n Don Jorge Flores n

n Elena Poniatowska n

Dentro del mundo de los libros las vedetes suelen ser los autores o las personalidades y los hechos a quienes se les dedica el libro, los biografiados y los acontecimientos. Los editores, los encuadernadores no tienen afán de celebridad. Si figuran es un poco a pesar de sí mismos. Permanecen atrás y dan su apoyo y sus conocimientos. Tal fue el caso de don Joaquín Diez Canedo, el más querido de todos los editores, el amigo de sus autores y su consejero no sólo literario sino culinario y hasta matrimonial. No buscó jamás las candilejas. Tal fue el caso también de don Jorge Flores del Prado, íntimo amigo de Joaquín Diez Canedo y fundador junto con él de la editorial Joaquín Mortiz. Actual presidente del Consejo de las Librerías de Cristal, don Jorge murió el jueves 29 de julio, un mes después del larguísimo y penoso calvario de Joaquín que tanto lo afligió y que finalmente terminó el 26 de junio de 1999. ''Fue mejor para él, no era justo que sufriera en esa forma. Era una tortura para él, para su familia, para sus amigos", comentó Jorge Flores sin imaginar jamás que a él le tocaría desaparecer 30 días más tarde.

Hace quince años, en 1985, don Jorge Flores me pidió que escribiera el texto de un libro de arte sobre el pintor Pablo O'Higgins para el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana que integraban Leopoldo Méndez, Manuel Alvarez Bravo, Rafael Carrillo y en la creación artística de algunos tomos (el de José Guadalupe Posada, el de la Pintura Mural Mexicana y el del Arte Popular) Mariana Yampolsky. Para ello tendría que emprender una exhaustiva investigación y entrevistar a todos los que lo conocieron.

Por lo general jamás se le pregunta a un periodista cómo y con qué hace su trabajo o si tiene en qué moverse. Se le da la orden y arréglatelas como puedas. De pronto, un señor muy caballeroso inquirió no sin preocupación:

-ƑTiene usted quién le transcriba las entrevistas?

Para mi gran sorpresa, Jorge Flores contrató a una especialista con toda clase de aparatos ultramodernos que las transcribió.

Después quiso saber dónde conservaba los recortes de periódicos de los artículos publicados y cuando le dije que en bolsas de plástico abrió muy grandes los ojos.''šCómo va usted a tener sus recortes así nada más, no, eso no puede ser!" Se ofreció a darle remedio y a cambio de mi batidillo vi llegar a la casa volúmenes bellamente encuadernados. Hacer el libro de Pablo resultó gratísimo porque los encuentros con Jorge Flores siguieron a lo largo de los años ya sin libro de por medio. Muy pronto habría yo de descubrir que don Jorge era ''un ejemplo de caballerosidad, generosidad, puntualidad, rectitud y de lo que es vivir para los demás, ya que él siempre necesitó muy poco", como lo dijo su hijo mayor. Incluso Jorge me pidió que escribiera un texto sobre niños de la calle para una filantrópica revista del Variety Club de la que se hizo responsable. Yolanda y Jorge Flores, miembros del Variety Club (entre quienes destacaba Carlos Amador) me invitaron a una comida en la que pude darme cuenta de su labor altruista.''ƑQuién da esto? ƑQuién da lo otro?" Unos y otros levantaban la mano. Eran múltiples los voluntarios. Unos días antes de su muerte, don Jorge me llamó para solicitarme otro texto sobre el editor y librero Rafael Gimenez Siles. Repuse que sólo había visto de lejos en alguna ocasión y creía que el indicado era Emmanuel Carballo. Así quedamos. Tres días más tarde habría yo de recibir la pésima noticia. Don Jorge dejó tras él a su esposa Yolanda y a sus tres hijos, Jorge, Francisco y María. Jorge, el mayor, administrador de empresas trabajó durante cuatro años (1971-1974) con los Diez Canedo, padre e hijo en la editorial Joaquín Mortiz, como director de ventas y publicidad. Francisco, administrador de empresas también, así llamado en honor de Francisco Suari, quien inició las encuadernadoras, y María, la más chica, sicóloga de profesión.

