n Más de 500 indígenas del ejido Morelia en tensa guardia; temen violencia
Desde aquí queremos combatir la campaña de odio
n Esta generación de priístas proviene de familias sin derechos ejidales y tienen instrucciones militares
Hermann Bellinghausen, enviado, ejido Morelia, Chis., 28 de agosto n Los campesinos zapatistas están alarmados aquí.
En cualquier momento pueden ser atacados por los priístas, quienes buscan deliberadamente un choque entre civiles, sospechosamente "oportuno y espontáneo", ahora que por todas partes el gobierno da golpes que ponen en riesgo la precaria paz de la región.
Ante la amenaza de que el Aguascalientes de esta comunidad sea destruido, y luego de que los priístas detuvieron anteayer a seis jefes de familia, bases de apoyo del EZLN, se han concentrado aquí cerca de 600 indígenas, familias enteras, para defender este centro de reunión, que construyeron ellos mismos.
Larvada mucho tiempo, con brotes esporádicos, la violencia contra los zapatistas del municipio autónomo 17 de Noviembre se desató el pasado día 25 al atardecer, cuando regresaban de Altamirano los indígenas de Morelia y la Cañada que habían marchado contra la militarización y por una "paz con dignidad". Un grupo de priístas los recibió a pedradas. Las amenazas anunciadas desde tiempo atrás por el grupo golpeador priísta, comenzaban a cumplirse. Según palabras de un periodista que ayer estuvo aquí, "la situación en Morelia ya explotó".
El jueves 26, los priístas detuvieron a los zapatistas, por andar exigiendo la salida del Ejército. También desalojaron el Campamento Civil por la Paz, instalado en Morelia desde hace cinco años. Dieron una hora a sus ocupantes para salir, y después la casa fue saqueada. Luego atacaron una oficina del municipio autónomo.
Las casas de los detenidos también fueron apedreadas y saqueadas, así como una tienda. La cooperativa de las mujeres fue amenazada de sufrir la misma suerte, y de momento permanece cerrada.
El procedimiento del castigo ejemplar contra los hombres mayores ya se ha aplicado aquí, con trágicos resultados, según se recordará, aquel 7 de enero de 1994. Sólo que ahora el procedimiento se ha refinado. Tiene los ingredientes de conflicto intracomunitario, que peligran precipitarse en una guerra civil.
Ayer se manifestaron en el centro de la comunidad alrededor de 800 indígenas, hombres y mujeres, contra las agresiones del grupo golpeador y por la liberación inmediata de los detenidos. Las autoridades ejidales priístas pretendían cobrarles una multa y castigarlos con un día de cárcel, pero los zapatistas se negaron. Así, ayer a las 11 de la mañana, los seis hombres recuperaron su libertad.
Ahora están llegando aquí nuevamente indígenas de la región para establecer un plantón de defensa y resistencia. Tzeltales y tojolabales de la región dicen estar dispuestos "a defender con su sangre" el Aguascalientes IV.
Esta nueva provocación se suma a la escalada en curso contra comunidades zapatistas en distintas regiones y con distintas historias particulares. ƑSe trata de una ofensiva en forma, o es mera casualidad?
Amenazas y saqueos
"Se ve que se están organizando para querernos chingar", dice Doroteo. "No venimos para hacer pleito con los priístas. Nos manifestamos no en forma agresiva".
Comparte con otros la certeza de que el grupo de priístas agresores (que no son todos los priístas del pueblo, sino un grupo en particular, de alrededor de 150 personas, la mayoría jóvenes) no actúa "por su propia fuerza".
"Han recibido instrucciones militares de hacer lo que están haciendo. Fueron aconsejados para que el Ejército federal y el gobierno tengan argumentos de que estamos peleando, pero no es cierto. Todos estos son guiados por los militares y Juan Villafuerte".
El nombre del coordinador regional de la Secretaría de Gobierno, y operador político de Albores en los puntos rojos de la guerra de baja intensidad en las cañadas, se repite en los diversos testimonios. Ya a la entrada del poblado, un muro de ladrillo recién eregido aparece con un "fuera Villafuerte" en pintura roja. También fue un tema de la marcha en Altamirano el pasado miércoles.
Otro hombre, de camiseta azul, agrega: "La fama de Villafuerte es que no se muestra en los momentos de echar encima a los priístas. Vez en cuando pasa y se penetra en la comunidad. Los que hacen problema son los que hablan con él".
Doroteo interviene secamente: "Las cosas están piorando". Con los ojos semiocultos bajo la visera de su gorra, alza la vista y señala con el dedo al cielo: "Los sobrevuelos del Ejército son constantes de por sí, y de muy poca altura. Espantan la gente".
Entonces interviene Javier: "Al campamento civil los priístas le dieron una hora para salirse con sus cosas. Había seis personas civiles de fuera. Les tocaron la puerta. No abrieron. Los priístas entonces brincaron atrás de la casa y les dijeron con agresividad de palabras que se fueran ya. No respondían de los demás. Ellos eran los enviados. Si no lo hacían, sería otras cuentas. También otros de nuestros compañeros les dieron amenaza".
Ya en días anteriores, algunos miembros de dicho campamento habían sido apedreados e insultados por los priístas hostiles. Les dijeron que sólo iban a aceptar gente de fuera que trajera dinero. Si no, no.
"La oficina de Honor y Justicia del municipio autónomo la saquearon los priístas y lo llevaron todo lo que no rompieron", dice Javier.
