La Jornada miércoles 25 de agosto de 1999

Carlos Martínez García
Albores de un ocaso

Albor es el resplandor del amanecer, y un segundo significado se refiere al inicio de algo. Ocaso, además de usarse para la puesta del sol, es sinónimo de decadencia y declive. Albor(es) Guillén está en pleno ocaso; el gobernador sustituto del sustituto en Chiapas, con su verborrea violenta y actos policiacos agresivos contra quienes se le oponen, es un consumado ejemplo de cómo agravar los conflictos con la instrumentación de una política decadente. Las bravuconadas de Roberto Albores son artilugios que no convencen de su eficacia ni a sus propios, muy pocos, partidarios.

En las últimas semanas el desgobernador chiapaneco ha subvencionado costosas campañas para estigmatizar a personajes y organizaciones que sostienen puntos de vista poco o nada gratos en el Palacio de Gobierno de Tuxtla Gutiérrez. Bajo el pretexto de autoproclamarse defensor de la soberanía e integridad del territorio de Chiapas, Albores se creyó con los suficientes argumentos para culpar al senador Pablo Salazar Mendiguchía de haber vendido territorio chiapaneco al vecino estado de Oaxaca. Quien haya preparado el expediente del caso, que por instrucciones de Albores se publicó en varias planas de publicaciones chiapanecas, le hizo un flaco favor a su jefe porque si algo demuestran los documentos es que Salazar Mendiguchía, como secretario de Gobierno en los primeros meses de 1994, simplemente continuó con el proyecto de hacer de Los Chimalapas una zona de reserva ecológica. Pero como se trataba de que los encabezados de los diarios de Chiapas pusieran con letras grandotas, como algunos lo hicieron, que Pablo Salazar era un traidor a la patria chica, no importó que la letra pequeña de los facsímiles de oficios y acuerdos dijeran lo contrario a la verdad oficial alborista. Al fin que pocos son los que se toman la molestia de leer con cuidado farragosas inserciones pagadas.

Como casi todas las operaciones descalificatorias que emprende, la nueva andanada contra Salazar se le está revirtiendo estrepitosamente a Albores Guillén. La motivación principal del gobernador, su obsesión, es evitar que el senador independiente se convierta en el candidato de una alianza de partidos para ganar la gubernatura de Chiapas el próximo año, y por eso sus actos son acabados modelos de irracionalidad que se le reviran porque la sociedad está más informada que antes y conoce los antecedentes y efectos de los desgobiernos priístas en Chiapas. Bien dice de Albores el impreso en el que Salazar responde profusamente a los infundios lanzados en su contra: el gobernador tiene una rara facilidad para ``encontrar un problema para cada solución''.

Parece que nadie le ha dicho a Roberto Albores Guillén que estamos en tiempos cuando antiguas triquiñuelas hoy ya son inoperantes, además de ridículas. Por órdenes del gobernador se ha evitado que los lectores que tiene La Jornada en Chiapas puedan adquirir ediciones de nuestro periódico en las que, a juicio de Albores y sus incondicionales, se daña la imagen de quien ocupa la titularidad del gobierno en la entidad.

El camino escogido por los censores ha consistido en recorrer los lugares donde se vende La Jornada para comprar todos los ejemplares disponibles. Con ello creen que evitan llegue información peligrosa a un importante sector de la opinión pública chiapaneca. Olvidan que (¿acaso sabrán?) existe Internet y la posibilidad de que la edición decomisada sea ``bajada'' de ahí para imprimirla, fotocopiarla y distribuirla de mano en mano entre los interesados en saber por qué el paternal gobernador envió a los decomisadores para que agotaran los ejemplares de un diario que le es incómodo.

El más reciente eslabón de la cadena belicista de Albores es su manifiesta intención de impedir que lleguen a la zona de conflicto EZLN-Ejército federal ciudadano(a)s interesados en evitar que se desate nuevamente la guerra en la zona. Contraviniendo las garantías que consagra la Constitución sobre la libertad de tránsito de los mexicano(a)s por el territorio nacional, Roberto Albores amenaza con expulsar de la entidad o encarcelar a quienes, según el, cometen actos delictivos. Claro está que todo ello sobre la base de una muy particular idea de lo que son delitos, entre otros solidarizarse de manera pacífica con las comunidades indígenas que rechazan obras y servicios en sus pueblos por considerar que las guía el interés militar, y no el beneficio general de la población. Las amenazas de Albores Guillén son peligrosas por la carga de linchamiento que contienen, y por la posibilidad de que algunos auténticos coletos o indígenas priístas sientan que es su deber controlar la llegada de observadores molestos para su causa. Control que se establecería de forma hostigante o abiertamente violenta contra quienes a primera vista tengan apariencia de zapatistas, de acuerdo al arbitrario modo de entender lo que es el look ezelenita desde la perspectiva de los salvaguardas de la integridad chiapaneca. Antepongamos el albor de la razón al ocaso del autoritarismo.