Masiosare, domingo 29 de agosto de 1999


KPFA: una voz amordazada


Cuando el poder mató
a la Radio


Abraham Nuncio


¿Es imaginable que en Estados Unidos -el país que se ve a sí mismo como el sol de la democracia- haya violaciones flagrantes a la libertad de expresión? El cierre de la radiodifusora KPFA en California, que estaba por cumplir medio siglo al aire, da cuenta de los días de radio que aún vivimos en los albores del siglo XXI

En un país donde rige ostensiblemente
el dogma de la soberanía
del pueblo, la censura no solamente
es un peligro, sino un absurdo inmenso.

Alexis de Toqueville

Berkeley, California. En lo que sus habitantes llaman The Bay Area (San Francisco, Berkeley, OaklandÉ), la radiodifusora KPFA se escuchó a lo largo de medio siglo como una voz informativa y crítica de las vastas minorías: de sus problemas, demandas, movimientos. Su carácter era no lucrativo y educacional. Su acento estaba puesto en la vida de la comunidad.

El 13 de julio, los radioescuchas pendientes de su programación se extrañaron de que sólo transmitiera música grabada.

Algo grave estaba sucediendo. Un comando de asalto, en una acción copiada de las películas con que Hollywood ha glorificado a la policía represiva de Estados Unidos, se había encargado de sus instalaciones. A su personal lo había echado o puesto bajo arresto.

La Fundación Pacífica, una organización no lucrativa (el equivalente a las asociaciones civiles en México), que es la propietaria de la KPFA, contrató a la empresa Mitchell, Silberberg and Knupp (MKS), especializada en acabar con problemas laborales, para que empleara la fuerza de sus guardias blancas en contra de quienes hacían el trabajo periodístico de la radiodifusora.

Alternativa radiofónica en peligro

Fundada en plena guerra fría (1949) por socialistas, anarquistas y liberales democráticos, la KPFA adquirió popularidad -sobre todo en los sesenta- y un auditorio comprometido con su programación y sus productores, editorialistas, animadores, informadores. Este compromiso se tradujo en su sostén fundamental, mediante aportaciones periódicas en efectivo.

El éxito de la KPFA (``alborotadora punta de mierda'', la llamó uno de sus detractores hace cuarenta años) dio lugar a otras cuatro radiodifusoras formando así lo que Matthew Lasar llamó cadena de radio alternativa en su libro Pacifica Radio: the Raise of an Alternative Network: la KPFK, de Los Angeles; la WBAI, de Nueva York; la KPFT, de Houston y la WPFW de Washington.

Pregunta con motivo de esa experiencia: ¿Por qué en México la gente democrática y de izquierda no ha intentado crear, ni cuando ocupa un gobierno, estaciones de radio que pudieran contrarrestar el poder desmesurado de la televisión?

Al correr del tiempo, la administración de Pacífica le fue ganando terreno a quienes realizan el trabajo periodístico de base. Su burocracia centralizó el mando e hizo de la toma de decisiones una política vertical y divorciada de las radiodifusoras y sus audiencias. Contagiada de la epidemia privatizadora, se propone vender ya sea la KPFA o la WBAI de Nueva York, según el mensaje electrónico (interceptado) que la administración central envió a uno de sus emisarios en Berkeley. La KPFA valdrá alrededor de 100 millones de dólares.

Privatización, globalización, liberaciónÉ ¿No son acaso términos de una jerga eufónica tras la cual medra el capital en su ímpetu expansionista?

El resultado de la realidad que éste entraña es siempre el mismo: los bienes de la comunidad se convierten en los bienes de unos cuantos. Y se pierde el sentido de la vida comunal -uno de los principios de los padres fundadores de la sociedad estadunidense.

Pero los dueños del capital y con inimaginable frecuencia sus administradores no pueden moverse a sus anchas si existen la reflexión, el pensamiento crítico, la información completa, y la organización de la sociedad en defensa de sus derechos e intereses. Por ello intentan destruir los bastiones que simbolicen algo distinto de los objetivos que persiguen.