''En la labor de encuadernar libros -cuenta Francisco- don Jorge conoció a Joaquín Diez Canedo cuando era director de producción del Fondo de Cultura Económica, se hicieron grandes cuates y él, mi abuelo Francisco Suari, Abel Quezada y Manuel Pijoan fundaron Joaquín Mortiz Editores. Allí se dieron a conocer todos los grandes escritores de la época, Rulfo, Paz, Fuentes, Sabines, Garro, Castellanos, Pacheco, Agustín, Sainz, García Saldaña y cosa muy extraordinaria, cientos de poetas que en general los editores rechazan diciendo que 'la poesía no se vende'. Para distribuirlos mi padre fundó Avándaro que asimismo trajo varias editoriales a México entre ellas Ariel, Seix Barral y Teide. Poco a poco las editoriales montaron su propia red de distribución en el país y Avándaro desapareció pero en el inicio fue un negocio casi familiar.

''Mi padre fue editor, librero, distribuidor de libros, y cuando los herederos de la viuda de Martín Luis Guzmán, quien fue socio fundador de las Librerías de Cristal las heredaron pensaron venderlas a una cadena estadunidense de librerías. Mi padre se opuso y juntó a cinco de los editores más grandes del país y a otros cinco de sus amigos impresores y nosotros como encuadernadores compramos entonces la cadena de Librerías de Cristal que creo que no llegaban a 20, en 1980 y ahora son cincuenta y tantas. El día que murió mi padre, todavía era presidente del consejo de EDIAPSA Librerías de Cristal."

 

A las seis de la mañana

 

Don Jorge conoció a don Rafael Gimenez Siles porque encuadernaba sus libros. Jorge Flores tenía su casa en Las Lomas y Gimenez Siles su negocio en Paseo de la Reforma. Por una casualidad, Jorge Flores se enteró que Gimenez Siles llegaba a trabajar a las seis y media de la mañana, hora en la que él bajaba para venirse a ''Encuadernadora Suari" y vio que era una hora ideal para encontrar a don Rafael totalmente tranquilo, sin nadie en su despacho, sin teléfono que lo molestara. Así se hicieron grandes amigos. Al igual que el español, Jorge Flores siempre se levantó de madrugada a trabajar y decía que no se podía increpar a los demás y exigirles nada si no se daba el ejemplo. Gimenez Siles, lo mismo. Cuando él murió, sus hijos y los de Martín Luis Guzmán pensaron en vender la cadena pero Jorge Flores lo impidió: ''Esto no se puede ir de México". Entonces el hijo de don Rafael Gimenez Siles, Rafael Gimenez Navarro, se las vendió a Jorge Flores y a sus socios; de esto hace ya 20 años.

Asegura Francisco Flores: ''Somos más o menos diez socios entre empresas y personas, mexicanos todos".

 

Coffee table books

 

''Cuando se fundó el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, por una iniciativa de Adolfo López Mateos y como un fideicomiso de la Secretaría de Educación Pública en donde además intervenía el Banco de Comercio Exterior, la gente de la SEP, Roger Díaz de Cossío, Javier Barros Valero le pidieron a mi papá: 'Oye, tú que sabes tanto de libros y tú que de alguna manera has intervenido en esto, Ƒpor qué no te encargas tú de esta editorial?' El Banco de Comercio Exterior tenía en aquel entonces 600 fideicomisos. Absolutamente todos perdían dinero, inclusive la Plástica, mi padre la dirigió y cuando la entregó hace ocho años, ese fideicomiso producía utilidades y seguía sacando volumen tras volumen, con el mismo objetivo de publicar una constancia de la obra de artistas ya renombrados siempre mexicanos y hacer no sólo un libro de divulgación sino un libro de arte, un libro de colección, un coffee table book como los llaman en Estados Unidos.

Jorge Flores se relacionó con todos los jefes de la banca, concretamente con Banamex y se le ocurrió sugerirle al director que en vez de tanto regalo de fin de año destinara una parte de ese presupuesto a la edición de libros de arte de determinadas características, un libro especial que poca gente sabe hacer. Un libro hermoso sería un excelente regalo que podría ofrecer Banamex año tras año; segundo, una edición privada con lo cual se distinguirían entre empresas e industrias de México y tercero que al ser un libro de colección su valor iría aumentando al paso de los años como aumenta el de las obras de arte. El primer libro que hizo Banamex se llamó El paisaje humano mexicano con el que Fomento Cultural Banamex y Encuadernación Suari ganaron una medalla de bronce.

''Así empezó en México la costumbre del libro obra de arte como regalo de fin de año y la historia de mi padre en la confección de libros finos que desde entonces no han dejado de publicarse y los bancos hoy consideran uno de sus más grandes aciertos.

