Antesala

En corto. Condolencias. Después de unas supuestas vacaciones haciendo adobes, regresamos a esta Antesala con el triste deber de enviar un sentido pésame, de parte de todo el equipo de La Jornada Semanal, a nuestro amigo y sustancioso colaborador Hugo Hiriart por el fallecimiento de su señora madre, doña Bertha Urdanivia de Hiriart. Vaya pues un fuerte abrazo para el famoso autor de la columna ``Configuraciones''. Una precisión. En el número 231, correspondiente al domingo 8 de agosto, la nota y la selección del fragmento de novela del húngaro Péter Esterházy, Ella me ama, fueron realizadas por Hernán Lara Zavala. Otra precisión. En la portada del mismo número 231, la foto de Vicente Rojo que se empleó para el collage de la portada es de nuestro fotógrafo de planta, Luis Humberto González.

En defensa de la Casa del Lago. Hoy domingo se presenta Víctor Gershenson con un concierto de piano llamado Sonidos de la luz, en la Sala Lumiere, a las 14 hrs. Asista usted, melómano(a) lector(a), al tradicional sitio que se levanta a orillas del lago, en la 1» sección del Antiguo Bosque de Chapultepec, donde desde hace muchos años se ha presentado de manera libre y experimental, cultura (así nomás, sin demagogia ni ideología, excepto la calidad y la honradez) para todo tipo de públicos y audiencias (y no sólo lo que El Llanero Solitito y las huestes de las ruinas de CLETA creen que es la ``cultura para el pueblo'': una especie de proletkult de petatiux, cuya calidad deja todo que desear y con cuyo discurso quieren sorprender a la gente del Consejo General de Huelga, jóvenes bien intencionados pero que no conocen su (del Llanero y cletos que lo acompañan) oscura historia de tomas de teatro y modus vivendi a costillas del chantaje a las diversas administraciones de la UNAM. Esperamos que los chavos se den cuenta de que no todo es como el whisky -Black & White- y que hay espacios cuya historia tiene más de una interpretación y muchos matices. Se los dice alguien que colaboró de buena fe en los inicios de CLETA -por ahí de 1974- y que salió corriendo cuando vio cómo ese movimiento se descomponía a pasos acelerados. No se dejen sorprender, amiguitos, no todo discurso revolucionario es revolucionario -aunque vaya rimado a lo Memo Ríos. Digo, ¿o sí?

Enigmas de Ediciones B. Llegó a nuestra redacción un sobre que, al ser abierto por Verito, nuestra dinámica encargada de Relaciones Públicas, casi le da el tramafat: dicen los que la vieron que se puso pálida pálida, trastabilló y pidió un vaso de agua, por favor, mientras de sus manos se deslizaba el contenido del dichoso sobre: una foto en very close up de ¡Stephen King!, quien a pesar de filtros y altos contrastes, además del amoroso retoque de la fotógrafa Tabitha King (supongo esposa o hija del famoso autor de dizque escalofriantes bestsellers), resulta un perfecto personaje de su propia obra. Ya sobre aviso y armado de valor, alguien la recogió del suelo (a la foto, no a Verito, quien por fortuna alcanzó a sentarse) y la puso sobre nuestro escritorio. También nos sobresaltamos pero este antesalista, que ya lo había identificado en una pésima película basada en una de sus novelas, y sabe que King es mucho más feo de lo que aparece en la foto, leyó los pies de ídem, donde nos avisan que su reproducción parcial (¿qué, los ojos bizqueantes nomás?) o total está prohibida. Pero que sí puede ser utilizada (gracias, muchas gracias) para promoción de los libros de Stephen en Ediciones B. Excelente. Sólo que nosotros comentamos libros y, la verdad sea dicha, probablemente nos interese más el volumen (que no recibimos) que la foto de don (no Don -aunque así quedó instantáneamente peinada Verito) King. En todo caso, no sabemos si darle las gracias a Pilar Gordoa, gerente de mercadotecnia de Ediciones B, o enviarle la cuenta del cardiólogo al que ha tenido que recurrir nuestra Verito. Lo estamos pensando.

