Ilse: hay que disfrutar el dolor, aunque a veces es ridículo
Entaconadas y corbatudos, el público que llenó para ver a Flans
Patricia Peñaloza n Justo cuando Bazar irrumpe con sus "cuadros y revistas, camisetas, discos y jeans", y el público evoca sus momentos de barro y espinilla, a la güerita Ilse se le olvida la letra de la canción; se la completa Mimí, Ivonne se carcajea, mientras una pantalla exhibe imágenes ochenterísimas: colores brillantes, flecos parados, mallones y demás fetiches que llevan a percatarnos de lo fresérrrrrrima de esa década, en que Flans se volvió soundtrack obligado, pues en ellas muchos jóvenes vimos un tanto saciadas nuestras necesidades de música fresca, de un look menos aseñorado que el de Lupita D'Alessio, de pasos de baile inusuales, en días en que en México el rock en español seguía siendo impensable, donde lo más roquero-comercial-en-castellano... špodían ser ellas!
Corbatudos y entaconadas llenan un Auditorio Nacional de 19 de agosto, pero se arrellanan en sus asientos; hechos todos unos adultos contemporáneos, parecen no poder seguirle el paso a las muchachonas, quienes en derroche de energía se ven más guapas --nada ochentosas--, echan aún buen dancin, y no toman en serio dos-tres errorcillos de entradas a destiempo, para recomenzar explícitas. Mas, aunque lucen rebosantes de alegría en uno más de los conciertos de nostalgia pop de los últimos años, el público no agarra vuelo.
Tras una manta que reproduce la portada de su primer disco aparecen las chicas ataviadas de novias, para desde el comienzo denotar que ofrecerán repertorio para fans, pues mientras se quitan el ajuar para mostrar su vestuario siempre chic, lanzan la inesperada No me quiero casar (ay, pero si las tres están casadas, no se hagan). Siguen con Esta noche no y Billy. Los espectadores no corean, como si ya hubieran olvidado las letras, o cual si hiciera un rato que no desempolvaran sus acetatos. Cuando las Flans no entienden por qué el público no se desboca sobre ellas como lo hizo en Monterrey, llega Veinte millas, primer tema ovacionado que, sin embargo... šmantiene a la gente sentada!
El acompañamiento musical es de calidad, bajo la dirección general de Toussaint, con arreglos sencillos que no suenan a viejo, pero que tampoco son la gran maravilla. Aun así, la música suena digna, comparada con los conciertos de anteriores reencuentristas. Además, las chamacas conservan su personalidad intacta: Ilse, la más alocada en movimientos, de mejores ritmo, sonrisa y gusto para vestir; Ivonne, la más despatarrangada en ocurrencias y gestos; Mimí, la más moderada, tiesesona para el baile, pero de mayor facilidad de palabra. Luego, nos presumen cantando mejor que antes (šmenos mal!): Ivonne se echa sus gorgorillos jazzeros, Mimí coloca bien y fuerte los tonos, e I lse, con su fragil voz, se muestra tímida en baladas pero suelta en las prendidas. Uno de los gestos más gratificantes y divertidos (para fans netos) es verlas realizar con soltura los mismos pasitos sui generis, coquetones, de antaño.
Mimí canta Horas, tema del próximo álbum. Luego vienen Alma gemela, Uhm, ah, oh, y la gente se calienta... moderadamente. Ilse comenta estar a ocho meses de una cesárea, Ivonne llora de emoción y no puede acabar su canción solista Desde la trinchera, el público la ensalza y Mimí la reanima con Hoy por ti, mañana por mí. Siguen Las mil y una noches, Ay, amor. Enloquece por fin el público con Tímido, Bazar, Corre, corre y No controles. En el encore cantan tres calmaditas del recuerdo. Dice Ivonne: "A ver si se acuerdan de ésta, y si no, me vale". Ilse recomienda: "Hay que disfrutar el dolor. A veces es rico flagelarse", mientras Ivonne secunda: "sería muy bueno que algunos políticos se flagelaran"... El concierto termina con un sabor de boca extraño, como si los del respetable hubiéramos esperado sentir esa comezón adolescente que no llegó y que no volverá... Sin duda, el gran reto de Flans es poderle llegar, con sus nuevos temas (energía aún tienen), a los descastados oídos de cambio de siglo, teniendo una visión más crítica y arriesgada del presente, para no condenarse a ser tan sólo un muestrario de los ingenuos ochenta.