Balas de azúcar
en la selva
Neil Harvey(*)
El operativo militar en Amador Hernández es muestra de cómo la construcción de caminos en la zona selvática de Chiapas no responde a las demandas locales, sino a un doble objetivo: cercar aún más a las comunidades zapatistas y subordinar el aprovechamiento de los recursos naturales a la política económica imperante. El caso de Marqués de Comillas es ilustrativo. La construcción de una carretera no trajo mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, facilitó el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas y justificó la presencia de retenes militares
milio Rabasa, coordinador para el diálogo, sostiene que las obras que realizan diversas instituciones en Chiapas forman parte de un plan integral diseñado para atender los rezagos sociales que dieron origen al levantamiento armado de 1994.
Ciertamente, las carencias en materia de salud, educación y vivienda son enormes, pero no son esas las únicas causas que originaron la rebelión. Tanto para los zapatistas como para muchas organizaciones sociales, los problemas de fondo son políticos y culturales, y sus soluciones requieren reformas democráticas que permitan la libre participación de todas las comunidades en el diseño, instrumentación y manejo de los planes de desarrollo comunitario y regional.
Para ellos, los nuevos caminos no representan ni el desarrollo ni la atención de sus necesidades, sino la expansión de la presencia militar entre sus comunidades.
Los bemoles del progreso
Una región selvática que ya vive las supuestas ventajas de la nueva infrastructura caminera es Marqués de Comillas, ubicada en un triángulo formado por el límite oriental de la reserva de Montes Azules, el río Salinas y la frontera con Guatemala. Los primeros colonos llegaron en los setenta, alentados por la Secretaría de la Reforma Agraria, que prefería evitar los conflictos que se pudieran dar al afectar a latifundistas en otras regiones de Chiapas.
En los ochenta, la región se volvió para el gobierno federal asunto de seguridad nacional. Primero, para asegurar los nuevamente descubiertos yacimientos de petróleo, y segundo, por la llegada masiva de refugiados guatemaltecos que huían de la guerra civil. Había que sellar la frontera, poblando la franja fronteriza con nuevos colonos de diversos estados de la República.
Así, Pemex inició la construccion de la Carretera Fronteriza del Sur, que facilitó la llegada de miles de colonos, madereros y ganaderos. Pemex vino, vio y perforó ocho pozos, que fueron tapados para explotarlos una vez que haya la inversión suficiente. Con la retirada de Pemex (y la reubicación de los refugiados) se pararon las obras en la tan estratégica carretera, dejando a los ejidos fronterizos a la merced de un camino de terracería que se inundaba y se deshacía con frecuencia.
Pero la rebelión zapatista dio un nuevo impulso a la construcción de la carretera fronteriza. En 1995 y 1996 el Ejército volvió a llevar el asfalto hacia el último rincón del territorio nacional, reduciendo el recorrido de Palenque a Benemérito de Las Américas de 15 a cinco horas, pero ahora con seis retenes militares. Para 1999 ya ha completado el tramo que continúa de Benemérito y que recorre toda la línea fronteriza hasta las comunidades ubicadas al extremo sur de la Reserva de Montes Azules, faltando un puente para que se conecte la carretera que sigue hasta Comitán. También en Marqués de Comillas se establecieron más retenes militares en la entrada de muchos ejidos, con el pretexto de combatir el narcotráfico, "proteger" a la población y controlar la tala ilegal de maderas preciosas. En varias ocasiones, los campesinos han denunciado el maltrato en los retenes y han pedido que se retiren los soldados a sus cuarteles.
Así las cosas, Marqués de Comillas luce una nueva carretera, que obedece a fines militares. En la vida cotidiana significa una cada vez mayor vigilancia por parte de la Sedena y de otras dependencias estatales y federales. La carretera no ha traído mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, pues la mayoría de los planes y programas de desarrollo no incluyen estudios de mercado desde el principio, y se repiten los desastres de siempre: el fomento a la producción de cultivos, como la vainilla, que luego se pudre por falta de mercado.
