Hay personas de fama a quienes el tiempo va borrando; su obra fue célebre en un momento y circunstancia, pero no contiene valores imperecederos. En contraparte, existen los personajes a quienes el paso de los años va confiriendo grandeza. Uno de ellos es Guillermo Prieto: político liberal, cronista, dramaturgo, poeta y periodista, dejó una vasta y rica obra que el CNCA ha tenido el buen tino de publicar, prácticamente en su totalidad.
Su fe de bautismo dice: ''En 10 de febrero de 1818, Yo, el B. D. José María Velasco, bauticé a un niño español que nació hoy. Púsele por nombre José Guillermo Ramón Antonio Agustín, hijo legítimo de legítimo matrimonio de D. José María Prieto Gamboa, subteniente de Realistas fieles de infantería de esta Corte, natural de la misma y de Da. María Josefa Pradillo y Estañol natural de Molino De Belem...''
Como era la costumbre, el parto se llevó a cabo en la residencia familiar, que en este caso era de los abuelos maternos, ubicada en la calle del Portal de Tejada, número 5, hoy el 10 de la primera calle de Mesones. Averiguar este dato le llevó al ilustre cronista don Luis González Obregón largo tiempo de pesquisas en libros, planos y archivos, que lo trasladaron a indagar los orígenes del nombre de la vía.
Gracias al minucioso don Luis, nos enteramos de que el nombre se debe al apellido del propietario de los predios ubicados en ese lugar, a cuyas espaldas pasaba una importante acequia. El oidor Tejada evidentemente era avezado para los negocios, ya que al hacerse dueño de los solares, advirtió la ventaja de estar al lado de una importante vía acuática, por la que llegaban mercancías al cercano mercado de San Juan. A la par de edificar casonas con locales comerciales en la planta baja, el 19 de julio de 1549 solicitó permiso al Ayuntamiento para hacer portales ''donde los traficantes pudieran guarecerse del sol y del agua''.
Cuando nació Guillermo Prieto, la acequia y los portales habían desaparecido, pero la calle conservaba el nombre que nos platicaba su historia, al igual que tantas otras cuyos nombres evocadores fueron cambiados, perdiéndose así parte de la memoria de la antigua Ciudad de México.
Hoy una pequeña placa recuerda que en la casa marcada con el número 10 de la calle de Mesones, y ahora convertida en comercios de electrónica, nació el insigne personaje. Sin embargo, su patio y corredores nos permiten imaginar al pequeño Guillermo dando sus primeros pasos, que continuaron por los rumbos de Chapultepec, precisamente en el Molino del Rey, en donde su padre administraba el molino y la panadería.
Esos años felices terminaron pronto, ya que el progenitor falleció cuando él contaba escasos 13 años, y su madre perdió el juicio, quedando el adolescente en el desamparo. Esto no lo arredró y comenzó a trabajar como empleado en una tienda de ropa; poco después, bajo la protección de Andrés Quintana Roo, obtuvo una plaza en la aduana y logró inscribirse en el Colegio de San Juan de Letrán para continuar sus estudios.
En 1837 ya publicaba poesías en el afamado Calendario de Galván. Su carrera como periodista se inició como redactor del Diario Oficial, cuando era presidente Anastasio Bustamante. Como crítico teatral comenzó en el diario El Siglo XIX, con la publicación de sus leídos ''San Lunes'', firmados por ''Fidel'', seudónimo que usó en múltiples crónicas periodísticas.
Con Ignacio Ramírez, el célebre Nigromante, fundó el periódico satírico Don Simplicio. Con él y varios otros, fundó la Academia de Letrán, que nació de la tertulia de cuatro jóvenes literatos entre los que se encontraba Prieto y que giraba alrededor de su maestro en el Colegio de San Juan de Letrán, el erudito José María Lacunza. La Academia llegó a conjuntar a muchos de los mejores literatos de su tiempo, varios de ellos también políticos de prosapia, tanto liberales como conservadores: Andrés Quintana Roo, Manuel Eduardo Gorostiza y José Joaquín Pesado, por mencionar algunos. Aquí emitió El Nigromante su polémica frase: ''Dios no existe''.
El ilustre colegio fue el que bautizó la popular avenida San Juan de Letrán (hoy Eje Central), ya que se ubicaba en esa vía, al igual que el restaurante español Resalía, que sobrevive en el número 46. Creado en la época del exilio español con el lema ''La casa de la paella'' conserva la generosidad en las porciones de su comida corrida, que cambia diariamente.