José Carlos, un hombre de edad, y uno de los detenidos, cuenta que sus captores entraron en su casa "y sacaron mi maiz y ropas de mi esposa y mis hijitos, lo llevó, y dinero que es del municipio, y 300 pesos más que son míos".
De pie, cerca de la entrada del Aguascalientes, un grupo de indígenas habla con La Jornada. Mientras, por todo el conjunto de casas se desplazan centenares de campesinos en plantón. Unos hacen cola para comer, los niños juegan.
Hay grupos de hombres reunidos, al parecer discutiendo. Las cocinas comunales están activas, aunque a puro frijol y tostada están las gentes.
Una mujer enrebozada, esposa de otro de los detenidos, cargando un bebé, ennumera en tzeltal todo lo que le robaron en su tiendita los priístas, mientras su marido estaba encarcelado.
El de camiseta azul concatena el relato: "Volvimos para negociar en forma pacífica con los priístas. El asunto de ellos era la marcha. No quieren que salga el Ejército federal ni digamos contra la prostitución. Ellos no fueron pacíficos y se reunió la gente tirándonos piedras. Hay compañeros golpeados".
Y los campesinos empiezan a nombrar a quienes consideran los instigadores de la violencia. Raymundo Santiz Pérez, agente auxiliar ejidal. Y sigue un curioso coro a tres voces sucesivas:
-Gente de Villafuerte.
-De Albores.
-De Zedillo.
Menciona el comisariado ejidal, Jorge Santiz Pérez, al presidente del PRI lo cal, a varios más. Y un señor de camisa negra se refiere a un Caralampio: "Es un anciano cabrón que se junta con los jóvenes y los prepara contra nosotros".
Por un pueblo mejor
ƑQué ha pasado en Morelia, una de las localidades más conocidas del EZLN? Por alguna razón fue elegida como laboratorio de guerra tiempo atrás. Juan Carlos menciona que por gestiones de Villafuerte, han traído a vivir en la comunidad priístas de Ocosingo y Altamirano. "Les dan casa y proyectos de crédito, Procampo, Progresa, es el mismo. Y como son nuevos, son cabrones".
Arcadio, otro de los detenidos, un hombre de edad, describe a los sistemáticos agresores priístas: "La mayoría son chamaquitos, casi niños, no tienen sentido qué están viviendo. Son los hijos cabrones de ellos. Los que diariamente salen en Altamirano, se juntan con los soldados".
Esta "nueva generación" de priístas proviene de familias que no tienen derechos ejidales. Aunque las familias con derechos ejidales son mayoría zapatistas, en el total de habitantes Morelia tiene ahora una mayoría priísta. De las casi 150 familias, un poco más de la mitad pertenecen al PRI, o abandonaron la organización zapatista a fuerza de créditos y lámina y tantas cosas, incluido el miedo.
Pero el grupo violento es, al parecer, relativamente pequeño. Y con rasgos de lumpenización que hacen pensar en casos como el de Chenalhó.
Dice Javier : "Ellos provocan. No nace de su conciencia la idea. Es manejado por Juan Villafuerte, el presidente municipal de Altamirano, los soldados, y los hombres priístas de aquí mismo".
Las bases de apoyo del EZLN acusan también al multinombrado operador de Albores de introducir el alcohol. "Y la provocación es de los bolos, uno va por la calle y te amenazan, no se controlan".
Las consideraciones de Javier son que "la estrategia del gobierno es ofrecer a la gente cosas que no sirven para nada. Estamos en la resistencia, en construir un pueblo mejor para todos, para ellos del PRI también".
Y dice Doroteo : "El Aguascalientes es un lugar de resistencia. Desde aquí queremos combatir la campaña de odio que han hecho en nuestra comunidad. Parece que lo hacen con un plan, de propósito para destruirnos".
La cotidianidad en Morelia lleva tie mpo alterada. No sólo ha sido la cabecera de un municipio autónomo de vida auténtica; es la entrada a la cañada de Altamirano, donde la casi totalidad de comunidades son zapatistas. Morelia, siempre puerta y dique contra la hostilidad histórica de la ciudad de Altamirano, antes sede de los poderosos ganaderos de la región, y hoy asiento consolidado del Ejército federal y el nuevo priísmo contrainsurgente de manual, y con todos los respaldos institucionales que hagan falta para descomponerle la vida a la gente.
"Quieren venir a llevar la lámina de los techos de nuestro Aguascalientes"", revela Arcadio que le dijeron sus captores mientras estuvo encerrado. A pocos metros, tres hombres limpian todo un costal de frijol que pasan a una tina grande. Resuena la lluvia incesante, los frijoles secos contra la lámina. Será para el alimento posterior de las familias que están aquí, dispuestas a defender su Aguascalientes, que a la entrada, en un muro adornado con el busto de Emiliano Zapata y el sombrero charro que lleva escrito Tierra y libertad, dice: "Para eventos culturales de indígenas con esperanza de libertad, justicia y democracia".
Jalonados por un niño llamado Armando, un grupo de chamacos se columpia en la reja de Aguascalientes. Gritan, ríen. Son casi los únicos que lo hacen. Más de medio millar de tojolabales y tzeltaleros están en tensa guardia, temiendo un asalto violento.
"Pero no lo vamos a permitir", declara Arcadio antes de alejarse hacia un grupo de mujeres en asamblea.