La Ley de Herodes

Fernando Figueroa n Esta semana recibimos dos madrazos en forma de cartas, una de Roberto Idem Pintado y otra de Luis Angel Silva, mejor conocido como Melón. La misiva del suspirante priísta inicia con un "Apreciable Fernando" que ya mero nos hace llorar. La de Melón arranca con un "Señor de todos mis respetos" que agradecemos y creemos por provenir de un artista. MADRAZO PINTADO nos dice que "México y los mexicanos no podemos seguir siendo rehenes de la delincuencia" y que "México demanda un futuro de certeza donde se acaten las leyes". Luego dice: "Me dirijo a usted para solicitar su voto el próximo 7 de noviembre, en que habrá de elegirse al candidato del PRI para contender por la Presidencia de la República". Sin pensarlo mucho, de madrazo, le podemos decir que no cuente con nuestro voto porque, en efecto, queremos un país en el que los delitos no se vayan por el desagüe del Fobaproa (hoy IPAB). Don Robert (como le dijo Adal Ramones en Otro Rollo) nos dice muy seguro: "Usted y yo coincidimos en lo fundamental, y lo fundamental se llama México". Pues sí, pero la palabra México puede significar biodiversidad, cultura, luchas sociales, cuerno de la abundancia o botín político. Para tranquilizarlo, le diremos que no vamos a votar por ninguno de los cuatro jinetes del apocalipsis. EN CUANTO A la carta de Melón, el primer párrafo inicia así: "He esperado su llamada telefónica inútilmente". En efecto, ya habíamos recibido el recado de que le llamáramos, pero no nos pareció útil hacerlo; nos hubiéramos sentido como el cura que interpretaba Héctor Bonilla en El diluvio que viene (hablaba con el mismísimo creador del universo a través del auricular). En el último párrafo, el señor Silva señala: "Le aseguro que estas letras no llevan la más mínima intención de ofenderlo y mucho menos tener un enemigo más". Ni nos sentimos ofendidos ni nos convertiremos en su más reciente enemigo, simplemente nos repatean frases (vengan de quien vinieren) como "creo que no leyó bien la entrevista", "me hace dudar de su oído musical", "antes que usted y los críticos escucho todo lo que se refiere al Son", "para hablar de Son con propiedad hay que ser SONERO". La alternancia de frases conciliadoras y prepotentes nos hace imaginar a un papá, patrón, cura o político autoritario que se quiere ver buena onda. A pesar de lo anterior, le agradecemos la intención de no llevar la discusión al terreno del arrabal. PARA NO DARLE muchas vueltas a la noria, debemos decir que el meollo del asunto es la animadversión de Melón hacia un numeroso grupo de personas (superior al que aparece en el directorio telefónico), y en especial hacia Ernesto Márquez, un tipo que no sólo conoce de música sino que además posee el don de la palabra hablada y escrita. Nos da la impresión de que Melón ve en Márquez al campeón nacional de peso completo de la crítica musical afroantillana y quiere destronarlo, aunque pertenezcan a divisiones diferentes. Es como si Ernesto Márquez --quien alguna vez le pegó en la penumbra a los bongós-- quisiera convencerse de que como músico él fue más picudo que Melón. A PESAR DE que dijimos que el grupo de Lobo y Melón había escrito una página importante en la historia del son, Luis Angel Silva nos dice que nos quedamos cortos. Para complacerlo, digamos que el sexteto escribió un capítulo importante. Ahora le falta a Melón escribir sin rencores un buen libro de memorias. Un primer paso podría ser invitar como coautor al director de la revista Bembé (EM); serían Ronaldo y Ronaldinho en una delantera con la misión de jugar no para el marcador sino para la tribuna. Soñar en alianzas no cuesta nada.