Angeles González Gamio
Sedas, rasos y encajes

Son algunas de las telas que secularmente han usado las mujeres para hacerse sus vestidos de gala y, en algunas épocas, también los hombres. Desde la remota antigüedad se hablaba del comercio de la seda, que fue una de las mercancías más preciadas en Oriente y codiciada cuando se conoció en Europa. Tras el encuentro con tierras americanas, una vez establecida la sociedad virreinal, uno de los productos infaltables en la Nao de China era precisamente esa voluptuosa tela.

El apogeo de su venta, junto con otros géneros lujosos, se dio en el famoso mercado El Parián, que se encontraba situado en la Plaza Mayor. Allí se vendía todo el lujo que traía el navío de Oriente: las telas mencionadas, perfumes, joyas, porcelanas, muebles, muchos de los cuales fueron copiados aquí, naciendo así, entre otras, la marquetería, las lacas, los enconchados y tantos otros trabajos exquisitos, cuya manufactura en no pocas ocasiones superaba al modelo. El Parián nació a mediados del siglo XVIII y subsistió hasta 1824, año en que fue demolido por instrucciones del presidente Santa Anna.

En la segunda mitad de esa centuria, comenzaron a llegar a México los franceses conocidos como ``los barcelonnettes'', por proceder de un valle en los Alpes, con ese nombre. Dedicados a la agricultura, en el invierno hacían telas con la lana que esquilmaban a sus borregos y bajaban a venderla a las grandes ciudades.

Con la creación de fábricas de textiles en el siglo XIX, el negocio casero se arruinó y fue así que algunos jóvenes ya acostumbrados a viajar decidieron cruzar el océano y venir a ``hacer la América''. El éxito de los primeros animó a muchos, que llegaron a trabajar en los negocios de los que ya estaban establecidos, en su mayoría dedicados al comercio de telas y ropa.

En gran medida fueron ellos los creadores de los primeros almacenes modernos, que ofrecían multitud de mercancías, con la novedad del ``precio fijo'' y localizados en vistosos edificios de varios pisos. Así surgieron: El Puerto de Veracruz, La Ciudad de Londres, El Palacio de Hierro, La Francia Marítima, El Centro Mercantil, La Sorpresa y Las Fábricas Universales.

En el diseño y construcción de los inmuebles participaron los mejores arquitectos franceses y mexicanos. Como un ejemplo: Las Fábricas Universales fue ideada por el parisino Eugene Ewald y la edificación la llevó a cabo el célebre ingeniero Miguel Angel de Quevedo.

Resulta interesante conocer que buena parte de estos negocios tenían sus propios talleres; algunos como El Palacio de Hierro llegaron a tener mil obreros y su producción iba de lencería fina hasta muebles y no olvidemos que en muchos de esos establecimientos vivían los empleados... ``en una serie de vastas y espaciosas recámaras, muy confortables y mantenidas con limpieza, ni aire ni sol hacen falta. Un enorme y alegre comedor, como hay pocos en México, es el lugar de reunión del personal a la hora de las comidas''.

Varios de estos edificios aún se conservan y algunos continúan como almacenes; otros siguen con tiendas de telas finas únicamente en la planta baja. De todos es conocido El Puerto de Liverpool, en su construcción con reminiscencias art deco, o el Palacio de Hierro en un estilo ecléctico con aires art noveau. El hermoso edificio que alojó Las Fábricas Universales sobrevive milagrosamente, ya que le han hecho arreglos deleznables, pero es perfectamente recuperable, al igual que la soberbia edificación que fue sede del Correo Francés, deliciosamente decorada con mosaiquitos dorados y de colores.

En estos rumbos del Centro Histórico (16 de Septiembre, 5 de Febrero, Venustiano Carranza y 20 de Noviembre) se encuentran estos antiguos comercios que, como mencionamos, continúan con su vocación original, siendo sede de sederías y tiendas que venden todas las telas imaginables: desde encajes, organza, terciopelos, gasas, crepé, brocados, ¡lamé!, hasta mezclillas, cambayas, manta, popelina, franela y mil más.

La mayoría de estos almacenes tiene cafeterías de buenos precios como El Nuevo Mundo, El Puerto de Liverpool o El Palacio de Hierro; de este último ya hemos mencionado el luminoso restaurante con vista a los espléndidos plafones de vitrales franceses, en los más bellos colores y que además cuenta con sabroso menú dietético, además del normal que no está nada mal...