Centenario de Tamayo. El Museo Rufino Tamayo se apresta a organizar una gran muestra que titularon Tamayo: su idea del hombre, y que se inaugurará el próximo jueves 26 de agosto y que durará hasta 31 de octubre. Están invitados tanto usted, lector(a) amante de la obra del oaxaqueño al grado de haber pintado su casa inspirado(a) en sus obras, como usted, desafortunado(a) lector(a) que no ha tenido oportunidad de ver una gran exhibición del Maestro, a esta exposición temática que cubre desde 1928 hasta 1990; podrá observar cómo la paleta del pintor se fue transformando. ``De Niño azul (1928) -el autorretrato que abre la muestra- a El muchacho del violón (1990) -último óleo pintado por el creador-, Tamayo se consagra como excepcional colorista. Excepcionales son también sus texturas y formas.'' Esta exposición reúne 57 obras, entre ellas el mural El hombre, elaborado en los años cincuenta a solicitud del Museo de Dallas y que forma parte de su colección permanente. También habrá actividades paralelas a la muestra, como conferencias, mesas redondas y talleres y una fiesta sincrética (!) que con inocencia pusieron por nombre Vela Tamayo (¿king size? , pregunta nuestro alburero formador). La Vela será el domingo 29 de agosto y, según dicen, conjugará las tradiciones católicas y prehispánicas. Habrá banda, orquesta, bailongo y atracón de tamales, empanadas, camarones, cerveza y licor de nanche. Así las cosas, para las 8 de la noche quién sabe qué habrá pasado con la Vela y con las señoritas que bailen la Zandunga. ¡Pero una fiesta es una fiesta, qué caray!

Carlos García-Tort [email protected]


Bazar de asombros


LAVêN CERDA, LOS CHILENOS, ``SANTA BçRBARA''
Y LAS JACULATORIAS


Hernán Lavín Cerda es una de esas personas que saben muchas cosas, no presumen de ello, hacen de su erudición un servicio a la otredad y saben participar en la vida literaria con esa candorosa seriedad que los niños ponen en sus juegos y que les permite encontrar las pequeñas y fundamentales cosas del mundo y de la vida: ``Hemos puesto en venta un condominio/ en el Panteón de las Vírgenes,/ pero nadie lo quiere comprar.// Dispone de un circuito cerrado de televisión/ y música del más acá y del más allá, para cuando el espíritu/ se vuelva más ingrávido que el espíritu de la espuma.''

Algunos críticos sanos y serenos -no los de la pesquisa policial de influencias- han visto caminar -o brincar gozosamente- por las páginas de los libros de Hernán a Torri, Macedonio Fernández, al travieso Felisberto, a ese maestro de naderías esenciales que fue, es y será Ramón Gómez de la Serna y a Lautréamont conjurado y visto por un animalito lleno de ojos, antenas y tentáculos que va saliendo retador y brincón de un cuadro de Pancho Toledo.

Veo a todos ellos y a muchos más: la tierra fría de la bella franja que habitan los chilenos en el mapa de esa América amada desorbitadamente por Neruda; los alimentos terrenales, la música de Bartok, Pessoa y los poetas que lo acompañaron; Oaxaca, Acolman y esta ciudad disparatada, rota y con sus encantos tapados por el más falso de los progresos. Están, además, sus obsesiones, un verso terso y natural, la sencillez arduamente alcanzada, los álamos y chopos del paisaje cántabro, la abuela Odilia y una bondad inteligente que se traduce en compasión y, a veces, en disgusto ante los espadones, los autoritarios y los integristas que traen a la verdad de las orejas: ``Y escuchábamos, más allá de la sangre, en el jardín,/ la viscosidad del trueno entre las lilas.// Ahora recuerdo que tú sangrabas/ por la nariz como una loca/ y yo ejecutaba, sobre el clavicordio de juguete,/ la simulación del Vals de los Vampiros.''