''Llevo más de 25 años en Encuadernadora Mexicana, dedicándome a libros especiales y nos hemos sacado el Premio Nacional de Artes Gráficas desde hace cinco años -prosigue Jorge Flores Suari-. Hemos hecho libros de aniversario, libros de fin de año a empresas muy grandes como ICA, Grupo Carso, Laboratorios Roche, Ford, Chrysler, Procter and Gamble, Ferrocarriles Nacionales, Vitro, Desk, Cartón y Papel de México y desde luego los ya mencionados Banamex y Bancomer.''

En 1976 Jorge Flores le hizo a Bancomer los primeros tres libros (edición privada) entre los que destacan el del Templo Mayor, Dos mil años de la lengua, Orozco, Rivera, Saturnino Herrán, Francisco Corzas, El Dr. Atl, así como La plástica del siglo de la Independencia, el Atlas general de la historia de México, Kohun lich (sobre un dios maya en Chetumal, Yucatán), La Coyolxhauqui y muchos otros. Año tras año, don Manuel Espinosa Yglesias mandó hacer diez mil ejemplares encuadernados en tela para regalarles a sus compañeros, mil en piel que destinó para regalo para sus visitantes distinguidos, Juan Carlos, rey de España; Henry Kissinger, Nelson Rockefeller, Pierre Trudeau, Mennen, Jacques Chirac, George Schultz, secretario de Estado de Estados Unidos, y otros.

 

Cofundar la Feria Metropolitana del Libro

 

Jorge Flores M. del Prado, quien fue presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, creó el Centro de Capacitación Rafael Reynoso y fue co-fundador de la Feria Metropolitana del Libro, promotor de la institucionalización del Día Nacional del Libro, vicepresidente del grupo interamericano de editores, fundador y seis años presidente de Cepromex (Centro de Promoción del Libro Mexicano), fundador y diez años presidente de la Asociación Nacional del Libro. Jorge Flores siempre nadó en un mar de libros. Fue un un buen nadador porque practicó ese deporte durante toda su vida y ganó torneo tras torneo en el Centro Deportivo Chapultepec y como lo dice muy bien Joaquín Diez Canedo hijo, era ''conocedor como pocos de los secretos del arte de transformar papel impreso y cartón en libros que nuestras manos se resisten a soltar". A propósito de la natación, Joaquín Diez Canedo comenta: ''Hombre paciente y dedicado, había que verlo nadando para entender de dónde adquiría el temple para enfrentar la vida con buena cara. Así lo imagino: nadando sin prisa pero sin pausa hacia la eternidad".

Quienes se han dedicado al desarrollo de la industria editorial en México son hombres y mujeres poco comunes, capaces de actos de heroísmo en una batalla desigual en contra de la desidia, la ignorancia y sobre todo la televisión porque quienes compran a plazos y como urgencia inaplazable una televisión no están dispuestos a gastar un centavo en un libro. Si el mercado editorial es muy pequeño, la cifra de librerías es ridícula en nuestro país de más de 90 millones de habitantes; no llegamos ni a mil 400 librerías de las cuales 800 se concentran en el DF, de acuerdo con datos de la Caniem (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana) que le otorgó a Jorge Flores el Premio al Mérito cuando la presidió. Los centros comerciales venden libros de superación personal y best-sellers cuando los hay. El nivel educativo de la mayoría no permite que los libros sean una necesidad prioritaria. Por tanto, quienes encuentran tiempo para leer aman los libros como don Jorge Flores del Prado y se dedican a hacerlos son verdaderos quijotes, hombres y mujeres fuera de serie como Flores y Diez Canedo que editaban libros sin pensar en que se vendieran. ''El libro es algo más que un simple producto, un simple satisfactor de necesidades y lo hace a uno recapacitar en que hay cosas más importantes que las cosas materiales o el negocio," dice Jorge Flores Suari. ''Lo que mi padre quería era ayudar a la gente y buscaba echarle la mano a cualquiera que estuviera cerca de él, sus empleados primero y luego sus amigos".

En efecto, Encuadernación Suari está de pésame, los empleados deambulan tristes, los semblantes apagados y los clientes que llegan de diversos estados y de otros países de América Latina también se ven afectados. Tal es la huella que deja Jorge Flores, un hombre pulcro y bondadoso, respetuoso de los demás y de sus necesidades, recordado hoy por su amor al libro y a los lectores.