Por otro lado, la carretera sí ha facilitado el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas, como la caoba, la cual continúa a pesar de tantos retenes. En 1997, en un intento para contrarrestar la destrucción de la selva, la Semarnap acordó con 15 ejidos la formación de un Consejo para el Desarrollo Sustentable de la Selva de Marqués de Comillas (Codessmac). Con planes de manejo y permisos oficiales para el aprovechamiento ordenado, se abrió la posibilidad de que, ahora sí, serían las comunidades las que promovieran su propio desarrollo.
Sin embargo, el Codessmac ahora parece abandonado por la institución que más lo alento, y sus miembros tratan de aguantar la falta de apoyos, asistencia técnica y mercados para otras maderas que no sean caoba.
Al mismo tiempo, la reciente labor de reforestación de 10 mil efectivos del Ejército es una medida más de penetración militar. Es poco probable que los soldados vayan a seguir cuidando los arbolitos durante su crecimiento, lo que pone en duda el impacto real de estas acciones más allá de la imagen. La militarización de Marqués de Comillas no ayuda a la conservación ni al desarrollo, pero sí obstaculiza los propios planes de manejo forestal sustentable.
Voces ignoradas
Aparte de la militarización, hay otras presiones que vienen de diversos actores. Por un lado, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ahora busca apoyar la conformación de una empresa campesina forestal, lo cual no suena tan mal, siempre y cuando sean los campesinos y no el banco quienes controlen las decisiones sobre el uso de los recursos forestales, ahora en propiedad ejidal. Es decir, habría que insistir en un modelo de desarrollo diferente al puramente empresarial para que los beneficios se distribuyan de acuerdo a las necesidades locales.
Por otra parte, la delegación estatal de Semarnap acaba de anunciar su nuevo Plan maestro para la selva Lacandona, que consiste en dar apoyos a proyectos alternativos en aquellos ejidos y comunidades que colindan con las reservas de la selva Lacandona, incluyendo la de Montes Azules, con la intención de crear zonas de amortiguamiento. En Marqués de Comillas, ocho ejidos ubicados a orillas del río Lacantun han sido seleccionados para participar en este plan. La prioridad que parece guiar el plan maestro (que no ha sido difundido ampliamente en los ejidos) es la conservación de las reservas y su gran biodiversidad, la cual representa un recurso estratégico para la región, el país y el mundo. Sin embargo, falta escuchar la voz de los pobladores de estas comunidades selváticas.
En palabras de un miembro de Codessmac: "Las propuestas deben de ir de aquí para allá, y no de allá para acá". Y es este el punto. Cuando no obedecen a las necesidades de las comunidades, las carreteras, el desarrollo y la conservación son como "balas de azúcar", que ocultan su carácter económico, político y militar. b
(*) Department of Government, New Mexico State University, Las Cruces
[email protected]Balas de azúcar en la selva
El operativo militar en Amador Hernández es muestra de cómo la construcción de caminos en la zona selvática de Chiapas no responde a las demandas locales, sino a un doble objetivo: cercar aún más a las comunidades zapatistas y subordinar el aprovechamiento de los recursos naturales a la política económica imperante. El caso de Marqués de Comillas es ilustrativo. La construcción de una carretera no trajo mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, facilitó el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas y justificó la presencia de retenes militares.
Neil Harvey (*)
Emilio Rabasa, coordinador para el diálogo, sostiene que las obras que realizan diversas instituciones en Chiapas forman parte de un plan integral diseñado para atender los rezagos sociales que dieron origen al levantamiento armado de 1994.
Ciertamente, como todo el mundo sabe, las carencias en materia de salud, educación y vivienda son enormes, pero no son esas las únicas causas que originaron la rebelión. Tanto para los zapatistas como para muchas organizaciones sociales, los problemas de fondo son políticos y culturales, y sus soluciones requieren reformas democráticas que permitan la libre participación de todas las comunidades en el diseño, instrumentación y manejo de los planes de desarrollo comunitario y regional.
Para ellos, los nuevos caminos no representan ni el desarrollo ni la atención de sus necesidades, sino la expansión de la presencia militar entre sus comunidades.
