Elba Esther Gordillo
Izmit. oración por todos

Conforme pasan las horas, después del terremoto que sacudió a Turquía, suceden dos cosas: quienes sufrieron el embate de la naturaleza cobran conciencia de qué tan solos están y de los muchos años que tardarán para recuperarse de la tragedia, y que el mundo se acostumbre a la actualización de las cifras de muertos, desaparecidos, daños económicos e, incluso, de la rabia social que surge ante la incapacidad gubernamental para actuar a la velocidad reclamada.

En sólo una semana, de 2 mil muertos originalmente anunciados se conoce ahora de 40 mil, con la seguridad de que será una cifra pronto superada; no cabe duda que la fuerza de la naturaleza deja nuevo testimonio de que sigue siendo indomable y de que no hemos entendido que sus reclamos, cada vez más frecuentes y destructivos, nos expresan que se requiere de un replanteamiento profundo acerca de cómo actuar ante ella.

La explosión demográfica que ha hecho que en sólo un siglo pasáramos de mil millones de habitantes en el planeta a 6 mil millones, la urbanización de la vida social que concentra enormes cantidades de seres humanos en espacios finitos y, más importante aún, el deterioro que le hemos infringido a la naturaleza al girar contra sus reservas para preservar un modelo de bienestar que cada día resulta menos sustentable, nos debe impulsar a presentar los fenómenos desde otra perspectiva, a partir de una idea diferente y creativa.

Con todo y que la solidaridad mundial acude presurosa ante un desastre como el vivido en Turquía, resulta evidente que será insuficiente y que es imposible mantenerlo como eje de la vida cotidiana del mundo entero, pero ¿es eso lo deseable?

Terremotos, inundaciones, sequías, hambrunas, incluso pandemias, cada vez más impactantes, nos hablan de la necesidad de que el cambio en la composición de la hegemonía mundial, antes bipolar y ahora globalizada, debe proponerse afrontar los problemas desde otra perspectiva. ¿Serán sólo los temas económicos y de comercio los que den pleno sentido a la idea de la ``aldea global''? Quedarnos ahí expresaría nuestra mediocridad y nuestra falta de perspectiva acerca de los problemas verdaderamente profundos que este mundo globalizado enfrenta.

La agenda de la globalidad debe empezar por entender las causas y los efectos de nuestra interdependencia, no en términos de valor agregado o de PIB, sino por el enorme desgaste que el modelo de civilización ha auspiciado y que a todos afecta, hayamos o no llegado a la cima del desarrollo.

Si bien la oración por Izmit debe dirigirse a quienes ahí murieron y a los que están enterrando a sus muertos, la verdadera, la trascendente, debe servirnos de sustento para repensar el destino de nuestra civilización. La oración por Izmit es por la humanidad y para extraer de ella la fortaleza para afrontar, no sólo los efectos, con solidaridad, sino las causas y con decisiones que nos permitan preservarnos como especie teniendo como umbral un plazo en verdad largo.

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