Arnaldo Córdova
Los detractores de la coalición

El de las coaliciones sigue siendo un tema que se vuelve, automáticamente, una especie de acertijo sobre el que nadie es capaz de ponerse de acuerdo. Lenin, en realidad el primero que trató el problema dejó algunas cosas muy claras: una, las coaliciones sirven para reforzarse en una dada coyuntura política; dos, nada tienen que ver con los principios ideológicos y, menos aún, con ``el peso de la historia'' que llevan a cuestas las organizaciones políticas; tres, quienes se oponen a las coaliciones sobre esas bases son o unos provocadores de oficio o, además, unos conservadores que buscan hacerle el juego a las fuerzas reaccionarias que se oponen al cambio de la sociedad. Ideología e historia tienen su lugar en la realidad, por supuesto, pero no son, de ninguna manera, colosales mundos de piedra que esos pequeños Atlas llamados partidos políticos estén llamados a soportar por siempre sobre sus hombros.

La ideología no es una raíz histórica ni una sentencia de muerte. Es un credo que, como tal, es siempre modificable, según el mundo avanza. Por lo general, tiende a cambiar y a mejorarse y, en todo caso, a adecuarse a una realidad dinámica que jamás deja de ser el referente obligado de quienes están dedicados a la acción y a la lucha política. La historia, por su parte, no es, como se la imaginaba Hegel, un proceso que lleva siempre a un fin preestablecido, sino, todo lo contrario, una sucesión interminable de hechos que son todos inéditos y novedosos. La acción política no debe rendir culto al pasado en ningún momento. En realidad no debe rendir culto a nada. Su objetivo es formar parte de ese mundo siempre cambiante que es impredecible por naturaleza. No hay nada en el pasado que pueda sujetar o predeterminar lo que uno debe hacer en política. Pensar lo contrario es no entender la lógica objetiva del cambio y lleva aparejado el riesgo de ubicarse en ese pasado que, muchas veces, resulta retardatario y hasta reaccionario.

El siglo de la Revolución Mexicana, de Madero, de la Constitución de 1917, de Zapata (hay que agregar, de Villa, de Obregón, de Calles), de Cárdenas y del Estado social es un siglo que, en más de un sentido, debería avergonzarnos. Para mí, ese no es el ``mundo del PRD''. Eso es una estupidez y una villanía de provocadores muy bien conocidos en toda América Latina y que han venido a asentarse en México para medrar impunemente, ostentando unas luces que están muy lejos de poseer. El deber del PRD no es sostener mitos históricos en los que medran ignorantes supinos de la historia y, sobre todo, de la historia real, la que hoy se está dando y que pugna por superar esa historia infecta y podrida en la que chapotean nuestros ideólogos fuera de tiempo. La política, por fortuna, está cambiando. Hoy es política de propuestas y no de ideologías que, a veces, ni siquiera se sabe defender y mucho menos explicar.

La historia prima (sic) sobre la política, sí, a condición de que se la sepa estudiar y comprender. No es, desde luego, un panteón de iconos muertos y petrificados (Madero, Zapata, Cárdenas). Es un movimiento constante con tendencias identificables que nos llega hasta hoy. La historia política, en particular, se condensa en designios colectivos que hoy tenemos a la vista. La lucha por la justicia social ha demostrado su vitalidad y hoy no hay nadie que se atreva a negarla. La lucha por la democracia es la prioridad de nuestro tiempo (¡Ah, Madero!). ¿Cómo pueden atreverse nuestros provocadores de profesión a decirnos que la historia está ausente de nuestro momento actual? ¿De qué se trata? ¿Debemos luchar por alcanzar esos designios históricos por cuanto medio esté a nuestro alcance o encerrarnos con nuestros iconos históricos en nuestro pequeño templo de una pluralidad ideológica que ni siquiera sabemos explicar?

El PAN es muy diferente del PRD. ¿Quién dijo jamás lo contrario? Con esa lógica, lo mejor sería aliarnos con el PRI, el partido de Lázaro Cárdenas y de Miguel Alemán. Pero caben unas cuantas aclaraciones: el Fox de las botas no sólo dijo que fuera un continuador de la guerra cristera; también dijo que lo era de la Revolución Mexicana, y sí ha dicho que si Cárdenas gana él lo apoyará. Los provocadores detractores de la coalición, como se habrá podido notar, no tienen el valor de decirnos qué es lo que nos proponen a cambio: lo que ellos quieren es que el PRD se aísle y marche solo, con su candidato propio y a ver qué sale ganando. Tal vez eso sea lo que suceda a final de cuentas. No nos irá mal, creo. Pero no es lo que tenemos en mente los perredistas que pensamos en un partido moderno y actuante en la complicada y abigarrada realidad política de hoy en día.