Para dialogar, primero preguntad, después escuchadÉ decía don Antonio Machado, el poeta filósofo sevillano. Dialogar, que es lo opuesto a la irracionalidad de la fuerza... La UNAM pone de manifiesto que no es el diálogo su razón de ser sino la fuerza de la barbarie, a pesar de ser la casa del diálogo, de la razón, de la negociación. Ese error, hijo de nuestro optimismo, explica la extrañeza y el dolor con que nos enteramos del relajo vandálico que acompaña al conflicto.
Aunque padezca nuestro orgullo universitario, no queda otra que aceptar la genealogía animal, el instinto de muerte freudiano, el mal radical del hombre que no se desmiente con el transcurso de la vida. El progreso moral de los hombres es puramente epidérmico. No traspasa la piel. Seguimos fieles al recuerdo de nuestro antecesor el ``pithecanthropus erectus''.
¿Quién es más fuerte? ¿La rectoría o el CGH? Las recriminaciones son recíprocas. El llamado de los profesores eméritos, que convocan al diálogo, no traspasa el discurso ni de uno ni de otro, a pesar de ser apoyado por la mayoría de los universitarios. El CGH sostiene que lucha por la transformación de la UNAM, y rectoría insiste en ser la líder de la excelencia académica. Dígase lo que se quiera del freudismo, pero el instinto de muerte, destructivo, no está ausente de nuestra historia ni se desentiende de nuestro destino. La expresión en la compulsión a la repetición de dicho instinto en la UNAM muestra, lentamente, nuestra barbarie; aprovechando los motivos de la discordia de ese monstruo que es nuestra universidad.
Si las rivalidades entre rectoría y el CGH son llevadas al diálogo por los eméritos, en un planteamiento marcado por un arbitraje de justicia, que se acerca a dirimir, vía la razón, el conflicto no es escuchado. Se trata de vencer, ¡Viva quien vence! -todo o nada- y con ello el aflorar de la barbarie de los instintos de muerte. Goce negativo, compulsión a la repetición. Modelo acorde a una fijación o a una regresión, repetición material, brutal y al desnudo como repetición de lo mismo. Modelo perturbado de disfraces, travestimientos y desplazamientos; explicándose por medio de la represión que traduciría el conflicto del repetidor en lo que repite, en lo repetido. Eros-Mnemosyne, repetición como desplazamiento y disfraz enlazados a la búsqueda de una huella de una presencia imposible. Tánatos como un sin fondo. Como el eterno retorno. Juego según Deleuze, de diferencia y repetición, hábilmente guiado por el instinto de muerte. Urdimbre de tiempos en laberínticas bifurcaciones convergentes hacia azarosas ficciones, senderos para Ananké.
Espejo de doble faz, donde la otra cara del instinto de muerte intentaría el juego a la manera del Fort-Da freudiano, la dominación de lo negativo, de la ausencia y de la pérdida. Poco a poco la vegetación perversa invade la universidad, que parece perder su sentido, gobernado por el azar, tomándose inasible. ¿Será posible que la UNAM pueda ``desplazar'' de sus dominios la barbarie, el narcisismo desenfrenado con su cauda de omnipotencia y sadismo? Actualmente nada autoriza a esperar que las partes en conflicto renuncien al uso y abuso de esos resortes del poder. Hoy, los conflictos de la UNAM son menos frecuentes, pero más terribles. El progreso extendiéndose a todo, ha alcanzado también al instinto de muerte, depurándolo, refinándolo. Instinto de muerte, de obrar silencioso, que interpretado por Derrida, nunca deja un archivo que le sea propio; mal radical, mal de archivo, que parece estar en obra ya desde siempre en la labor de custodia, guarda e interpretación de los archivos y en la compleja relación que mantenemos con estos, con nuestros modos de recordar, memorizar, monumentalizar, consignar en un lugar exterior el ``tiempo perdido''. Instinto de muerte, que al obrar siempre en silencio, nunca deja un archivo que le sea propio. Se le ve desplegarse más nunca se le escucha. Y mientras tanto, el escrito de los eméritos, basado en la razón y la justicia sigue también sin escucharse. Será que ya tampoco importan nuestros poetas filósofos, como ese Antonio Machado que decía: ``para dialogar, preguntad primero y luego escuchad...''; lo contrario no es lo universitario, sino el instinto de muerte, disfrazado de poder.