Orlando Delgado
Dornbusch: el canto de las sirenas

Rudiger Dornbusch, reputado economista y asesor de diferentes gobiernos, amigo y mentor académico de Pedro Aspe, Luis Téllez, Alejandro Reynoso, y muchos otros egresados del Massachusetts Institute of Technology (MIT), llegó a México para dictar una conferencia y opinar sobre la coyuntura económica y política que se vive en nuestro país.

Opina con la suficiencia típica de los tecnócratas, con la prepotencia y el cretinismo de los economistas de Boston; lo hace no como alguien que observe desde lejos a nuestro país y tenga, por ello, una perspectiva interesante; lo hace, en verdad, con cierto conocimiento íntimo de las antesalas del poder, con el propósito de incidir en la evolución de los acontecimientos: su visión es interesada.

Dornbusch conoce el desempeño económico de México desde hace tiempo; fue asesor de Aspe y Salinas y, como tal, participó en el diseño de la estrategia económica instrumentada por ellos. Discrepó al final de ese sexenio en relación con dos temas centrales: la política de tipo de cambio y la meta de inflación; en relación con el primer tema señaló los inconvenientes de utilizar el tipo de cambio como ancla de la desinflación, dada la sobrevaluación que provocaba; el objetivo obsesivo de lograr una inflación de un solo dígito, es decir, menor al 10 por ciento, le pareció que obstaculizaba el crecimiento.

El resto de la estrategia económica salinista no fue cuestionada. En realidad, es uno de los impulsores de la liberalización de los mercados a nivel mundial, como lo escribió en un artículo con Alejandro Reynoso, titulado ``Factores financieros en el desarrollo económico'', con un apéndice sobre el sistema financiero mexicano. En ese texto se plantea toda la política llevada a cabo para liberalizar el sistema financiero; lo que sucedió de 1993 a la fecha con los bancos, ciertamente, le concierne.

Por eso sus señalamientos sobre el papel de Guillermo Ortiz al frente de Banxico; sobre el buen funcionamiento del propio Banco de México; sobre la dolarización; y, particularmente, sobre el sistema bancario mexicano, cuyo desempeño lo califica de satisfactorio, no resultan atendibles. Menos aún, su propuesta de recibir asesoría ``de alguien de Estados Unidos'', como primer paso para sanear la banca.

Pero, lo más revelador es su enjuiciamiento de la posibilidad de una alianza opositora. De entrada, es evidente que el destinatario de sus opiniones es el PAN, no la opinión pública, o los lectores del periódico que lo entrevistó. Su planteo de que la alianza es una broma, indica el enfoque con que se refiere al asunto: ``el PAN no puede estar lo suficientemente loco para dejar que pase esto. Esta alianza no sería capaz de gobernar y la comunidad internacional daría advertencias al respecto...''.

Es conocido que la comunidad financiera internacional ha enviado mensajes favorables a la coalición opositora, a su posibilidad de gobernar y a la conveniencia de la alternancia. Esto, por supuesto, lo sabe bien Dornbusch, pero su intento es utilizar su autoridad intelectual para modificar las decisiones que está tomando el PAN; por eso, su planteamiento final: ``Vamos a terminar viendo una combinación en armonía del PAN y el PRI, trabajando juntos para sacar al país adelante''.

Cierto es que el PAN ha ayudado al régimen a dar una salida al espinoso asunto del Fobaproa, las propuestas presupuestales, y probablemente lo haga con la privatización eléctrica. El PRI acepta esto sin problemas, lo que no acepta es que el PAN gobierne este país, como ha demostrado en el estado de México y lo está haciendo en Coahuila; por eso, Acción Nacional ha participado en los trabajos para conformar un frente opositor. Por eso, si se trata verdaderamente de luchar por México, los panistas y los economistas que sientan alguna clase de admiración por este economista se sonreirán y dirán ``qué mala broma la de Dornbusch''.