La Jornada lunes 23 de agosto de 1999

SIGNOS DE HAMBRE

SOL Según diversos estudios realizados por instituciones académicas y empresas dedicadas a la comercialización de harina de maíz, el consumo de tortilla en México ha caído de manera significativa en los últimos años, hecho que revela un preocupante decremento de los índices de alimentación de millones de mexicanos.

La tortilla constituye -además de un componente básico de la cultura y la identidad nacionales- el alimento principal en la dieta de gran parte de la población del país, sobre todo de los mexicanos más desfavorecidos. Un análisis reciente del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM concluyó que el consumo de tortilla aporta la mitad de las calorías y una tercera parte de las proteínas diarias a los sectores poblacionales de menores ingresos. En este contexto, cabe señalar que los grupos sociales que dependen de la tortilla para sobrevivir abarcan un amplio espectro de la población, pues 40 millones de mexicanos, según datos oficiales, se encuentran en condiciones de pobreza.

Por otra parte, las ventas de Maseca y Minsa, las dos principales empresas productoras de harina de maíz -insumo con el que se fabrica buena parte de las tortillas que se consumen en México- cayeron en 13.2 y 20.4 por ciento, respectivamente, en el primer semestre de este año. A decir de especialistas, este fenómeno ha tenido lugar, entre otros factores, por el constante aumento del precio del producto básico (336 por ciento en los últimos cinco años) y por los graves desequilibrios generados en el sector agrícola y alimentario por la desaparición de los subsidios, la importación indiscriminada de granos y el desmantelamiento de Conasupo. Entre tanto, el poder adquisitivo de los salarios se ha desplomado 24 por ciento en el presente sexenio.

Así, para incontables mexicanos, la tortilla se vuelve cada vez más inaccesible, y numerosas familias de escasos recursos han tenido que reducir el consumo de ese producto, circunstancia que equivale, a fin de cuentas, a enfrentar el espectro del hambre, la enfermedad y el bajo desempeño físico y mental. Estos datos muestran un panorama inquietante, pues revelan que el empobrecimiento de gran parte de la población ha alcanzado proporciones infrahumanas. De mantenerse esta intolerable situación, los riesgos de estallidos sociales aumentarán sin cesar y el futuro del país, en términos humanos, económicos y sociales, no será sino incierto y desolador.

Pese a la gravedad de estos hechos, muy poco es lo que el gobierno federal ha realizado para atender la miseria y el hambre que aquejan a millones de compatriotas. Los programas oficiales de asistencia social no han sido sino paliativos -con fuertes distorsiones electoreras- y la política económica vigente no ha conseguido sino ahondar las desigualdades sociales y agravar la pobreza en la que sobrevive 44 por ciento de la población.

Inclusive, según estudios de especialistas, medidas como la eliminación de subsidios a los productos básicos, la desaparición de Conasupo como ente regulador de los mercados alimentarios, la apertura indiscriminada a las exportaciones de granos y la política económica restrictiva -que ha conducido al desplome de los salarios- guardan una relación estrecha con la baja en el consumo de tortilla y otros alimentos.

Mientras las autoridades destinan cientos de miles de millones de pesos al rescate de una banca ineficiente y plagada de corrupción, la alimentación de los mexicanos es cada vez más reducida. ƑHasta cuándo se mantendrá el empecinamiento oficial por mantener los privilegios de unos cuantos a costa del empobrecimiento y el hambre de millones?