tardes, encontró a la buena señora haciendo cajeta de membrillo. Sin dejar de menear la pasta que borboteaba en el cazo de cobre, la bisabuela lanzó una pregunta dirigida a poner a prueba el talante liberal de su compadre que, para esas fechas, ya era visto con desconfianza por el rigurosamente reaccionario Arzobispado de Guadalajara: ``Compadre, andan por ahí criticando a las gentes piadosas y poniéndoles motes. ¿Podría decirme quiénes son las beatas?'' El canónigo siguió liando su cigarrito y esperó un poco para formular su respuesta, a la que acompañó de una media sonrisa: ``Las que hacen cajeta de membrillo, comadrita.'' Con Sergio López Mena encomiamos los Principios críticos (obra esencial sobre el virreinato) de Rivera, sus libros de viajes, sus inteligentes defensas del pensamiento liberal y de la tolerancia volteriana, así como su hermosa derrota perpetrada por el iracundo Arzobispo tapatío. Prefiero no recordar el final de esa noche pasada en un Holiday Inn administrado por algún ex guardián de Penitenciaría e invadido por la monotonía estridente y la vulgaridad híbrida de la llamada ``música grupera'', manifestación grotesca del folclore inventado por la televisión buhonera.
Hugo Gutiérrez Vega
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Discurso del método
El faisán dorado o Chrysolopus pictus es ave galliforme y pertenece a la subespecie de faisanes moñudos. El plumaje del macho (pues el dimorfismo sexual es grande en la especie; la hembra es gallinácea parda, mediocre y resignada) es amarillo intenso en el penacho, un sol de pluma, cascada de oro quintaesenciado de alquimista. El ojo, azul plúmbago, es atento, pero salvajemente inhumano e inexpresivo. El traje, o librea, como le dicen, es dorado, negro y rojo muy vivo y parece del Renacimiento italiano, de guardia del papa, tal vez, diseñado por Buonarroti. No puede volar, sus alas cortas y redondas no lo sostienen, pero es bueno en la pista y alcanza asombrosos 90 kilómetros por hora en los 100 metros planos. Es omnívoro, se alimenta de semillas, bayas, frutos caídos, pero sobre todo de gusanos, babosas y otros entes repugnantes. Hay personas, se sorprendía Wittgenstein, a las que alarma que los límpidos pájaros cantores coman silenciosos gusanos pululantes. Este es el animal que se había multiplicado. El Marqués tenía, como hemos referido, un macho y una hembra y ahora había tres lucidores y relucientes machos más. Pero entia non sunt multiplicanda praeter necesitatem, ``los entes no han de multiplicarse sin necesidad'', como prescribe el mandamiento de don Guillermo de Occam. Si el enigma del traslado de la bestia de pluma podía pasar como accidente o distracción, esto sí que no: no aparecen tres raros galliformes en una sala de concierto por casualidad. Pero sucedía que el acertijo era un asunto sin sustancia ni trascendencia, ahí estaba su toque delicado. ¿Podía, por ejemplo, configurar una culpa moral o un delito? Porque ¿qué delito puede ser cambiar una cosa de lugar o introducir tres animales a una casa? Más bien parecía algo como obsequio absurdo o regalo loco. ¿Puede decirse algo como: ``si me vuelves a dar un regalo como ese, te demando y te meto a la cárcel''? ¿De qué podrías acusar al obsequioso? Sin embargo, una adivinanza es una adivinanza, y había que descifrarla. Pero ¿cómo? Aplicando el método científico, resolvió el Marqués, paso a paso. 1) Detectar la existencia del problema. Ya: el traslado, primero, y multiplicación no natural (esto es, por apareamiento) del Chrysolophus pictus. 2) Discriminar lo pertinente de lo ajeno al problema. El Marqués razonó así: no era pertinente que lo multiplicado fuera específicamente faisán; lo esencial era la presencia de un agente causal, desconocido, que producía esos efectos anómalos. Cabía pensar que el problema quedaría resuelto si se determinaba la identidad del agente y se establecían claramente los fines o propósitos que perseguía. Esto es, ¿quién y para qué? El Marqués no estaba aún en condiciones de formular ninguna hipótesis, pero podía inferirse que se trataba de un humano de carne y hueso y, por tanto, dotado de identidad personal. Y no, por ejemplo, de un fantasma o alma en pena, dado que el Marqués negaba con energía la mera posibilidad de que tales entes existieran. Tampoco podía tratarse de una fuerza natural de carácter desconocido, porque las fuerzas naturales operan de acuerdo a leyes y no por capricho, como era el caso. Esto quería decir que una persona de carne y hueso X había introducido, sin ser visto o advertido, los costosos pájaros al castillo con toda deliberación y los había echado a andar a la hora del concierto. Ahora bien, la persona X que había introducido físicamente las bestias al castillo podía ser diferente de una persona Y que había ideado o maquinado la singular operación. Porque la persona X, u operador, debía ser conocida en el castillo y su presencia no llamaba la atención. En cambio, la persona Y, el maquinador, no era conocido en el castillo y su presencia hubiera llamado la atención. Y justamente por eso se vio en la necesidad de convencer, tal vez mediante soborno, al operador X para que actuara. Por lo tanto, la persona Y era miembro de un conjunto enorme, a saber, el conjunto de ``todos aquellos que tienen la cualidad de ser desconocidos en el castillo''. Por tanto, era imposible determinar, por ahora, su identidad. ``Pero'', se dijo el Marqués, ``esto no acaba aquí, es una especie de juego, hay que esperar a su próximo movimiento. Ya dará el flanco y entonces me va a tocar jugar a mí.'' Y ahí quedó, por lo pronto, la cosa.
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