La revolución verde y bancos fitogenéticos
Jalil Saab H.
El siglo XX ha sido testigo de fundamentales revoluciones tecnológicas como la nuclear, la electrónica, la informática, la de polímeros y la biotecnológica. Pero sin duda la que afectó más directamente a la humanidad en su conjunto ha sido la llamada revolución verde, que permitió en su momento abatir el hambre y tuvo como consecuencia inmediata el incremento de la explosión demográfica iniciada a partir de la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX.
En términos generales, se conoce como revolución verde al desarrollo y aplicación de técnicas agrícolas que incorporan el uso de fertilizantes industriales, plaguicidas y ųprincipalmenteų semillas mejoradas que generaron un aumento sorprendente en la producción de granos esenciales en la dieta humana (trigo, maíz, arroz). México triplicó su producción total de cereales en menos de dos décadas (1950-1967); en Pakistán se alcanzó a cosechar seis veces más trigo (7,500 Kg/ha) de lo que se lograba recolectar con las mejores cepas tradicionales.
Dicha innovación técnica nació a partir de las investigaciones realizadas por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMT), en Texcoco y Ciudad Obregón, durante los años 60, financiadas por las fundaciones Ford y Rockefeller en cooperación con el gobierno mexicano, en el contexto de un proyecto coordinado por Norman Borlaug (Nobel de la Paz 1970), en el cual colaboraron intensamente investigadores y agrónomos mexicanos.
Los estudios para mejorar las características morfológicas y de resistencia a enfermedades se dirigió inicialmente hacia el trigo. Tras años de esfuerzo se logró obtener una variedad con tallo corto y rígido para soportar el peso de granos más abundantes y densos, con periodo de madurez relativamente corta que permitió dos o tres cosechas anuales.
Cruzando al trigo mexicano enano (Sonora 64) con variedades paquistaníes e indias más altas se obtuvieron nuevos tipos como los exitosos Mexipak, Indus 66 y Sharabi Sonora.
En 1967, México exportó a Pakistán 42 mil toneladas de semilla de trigo mejorado, con el cual se sembraron 600 mil hectáreas; India sembró 3 millones de hectáreas con trigo mexicano en 1968; en 1970, 16 millones de hectáreas, en una docena de países asiáticos, fueron cultivadas con esas semillas producidas en nuestro país. Ahora, 50 millones de hectáreas son sembradas en el Tercer Mundo con esas variedades. Sin embargo, los beneficios en el agro se dejaron notar más en el Punjab indio que en la campiña mexicana, con excepción de los valles del Yaqui y del Mayo.
Lo negativo de la revolución verde fue la vulnerabilidad de los cultivos homogéneos a agentes patógenos y el abandono o desaparición de infinidad de especies de semillas tradicionales que formaban parte de la biodiversidad agrícola milenaria. Antes, una plaga podía afectar a ciertas variedades, pero otras eran capaces de sobrevivir gracias a su misma biodiversidad. Ahora, como ya ha sucedido, cuando una enfermedad afecte una planta de un cultivo, dañará a todas por ser genéticamente similares.
En la actualidad, el CIMMT sufre un recorte presupuestal de casi 70 por ciento, a pesar de la importancia que debería darse al desarrollo de semillas mejoradas y la conservación de las silvestres y de cultivo tradicional, única posibilidad de enfrentar futuras catástrofes alimentarias en México y el mundo. La penuria que sufren los bancos fitogenéticos es lacerante realidad, lo mismo en los centros de investigación de Estados Unidos que en la ex Unión Soviética, Filipinas, etcétera.
Empero, quedan destellos de esperanza, por ejemplo, en la recolección y rescate de 3 mil variedades de frijol mexicano en la Universidad Autónoma Chapingo por el doctor Roberto García Espinoza (Colegio de Posgraduados), en asociación con el canadiense Raoul Robinson, de la Universidad Guelph. Ojalá se hiciera lo mismo con maíz, papa, cebolla o aguacate buscando y conservando variedades silvestres y de cultivo tradicional.
Las semillas mejoradas originaron la primera revolución verde. La segunda está dándose en la ingeniería genética con la obtención de plantas transgénicas, las cuales, manejadas responsablemente, pueden dar lugar a cultivos resistentes a sequías o salinidad de suelos, así como disminuir el uso de insecticidas y plaguicidas agresivos.
El asunto está enmedio de una apasionada ųque debería ser razonadaų discusión entre científicos, ecologistas, productores y usuarios de semillas.
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