50 mil almas en el Palacio de los Deportes
La danza de los viejitos a ritmo de boogie boogie
Jaime Whaley n Cónclave cuantioso, en asistencia y en años acumulados por parte de los concurrentes a esta cálida y anual celebración que ni el fuerte chaparrón enfrió.
La senectud capitalina, no toda desde luego, se dio cita en cifras cercanas a las 50 mil almas. Tres locales de la amplia instalación del Palacio de los Deportes les dieron cabida para que giraran como polvorientos remolinos llenos de nostalgias.
Los compases corrieron a cargo de ocho agrupaciones musicales que lo mismo interpretaron el boogie-boogie, el swing, el más que centenario danzón o el joven de todos ellos, el cha cha cha, que lleva casi medio siglo de vigencia.
Ya llegan los de la llamada tercera edad en camiones que los transportan desde su delegación, en taxis, combis y también en Metro. "La caminadita nos sirve para calentar", dicen don Eusebio y Rosita, su compañera, ya setentones ambos, quienes no se han perdido ninguno de los pasados 15 bailes de La cana al aire, y menos este en el que se ofrece que aquellos de la tercera edad que se casen en el próximo enero serán ajuareados por parte del Instituto de la Senectud, siempre y cuando no rebasen los tres años de noviazgo, por ponerlo en términos moralmente permitidos, pero don Chebo exclama: "šUuuy!, nosotros desde hace casi 40 años que vivimos así nomas".
En la atestada pista circular del edificio principal las parejas se mueven con cadencia. Se forman grupitos, invitados famosos son rodeados por sus fans, como es el caso de Alejandro Aura y Doris, conductores de sabatina emisión del Canal 11 que aquí da fe de bien vista, que trabajosamente multiplican sus saludos.
Llueve afuera a cántaros y adentro llueven cientos de regalos en rifa que van desde un modesto tostador hasta un viaje en avión.
El Charro González, conductor de un programa radiofónico deportivo, se da tiempo para ejecutarse un cha cha chá, recuerdos de su época de estudiante de educación física, una de las dos distracciones mayores que había en esos años, como recordó Raúl Vega, el puntual animador del baile que recuerda que la otra era el cine.
La orquesta de Benny rinde tributo a Glenn Miller y se forma el círculo en torno a dos diminutos octogenarios, Conchita Frutos y Alejandro García, que humorosamente explican su razón de bailar: "pues es que ya no podemos tener hijos, algo hay que hacer".
Ya van casi tres horas de contoneo y el servicio médico, apoyado por un escuadrón de 12 ambulancias, no reporta ni un soponcio.
Oh, senectud, divino tesoro.