Los próximos días pueden ser decisivos para determinar la suerte de la prolongada huelga universitaria. El movimiento, es evidente, está entrando en una fase crítica en la que los huelguistas y sus dirigentes deberán adoptar decisiones tácticas de enorme importancia y las cuales condicionarán la victoria, (a estas alturas del conflicto sólo posible como victoria parcial) o la derrota y descomposición. El desenlace, como es natural, depende no única pero sí principalmente de las decisiones tácticas del CGH, hasta el momento metido por la fuerza de las circunstancias y por su propia dinámica interna en una especie de trampa, que paraliza su iniciativa táctica y le impide ir al encuentro de otras fuerzas universitarias, partidarias verdaderas de una solución negociada del conflicto y de la transformación de la universidad.
En toda lucha social las decisiones correctas de táctica dependen de la apreciación del momento. Si se piensa, por ejemplo, que tras 130 días de huelga agotadora ésta puede prolongarse mucho más con la convicción de que eso va a doblegar a las autoridades o va a permitir la acumulación de fuerzas que darán lugar a un hipotético estallido social sin saber para qué y hacia dónde, y sin importar la opinión en contra o al menos las dudas de buena parte de los estudiantes (no de los activistas) y de la mayoría del personal academico; si es así, se explica el atrincheramiento de los más acelerados integrantes del CGH y de sus voceros quienes se reducen sólo a defender a rajatabla, sin imaginación, el pliego de seis puntos y la realización del congreso resolutivo como condición previa para concluir el movimiento de huelga.
Pero evidentemente hay indicadores suficientes de que el paro ya no da para mucho más, tiene un ambiente cada día más desfavorable en el interior de la universidad y necesita encontrar una vía de salida digna, exitosa en las circunstancias actuales. Y debe repetirse, hay condiciones para esa salida que si no significa la satisfacción plena e inmediata de todas las demandas estudiantiles sí puede ser una victoria parcial en lo inmediato y crear bases sólidas para los cambios que han madurado en la UNAM, como se puede advertir desde fuera.
Lo cierto es que merced a la huelga y a la tenacidad de los estudiantes, otros sectores universitarios se han puesto en movimiento y secundan las exigencias de cambios, todo lo cual redunda en beneficio de la causa estudiantil. Sólo desde una plataforma sectaria se puede acusar de agentes del rector o de Bucareli a quienes buscan otros caminos de solución del conflicto que no son exactamente los oficiales del CGH. Otra cosa es la acción del rector y su gente, quienes a toda costa quieren imponer la derrota al movimiento; éstos seguirán haciendo hasta el ultimo momento de la huelga todo lo necesario para su fracaso: lo mismo alentar la vasta campaña publicitaria contra el movimiento que enviar provocadores junto con estudiantes adversarios de la huelga, con el propósito de crear situaciones de tensión y de violencia para provocar la acción policiaca y crear un clima de justificación de ruptura de la huelga por medio de la violencia policiaca o de estudiantes y personal académico, ese sí al servicio de los propósitos del rector.
La situación es favorable para que el CGH retome la iniciativa política y táctica y con audacia formule propuestas que sin ceder en lo esencial de sus demandas les dé un nuevo cauce y otros tiempos a las que no pueden ser satisfechas de inmediato, tal como lo propusieron los profesores eméritos a fines de julio y que han recibido un amplio respaldo de la comunidad universitaria y de la sociedad que no puede ser menospreciado por los integrantes del CGH sin incurrir en ceguera infantil.
El CGH tiene la palabra. No puede seguir ignorando la realidad sin el riesgo de conducir el movimiento a un precipicio del cual no se sale. Tiene la obligación de tomar en cuenta y atender las opiniones y propuestas de otros sectores universitarios que han sido respetuosos de la huelga pero que hoy están impacientes, y con razón, por la prolongación de la misma y el sectarismo de la mayoría de sus dirigentes. Aún es tiempo de salir de la encrucijada, construir una salida digna y evitar el amargo sabor de la derrota cuyo rostro puede asomarse pronto.