En la primavera, cuando la KPFA estaba por cumplir 50 años de existencia, se produjo la primera señal de la embestida en contra de los que hasta hace poco significaba: su gerente general, Nicole Sawaya, una mujer con ascendiente en la radiodifusora y en la comunidad, fue despedida bajo el argumento -según la expresión de Lynn Chadwickc, director ejecutiva de Pacífica- de que no se acomodaba al medio. La Chadwick su autonombró en su lugar.

Larry Bensky, con una trayectoria de 30 años en la KPFA y múltiples reconocimientos por su labor periodística, se venía oponiendo a la exclusión de los representantes locales en el consejo nacional de administración de la emisora.

En su programa dominical, luego de la salida de Sawaya criticó además, por autocrático, el nuevo estilo directivo de la KPFA. También fue despedido. En sus artículos que publica The Bay Guardian, Bensky se muestra optimista acerca de la solución del conflicto. Hablo con él por teléfono, y ni cuando se cae su hija pequeña y se pega y llora, pierde la serenidad y transmite -en parte- su convicción.

Los radioescuchas de la KPFA empezaron a protestar por las medidas de Pacífica y tomaron la calle. John Banks, que en ella ha vivido y donde despacha como activista de tiempo completo, regresó casi de golpe a los sesenta, sus años de juventud. A su lado, Miriam Rubinskis, hija de Wolf, el conocido actor y luchador argentino, le da duro al pedal.

Después de una larga jornada de participación, llegan en sus bicicletas hasta la casa de la ``familia Forest'', una de tantas comunas urbanas donde latinos y norteamericanos se hallan sintonizados con la vieja radiodifusora amordazada. Van a ver a su amigo Nikash, un poeta inédito que colabora, bajo las órdenes de Miriam, en la famosa librería Codys. Se halla convaleciente y todos lo procuran.

Si llegan por ti en la mañana...

Los de KPFA no fueron los únicos signos ominosos en la primavera de Berkeley. El Centro de Estudios Etnicos de la Universidad de California en esta ciudad fue castigado con recortes de presupuesto y la supresión de tres de sus pocas plantas magisteriales. El intento estaba dirigido, como lo vio la comunidad de maestros y estudiantes del Centro, a desaparecerlo. Allí se estudian los grupos afronorteamericanos, chicano, latino, las vastas minorías de Estados Unidos. De ellas, de su trabajo y creatividad, se beneficia la sociedad estadunidense, pero su elite económica no quiere que le sea regresado ese beneficio por vía de ingresos dignos, participación en las decisiones políticas y nivel de conciencia.

Del Centro de Estudios Etnicos no salen manuales para hacer negocios formidables por la Internet, como el que escribió Bill Gates. Y sobre el Valle del Silicón, donde él es el rey, los científicos sociales apenas empiezan a investigar.

Duró 40 días y las negociaciones fueron arduas, dice Alex Saragosa, uno de los académicos de Estados Unidos con numerosos y fuertes lazos con los de México. El movimiento triunfó y las autoridades universitarias atendieron a las demandas del Centros de Estudios Etnicos.

La defensa de la KPFA

Los sesenta parecían en Berkeley y sus alrededores ciertamente remotos.

De repente, su espíritu y muchas de sus expresiones se dieron cita en el parque Martin Luther King, donde se congregó una multitud de más de diez mil personas el último día de julio para demandar el traslado del control de la KPFA a manos de la comunidad y la renuncia del Consejo Ejecutivo de la Pacífica.

Una concentración de diez mil personas es significativa en cualquier parte que se presente. La noticia adquirió dimensión nacional. Pero habría que explicársela. La radioemisora ha enraizado profundamente en la población. En la área de Bahía existen más de mil 500 ONG. Los movimientos de los burócratas de Pacífica han ido de la torpeza a la represión sin pasar por el diálogo.

La capacidad de los periodistas que constituyen la base de KPFA, su extenso auditorio que seguramente aumentará con el regreso a clases y la falta de credibilidad y eficiencia, tanto de los administradores de Pacífica como de los actuales directivos de la radiodifusora, hacen pensar en una posible solución favorable a la comunidad y a la cultura de la región. Favorable también para los reductos democráticos que tratan de frenar los efectos destructivos del poder globalizador en el epicentro mismo de su escalada.

El lector puede obtener mayor información, si el tema le interesa, en el sitio www.safepacifica.net

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