Los bemoles del progreso
Una región selvática que ya vive las supuestas ventajas de la nueva infrastructura caminera es Marqués de Comillas, ubicada en un triángulo formado por el límite oriental de la reserva de Montes Azules, el río Salinas y la frontera con Guatemala. Los primeros colonos llegaron en los setenta, alentados por la Secretaría de la Reforma Agraria, que prefería evitar los conflictos que se pudieran dar al afectar a latifundistas en otras regiones de Chiapas.
En los ochenta, la región se volvió para el gobierno federal asunto de seguridad nacional. Primero, para asegurar los nuevamente descubiertos yacimientos de petróleo, y segundo, por la llegada masiva de refugiados guatemaltecos que huían de la guerra civil. Había que sellar la frontera, poblando la franja fronteriza con nuevos colonos de diversos estados de la República.
Así, Pemex inició la construccion de la Carretera Fronteriza del Sur, que facilitó la llegada de miles de colonos, madereros y ganaderos. Pemex vino, vio y perforó ocho pozos, que fueron tapados para explotarlos una vez que haya la inversión suficiente. Con la retirada de Pemex (y la reubicación de los refugiados) se pararon las obras en la tan estratégica carretera, dejando a los ejidos fronterizos a la merced de un camino de terracería que se inundaba y se deshacía con frecuencia.
Pero la rebelión zapatista dio un nuevo impulso a la construcción de la carretera fronteriza. En 1995 y 1996 el Ejército volvió a llevar el asfalto hacia el último rincón del territorio nacional, reduciendo el recorrido de Palenque a Benemérito de Las Américas de 15 a cinco horas, pero ahora con seis retenes militares. Para 1999 ya ha completado el tramo que continúa de Benemérito y que recorre toda la línea fronteriza hasta las comunidades ubicadas al extremo sur de la Reserva de Montes Azules, faltando un puente para que se conecte la carretera que sigue hasta Comitán. También en Marqués de Comillas se establecieron más retenes militares en la entrada de muchos ejidos, con el pretexto de combatir el narcotráfico, "proteger" a la población y controlar la tala ilegal de maderas preciosas. En varias ocasiones, los campesinos han denunciado el maltrato en los retenes y han pedido que se retiren los soldados a sus cuarteles.
Así las cosas, Marqués de Comillas luce una nueva carretera, que obedece a fines militares. En la vida cotidiana significa una cada vez mayor vigilancia por parte de la Sedena y de otras dependencias estatales y federales. La carretera no ha traído mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, pues la mayoría de los planes y programas de desarrollo no incluyen estudios de mercado desde el principio, y se repiten los desastres de siempre: el fomento a la producción de cultivos, como la vainilla, que luego se pudre por falta de mercado.
Por otro lado, la carretera sí ha facilitado el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas, como la caoba, la cual continúa a pesar de tantos retenes. En 1997, en un intento para contrarrestar la destrucción de la selva, la Semarnap acordó con 15 ejidos la formación de un Consejo para el Desarrollo Sustentable de la Selva de Marqués de Comillas (Codessmac). Con planes de manejo y permisos oficiales para el aprovechamiento ordenado, se abrió la posibilidad de que, ahora sí, serían las comunidades las que promovieran su propio desarrollo.
Sin embargo, el Codessmac ahora parece abandonado por la institución que más lo alento, y sus miembros tratan de aguantar la falta de apoyos, asistencia técnica y mercados para otras maderas que no sean caoba.
Al mismo tiempo, la reciente labor de reforestación de 10 mil efectivos del Ejército es una medida más de penetración militar. Es poco probable que los soldados vayan a seguir cuidando los arbolitos durante su crecimiento, lo que pone en duda el impacto real de estas acciones más allá de la imagen. La militarización de Marqués de Comillas no ayuda a la conservación ni al desarrollo, pero sí obstaculiza los propios planes de manejo forestal sustentable.
Voces ignoradas
Aparte de la militarización, hay otras presiones que vienen de diversos actores. Por un lado, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ahora busca apoyar la conformación de una empresa campesina forestal, lo cual no suena tan mal, siempre y cuando sean los campesinos y no el banco quienes controlen las decisiones sobre el uso de los recursos forestales, ahora en propiedad ejidal. Es decir, habría que insistir en un modelo de desarrollo diferente al puramente empresarial para que los beneficios se distribuyan de acuerdo a las necesidades locales.