Universal y chileno a rabiar y a gozar (casi todos los chilenos son así), Hernán ha cumplido en México tareas de maestro con una prudencia notabilísima (es más lo que pregunta que lo que afirma y ya sabe que la inseguridad mexicana se traduce en agresividad y en incoherencia). Recuerdo nuestros recuerdos del ``Peneka'' y de los libritos del ``Zigzag'' (Garin, Zilahy Lajos, Mann, Sadoveanu, Wilder...) y nuestra admiración por esa novela emblemática de lo real maravilloso en la tierra chilena, Hijo de ladrón de Manuel Rojas.

Esta reunión de libros y poemas nos permite ver el conjunto de la obra de Lavín Cerda, esa corriente que fluye en un cauce seguro y ordenado y sus afluentes que a veces se desbordan y ponen la variedad y la gracia en el transcurso de un viaje que es, a la vez, itinerario vital y amor por la palabra, el poema y sus formas. Por eso está muy bien que la reunión de voces se abra con una serie de rogativas y jaculatorias:

    Ayyy, Santa Apolonia,
    este dolor de muelas me vuelve loco
    y es más terrible que el dolor del alma.

    Ayyy, Santa Apolonia, pídele ayuda a Santa Bárbara
    y jalen las dos, jalen muy fuerte, jalen
    con la furia del alma en las manos,
    jalen con toda la potencia divina
    ¡y déjenme al fin sin muela alguna!

    La Santa Bárbara mexicana, vuelta Changó por la santería cubana, es experta en accidentes del clima y sus horrores: ``Santa Bárbara doncella que en el cielo fuiste estrella, líbranos de un rayo o de una centella...'' Buena es Santa Rita, ``vencedora de imposibles'' para las coyunturas en las que el médico o el banquero o el abogadoÊdel embargo mueven la cabeza y se preparan para anunciar la llegada fatal. La oración ``Magnífica'' rezada por Doña Deifilia Cámara de Pellicer, nos ayuda a enfrentar las calamidades con fuerza y serenidad. Mi abuela la rezaba en medio de las aparatosas tormentas de Guadalajara y al llegar a ``la gran bondad'' no podía evitar una media sonrisa claramente retrospectiva. Se trataba de un recuerdo de infancia: pasando el río de Lagos de Moreno en la vieja diligencia familiar, se vino una poderosa riada que estuvo a punto de provocar un naufragio tierra adentro. Una tía empezó el rezo de la ``Magnífica'' y así lo dijo: ``Glorifica mi alma al señor y mi espíritu se llena de gozo al contemplar la gran bondad...¡Camilo, se está miando una mula!'' Este agregado quedó impreso en la memoria familiar.

    Creo que las rogativas de Hernán han dado buenos resultados a lo largo de las páginas de esta luminosa reunión de poemas cargados de vida y de originalidad. Tenemos en las manos un libro lleno de viajes, exteriores e interiores, reales o imaginarios. Hernán transita por Urkudor, Aleppo, Nicosia para encontrar su Afaf, ese puerto al que se llega en una madrugada crepuscular, cuando la luz violácea encubierta tras el neblumo da a Venecia o a Constantinopla sus coloraciones terribles o augurales. Este hermoso conjunto de poemas da vueltas y revueltas, recorre caminos de milagrería y retorna a la casa del padre para encontrar la muerte y la resurrección, el final y la esperanza.

    Siempre vemos ``las vagas estrellas de la osa mayor'' desde la leopardiana terraza de la casa paterna.

    Hugo Gutiérrez Vega

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

En el mecanismo de los gordos (2)
¿Cómo se calcula la importancia de algo?

El Marqués no podía explicar cómo había llegado el faisán dorado hasta su lecho conyugal. Pero no era cosa de desvelarse por eso porque, a fin de cuentas, ¿qué importancia tenía? Hubo quien observó: ``es importante por enigmático, esto es, porque no se ha podido explicar, y ese solo hecho le da cierta importancia''.

