n En pocas, aunque elocuentes mantas, exigen la salida del Ejército


Inevitable, que indígenas se adueñen de la atmósfera

Hermann Bellinghausen, enviado, San Cristóbal de las Casas, Chis., 23 de agosto n Mientras los movimientos del Ejército Federal, los paramilitares y las fuerzas vivas revividas por el gobierno estatal intentan cercar y atacar a las comunidades en resistencia, la alguna vez llamada Ciudad Real se pobló abrumadoramente de indígenas, a eso del mediodía de hoy. Tzotziles, y de los Altos casi todos, de pasamontañas, llevaban un principal reclamo: ''Fuera Ejército de Chiapas'', y más precisamente, según otra consigna, ''de las comunidades de la selva Lacandona''.

Por lo tanto, el trayecto del bulevar de la Panamericana, y la avenida Insurgentes, columna vertebral de San Cristóbal que después del centro pasa a llamarse general Utrilla, se inundaron de un inconfundible olor a maíz y humo de leña que despiden los cuerpos y las ropas de los indios.

Esta ciudad conoce, y bien, la presencia de los campesinos indígenas; es ya, casi, una ciudad indígena, pero si se arraciman por miles, procedentes de las montañas, es inevitable que se adueñen de la atmósfera.

Además de unos 40 estudiantes recién llegados del DF y de la actriz Ofelia Medina que camina entre ellos por la calle, la marcha es, en su totalidad, indígena.

Se nota que se trata de una manifestación urgente; hay pocas y muy modestas, aunque elocuentes, mantas y cartulinas, y la mayoría procede de los municipios más cercanos al valle de Jovel: Chamula, Zinacantán, San Andrés y Chenalhó, principalmente.

Y ya con eso tuvieron para realizar una de las marchas más numerosas que se recuerden por aquí.

La manta que se extendía al frente de la larga multitud, que llenó de principio a fin el corazón de San Cristóbal, decía en letras delgadas: ''Albores no es un gobierno sino un asesino de campesinos''.

No todo el tiempo gritan. Largos tramos por el bulevar, los indígenas, hombres y mujeres, marchan en silencio. O responden con roncos suspiros viva a la mención de nombres como Emiliano Zapata, comandantes Tacho y Ramona, subcomandante Marcos, así como la sociedad civil nacional e internacional, los estudiantes de la UNAM y el Congreso Nacional Indígena.

Un hombre de Chenalhó enarbola una cartulina blanca que lleva escrito con plumón: ''Vivan todos los pueblos de México''.

También hay un poco de humor. Un perro flaco lleva en ambos costados una manta que dice: ''Albores, no seas como yo''.

Pero sobre todo, gritos terribles: ''šGobierno, entiende, tienes dos caminos: estar con el pueblo o ser asesino!''.

 

Día histórico

 

Al mismo tiempo que las calles de Jovel se llenaban de miles de indígenas de rostro abierto, en su mayoría tzotziles, gritando viva la libertad-democracia-y-justicia como una sola cosa del singular, unas cuantas decenas de indígenas, en su mayoría tzotziles, hacían colas en los bancos que rodean la plaza central de San Cristóbal con sus cheques del gobierno en las manos. Estos últimos habían participado, poco antes, en el acto a favor del gobernador Albores que convocó el alcalde coleto, y al cual acudieron alrededor de 300 personas, más indígenas que coletos, por cierto.

Se pudo ver a las mujeres chamulas y zinacantecas retirarse del acto gubernamental con sus buenas cubetas de colores, regalo por asistir; antes, pudieron verse las mantas de apoyo al mandatario interino de Chiapas transportadas en camionetas de las policías Judicial y municipal, para ser repartidas a los simpatizantes de Roberto Albores, en general, y de Mariano Díaz Ochoa, en particular.

El presidente municipal de San Cristóbal de las Casas dijo a la gente reunida esta mañana frente al ayuntamiento: ''Este es un día histórico''. Y aprovechó la ocasión para compartir las impaciencias del gobierno estatal: ''Le decimos al presidente Zedillo que si es necesario que cierre la UNAM, que la cierre, para abrir más universidades en los estados''.

Hubo discursos iracundos, sobre todo de una vocera de los auténticos coletos, en contra de los extraños, pero una vez más tocó al alcalde Díaz Ochoa interpretar el sentir de sus simpatizantes: ''Por primera vez tenemos un gobernador que responde enérgicamente a lo que queremos los chiapanecos. Hemos venido aquí para decirle a Albores que ha sabido interpretar el sentimiento de los chiapanecos. No vamos a aceptar que gente de fuera venga a manipular. Pueden regresarse por donde vinieron. El pueblo de San Cristóbal va a responder''.