Por otra parte, la delegación estatal de Semarnap acaba de anunciar su nuevo Plan maestro para la selva Lacandona, que consiste en dar apoyos a proyectos alternativos en aquellos ejidos y comunidades que colindan con las reservas de la selva Lacandona, incluyendo la de Montes Azules, con la intención de crear zonas de amortiguamiento. En Marqués de Comillas, ocho ejidos ubicados a orillas del río Lacantun han sido seleccionados para participar en este plan. La prioridad que parece guiar el plan maestro (que no ha sido difundido ampliamente en los ejidos) es la conservación de las reservas y su gran biodiversidad, la cual representa un recurso estratégico para la región, el país y el mundo. Sin embargo, falta escuchar la voz de los pobladores de estas comunidades selváticas.
En palabras de un miembro de Codessmac: "Las propuestas deben de ir de aquí para allá, y no de allá para acá". Y es este el punto. Cuando no obedecen a las necesidades de las comunidades, las carreteras, el desarrollo y la conservación son como "balas de azúcar", que ocultan su carácter económico, político y militar.
* Department of Government, New Mexico State University, Las Cruces
Balas de azúcar en la selva
El operativo militar en Amador Hernández es muestra de cómo la construcción de caminos en la zona selvática de Chiapas no responde a las demandas locales, sino a un doble objetivo: cercar aún más a las comunidades zapatistas y subordinar el aprovechamiento de los recursos naturales a la política económica imperante. El caso de Marqués de Comillas es ilustrativo. La construcción de una carretera no trajo mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, facilitó el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas y justificó la presencia de retenes militares.
Neil Harvey (*)
Emilio Rabasa, coordinador para el diálogo, sostiene que las obras que realizan diversas instituciones en Chiapas forman parte de un plan integral diseñado para atender los rezagos sociales que dieron origen al levantamiento armado de 1994.
Ciertamente, como todo el mundo sabe, las carencias en materia de salud, educación y vivienda son enormes, pero no son esas las únicas causas que originaron la rebelión. Tanto para los zapatistas como para muchas organizaciones sociales, los problemas de fondo son políticos y culturales, y sus soluciones requieren reformas democráticas que permitan la libre participación de todas las comunidades en el diseño, instrumentación y manejo de los planes de desarrollo comunitario y regional.
Para ellos, los nuevos caminos no representan ni el desarrollo ni la atención de sus necesidades, sino la expansión de la presencia militar entre sus comunidades.
Los bemoles del progreso
Una región selvática que ya vive las supuestas ventajas de la nueva infrastructura caminera es Marqués de Comillas, ubicada en un triángulo formado por el límite oriental de la reserva de Montes Azules, el río Salinas y la frontera con Guatemala. Los primeros colonos llegaron en los setenta, alentados por la Secretaría de la Reforma Agraria, que prefería evitar los conflictos que se pudieran dar al afectar a latifundistas en otras regiones de Chiapas.
En los ochenta, la región se volvió para el gobierno federal asunto de seguridad nacional. Primero, para asegurar los nuevamente descubiertos yacimientos de petróleo, y segundo, por la llegada masiva de refugiados guatemaltecos que huían de la guerra civil. Había que sellar la frontera, poblando la franja fronteriza con nuevos colonos de diversos estados de la República.
Así, Pemex inició la construccion de la Carretera Fronteriza del Sur, que facilitó la llegada de miles de colonos, madereros y ganaderos. Pemex vino, vio y perforó ocho pozos, que fueron tapados para explotarlos una vez que haya la inversión suficiente. Con la retirada de Pemex (y la reubicación de los refugiados) se pararon las obras en la tan estratégica carretera, dejando a los ejidos fronterizos a la merced de un camino de terracería que se inundaba y se deshacía con frecuencia.