No, a ver, a ver, no se puede hablar así, en el vacío.

Primero hay que establecer cómo funciona la noción de ``importancia''. ¿Qué es?, ¿cómo se calcula la importancia de algo?

Muy sencillo, se me ocurre, si partimos, otra vez, de fines o propósitos y medios para alcanzarlos. Referimos así la noción: ``X es importante, si X es condición para alcanzar el fin Y''. Pero ¿qué pasa cuando A y B son condiciones para alcanzar el fin Y, y decimos que A es más importante que B? Esto sólo podemos decirlo cuando A es, por ejemplo, condición también de B, pero B no lo es de A. De otro modo no podríamos afirmarlo, y A y B tendrían la misma importancia.

Pero en esta elucidación, el concepto de ``importancia'' queda atado al de ``finalidad''. Esto es, si digo ``X es importante'', tendrían que preguntarme: ``¿en relación a cuál fin?'', pues de otra manera la noción no podría explicitarse.

Sin embargo, no sucede así en el lenguaje cotidiano: la palabra ``importancia'' muchas veces no está atada a ninguna finalidad y no se anda preguntando ``¿en relación a qué?'' Por ejemplo, le oí decir al Marqués un día:

-No podemos saber cuáles acciones o sucesos de nuestra vida han sido importantes y cuáles no.

-¿Importantes? ¿Para qué? -le preguntaron.

-No, para nada en particular. Entiendo por ``importante'' -respondió el Marqués- simplemente ``de mayores consecuencias''.

La importancia de algo se calcula por el número y la naturaleza de sus consecuencias. También si ese algo es una persona: un rey es más importante que un tejedor porque si un tejedor se equivoca, hace mal una alfombra y ya, pero si un rey se equivoca, puede sumir a un país entero en la desgracia. Esto es, sus decisiones tienen más, y más peligrosas y perdurables consecuencias: por eso es una persona más importante.

En esta elucidación del Marqués, la noción de ``importancia'' no queda atada a la de ``finalidad'' o ``propósito'' porque es evidente que no es lo mismo ``fines'' que ``consecuencias'' de una acción: un soldado borracho dispara un tiro al aire, la bala sube, cae lejos y mata un perro. El propósito del soldado no fue matar al perro, pero esa muerte fue consecuencia de su acción.

(Una digresión: el padre Gallegos explicó un día que para Dios, que lo sabe todo, los errores del tejedor pueden ser más importantes que los del rey. Imagina, aunque no lo entiendas, cómo puede ser la enorme concatenación de hechos delicados que permitiera eso. Uno de los regalos de una visión religiosa del mundo es que nos libra por momentos de la estrecha, burriciega y predecible escala humana de lo importante. Y abre camino a la fantasía. Hasta aquí la divagación y sigo con mi cuento.)

Digo todo esto sobre la noción de ``importancia'' porque quiero explicarme por qué el Marqués no le concedió importancia al traslado del faisán dorado, aunque era enigmático e inexplicable. Tal vez juzgó que el asunto tenía, como dicen los teólogos morales, ``parvedad de materia'', esto es, banalidad.

El caso es que lo olvidó.

Pasaron dos días, y al tercero dio en la sala grande del castillo un concierto el niño prodigio Urbano Bex, violinista húngaro que ejecutaba las zardas y mazurcas más complicadas al tiempo que evolucionaba despacio en una bicicleta de colores.

-No sé qué admirar más -juzgó el canónigo, que era sentencioso-, si la pobreza absoluta de invención de las melodías o la habilidad sin límites del niño.

-Otro Paganini -apuntó la madre de la Marquesa Josefina, mujer muy tonta de extroversión incontenible.

Y en eso aparecieron caminando, parsimoniosos y solemnes, en hilera, no uno, sino tres faisanes dorados.