Un orador indígena había señalado, ejemplarmente, un poco antes: ''No es posible que gente extraña nos venga a manipular, gente que no ha nacido en Chiapas''.

El centro de la ciudad estuvo bloqueado desde temprano por los transportistas públicos de la CROC y los piratas, en espera de que los sancristobalenses inundaran las calles para el acto alborista. No obstante, la población reaccionó con escepticismo, y mejor no participó.

Para mayor extrañeza, uno de los tantos gritos zapatistas que más tarde recorrería las calles y plazas fue: ''šColeto, escucha, tu pueblo está en la lucha!''.

Como sea, la percepción de la marcha zapatista por parte del gobierno fue distinta de la ciudadanía. Digamos, de los comerciantes, un sector fundamental de San Cristóbal. Por primera vez en un acto zapatista, el ayuntamiento fue protegido, en sus dos accesos, por decenas de policías antimotines. Los comercios, en cambio, mantuvieron abiertas sus puertas mientras desfilaban, por miles, los indígenas encapuchados, en absoluto orden. Antes, muchas tiendas cerraban, pero ya se vio que no es necesario.

-Son bastantes -decía un coleto, molesto, a un colega comerciante, mientras pasaba la marcha.

-Ya ves que los indios siempre son bastantes -comentó el otro, en torno de qué le vamos a hacer.

 

Dos lenguas en la plaza

 

Una voz masculina resuena en el atrio de San Cristóbal. Suena indígena, clara y fuerte: "El gobierno se ha dedicado a organizar la guerra y la destrucción", dice en su ropa de campesino, inespecífica y humilde. Los pantalones, de corte "occidental", le vinieron grandes.

"Los pueblos son considerados por el gobierno los principales enemigos de la patria", prosigue el orador, a nombre de "la coordinadora de la manifestación", como se presenta al terminar su discurso.

Aunque hay algunos grupos procedentes de la zona tzeltal, la lengua franca hoy en la plaza de San Cristóbal es el tzotzil, aunque los gritos, para que se entiendan, son en castilla.

La última contingencia (como llama un orador a los contingentes que van llenando el atrio de la catedral) la conforman cientos de indígenas que ya ni siquiera conservan sus vestimentas tradicionales. incluso para los Altos de Chiapas, se ven muy pobres.

Y van gritando, con melancolía pero en voz fuerte: "šVivan nuestros muertos en combate!" y "šVivan los zapatistas de todo México!". Unos se cubren el rostro; otros ni siquiera. Han de pensar que para qué.

Sobre el templete instalado en un extremo de la plaza, bastante rudimentario, se dirigen a la multitud reunida de pie, o sentada en el piso, varios oradores. En las dos lenguas.

Toma la palabra Amado Avendaño, a quien los indígenas saludan como "gobernador de transición" y "gobernador en rebeldía". Y les dice a las bases de apoyo del EZLN, con su estilo directo y coloquial: "Yo, como ustedes, no tengo miedo. Camino tranquilo por la calle porque sé que estoy haciendo las cosas bien, entre las 4 paredes de mi casa y las 2 páginas de un periódico que tengo".

Su discurso es pacifista. Un hombre que ha estado a punto de morir dos veces en estos años de convulsión chiapaneca. "Los zapatistas sirvieron para abrir los ojos de los mexicanos. Eso es lo que encabrona al gobierno".

Y dice a los zapatistas: "su movimiento ya triunfó". Según Avendaño, los zapatistas "demostraron que para hacer la revolución no hacen falta las armas, basta la conciencia.

 

Ley fuera de la ley

 

Con orden y rapidez, los zapatistas se retiran de San Cristóbal en cuanto termina el acto. Un ciudadano, coleto para más señas, parafrasea una idea de Amado Avendaño al pasar frente al custodiadísimo palacio municipal: "el verdadero temor de los priístas es que están fuera de la ley".

Aunque como es el mundo del revés, parece lo contrario. Por ejemplo, la policía de Migración recorre hoy los hoteles y posadas de San Cristóbal exigiendo (no siempre con éxito) que se les muestren los registros de todos los huéspedes: nombre, procedencia, si son de la UNAM o extranjeros, por ejemplo, número de cuarto y qué hacen en San Cristóbal. (Que la migra espíe e interrogue a ciudadanos mexicanos se fundamenta Ƒen qué ley?).