Pero la rebelión zapatista dio un nuevo impulso a la construcción de la carretera fronteriza. En 1995 y 1996 el Ejército volvió a llevar el asfalto hacia el último rincón del territorio nacional, reduciendo el recorrido de Palenque a Benemérito de Las Américas de 15 a cinco horas, pero ahora con seis retenes militares. Para 1999 ya ha completado el tramo que continúa de Benemérito y que recorre toda la línea fronteriza hasta las comunidades ubicadas al extremo sur de la Reserva de Montes Azules, faltando un puente para que se conecte la carretera que sigue hasta Comitán. También en Marqués de Comillas se establecieron más retenes militares en la entrada de muchos ejidos, con el pretexto de combatir el narcotráfico, "proteger" a la población y controlar la tala ilegal de maderas preciosas. En varias ocasiones, los campesinos han denunciado el maltrato en los retenes y han pedido que se retiren los soldados a sus cuarteles.
Así las cosas, Marqués de Comillas luce una nueva carretera, que obedece a fines militares. En la vida cotidiana significa una cada vez mayor vigilancia por parte de la Sedena y de otras dependencias estatales y federales. La carretera no ha traído mejores condiciones para la comercialización de productos agrícolas, pues la mayoría de los planes y programas de desarrollo no incluyen estudios de mercado desde el principio, y se repiten los desastres de siempre: el fomento a la producción de cultivos, como la vainilla, que luego se pudre por falta de mercado.
Por otro lado, la carretera sí ha facilitado el incremento de la tala ilegal de maderas preciosas, como la caoba, la cual continúa a pesar de tantos retenes. En 1997, en un intento para contrarrestar la destrucción de la selva, la Semarnap acordó con 15 ejidos la formación de un Consejo para el Desarrollo Sustentable de la Selva de Marqués de Comillas (Codessmac). Con planes de manejo y permisos oficiales para el aprovechamiento ordenado, se abrió la posibilidad de que, ahora sí, serían las comunidades las que promovieran su propio desarrollo.
Sin embargo, el Codessmac ahora parece abandonado por la institución que más lo alento, y sus miembros tratan de aguantar la falta de apoyos, asistencia técnica y mercados para otras maderas que no sean caoba.
Al mismo tiempo, la reciente labor de reforestación de 10 mil efectivos del Ejército es una medida más de penetración militar. Es poco probable que los soldados vayan a seguir cuidando los arbolitos durante su crecimiento, lo que pone en duda el impacto real de estas acciones más allá de la imagen. La militarización de Marqués de Comillas no ayuda a la conservación ni al desarrollo, pero sí obstaculiza los propios planes de manejo forestal sustentable.
Voces ignoradas
Aparte de la militarización, hay otras presiones que vienen de diversos actores. Por un lado, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ahora busca apoyar la conformación de una empresa campesina forestal, lo cual no suena tan mal, siempre y cuando sean los campesinos y no el banco quienes controlen las decisiones sobre el uso de los recursos forestales, ahora en propiedad ejidal. Es decir, habría que insistir en un modelo de desarrollo diferente al puramente empresarial para que los beneficios se distribuyan de acuerdo a las necesidades locales.
Por otra parte, la delegación estatal de Semarnap acaba de anunciar su nuevo Plan maestro para la selva Lacandona, que consiste en dar apoyos a proyectos alternativos en aquellos ejidos y comunidades que colindan con las reservas de la selva Lacandona, incluyendo la de Montes Azules, con la intención de crear zonas de amortiguamiento. En Marqués de Comillas, ocho ejidos ubicados a orillas del río Lacantun han sido seleccionados para participar en este plan. La prioridad que parece guiar el plan maestro (que no ha sido difundido ampliamente en los ejidos) es la conservación de las reservas y su gran biodiversidad, la cual representa un recurso estratégico para la región, el país y el mundo. Sin embargo, falta escuchar la voz de los pobladores de estas comunidades selváticas.
En palabras de un miembro de Codessmac: "Las propuestas deben de ir de aquí para allá, y no de allá para acá". Y es este el punto. Cuando no obedecen a las necesidades de las comunidades, las carreteras, el desarrollo y la conservación son como "balas de azúcar", que ocultan su carácter económico, político y militar.
* Department of Government, New Mexico State University, Las Cruces