Exhibida hace casi un año en Acapulco durante el Tercer Festival de Cine Francés, La vida soñada de los ángeles (La vie revée des anges), de Erick Zonca, forma parte hoy del Sexto Festival de Verano de la UNAM, cuyas once películas siguen exhibiéndose hasta septiembre en varias salas de esta ciudad. Esta opera prima del francés Zonca --sin duda la mejor sorpresa de aquel festival francés, y una de las mejores cartas en la programación de la UNAM este año--, obtuvo en Cannes 98 el premio a la mejor interpretación femenina para sus dos intérpretes, Natacha Regnier y Elodie Bouchez.
A la propuesta de realismo social de sus primeras imágenes (las estrategias de sobrevivencia de una joven desempleada, la actividad en una fábrica y en un taller de costura), La vida soñada... añade, como complemento y contraste, el proceso de desencanto amoroso y desintegración moral de Marie (Régnier), y la redención de Isa (Bouchez) a través de la piedad cristiana. De esta manera, el director combina crítica social y reflexión espiritual en una vena similar a la de otros cineastas franceses de los noventa, en particular Bruno Dumont, el realizador de La vida de Jesús.
Como en la cinta de Dumont, la acción transcurre en el norte de Francia, pero en lugar de un pueblo inhóspito, los personajes deambulan por la ciudad de Lille, entre la fábrica, el café, una discoteca y un hospital, espacios todos ellos grises, desoladores. En una fábrica nace una amistad femenina, con reticencias iniciales, casi con abulia. Las dos obreras comparten el departamento propiedad de una mujer en estado de coma. Isa decide visitar en el hospital a la mujer postrada, a la que comenzará a conocer a través de la lectura de su diario íntimo, interrumpido. Isa soñará la vida de la mujer en coma, como si al angustiante suspenso de su condición clínica deseara sustituirle un desenlace feliz, el presentimiento de una salida milagrosa. La actriz Elodie Bouchez ųprotagonista de Los juncos salvajes, de André Techinéų, caracteriza de manera estupenda a esta joven posesiva y frágil, y lo hace en oposición perfecta al carácter seco y neurótico de Marie, su compañera. De la descripción del medio social, la cinta transita al análisis del sometimiento amoroso de la proletaria Marie, de su pasión, pobremente correspondida, por Chris (Grégoire Colin), el joven de buena familia que sólo llega a ver en ella un lastre y una solicitación incómoda.
Erick Zonca expone así un panorama urbano dominado por la crisis y por el desánimo juvenil, con personajes deseosos de encontrar significado y sustancia espiritual a sus existencias, enfrentados además a la dificultad de vivir una plenitud amorosa. El tema ha sido recurrente en el cine francés de los noventa, en Detesto el amor, en Post-coito, animal triste, en El hastío, en la estupenda Todo en venta, de Letitia Masson, y en muchos otros títulos, expresiones cada uno de una misma ecuación de malestar social y desencanto afectivo, como si el cine europeo, en particular el francés, opusiera continuamente, como sello de originalidad, el escepticismo de sus historias melancólicas, a las evasiones hollywoodenses en boga, a las comedias románticas capaces siempre de acabar con cualquier desigualdad social en un cuento de hadas. Erick Zonca parece buscar una expresión más compleja, inesperadamente lírica, de los conflictos sociales a finales de siglo y de su impacto sobre las relaciones afectivas. Demuestra un magnífico talento para dirigir a sus comediantes, y con ello confirma un hecho notable del cine francés de esta década: el surgimiento de una generación de actrices (Sandrine Kiberlain, Sophie Guillemin, Karin Viard, las propias Elodie Bouchez y Natacha Régnier), con expresiones muy sólidas de su feminidad en relación con un entorno predominantemente masculino que anteriormente las eclipsaba o excluía, cuando no las reducía a una función meramente ornamental en las películas. Otra característica importante del estilo de Erick Zonca es su manera de incluir la referencia espiritual en el ámbito de la crónica realista, con el tema de la expiación y la pureza en sus escenas finales, como en una película de Bresson, Mouchette, o como en Yo te saludo María, de Jean-Luc Godard. De algún modo, el cine que anuncia Zonca en su primer largometraje, señala una fidelidad a la factura y temas clásicos del cine francés, una recuperación de su rigor plástico (la fotografía de Agnes Godard, camarógrafa de Claire Denis, es impecable), y del naturalismo y frescura en las actuaciones, todo ello en el extremo opuesto de la artificialidad y rigidez de cintas como Plaza Vendome, de Nicole García, propuesta poco interesante del cine francés actual. El caso de Erick Zonca es estimulante. En una década en la que el cine francés ha tenido revelaciones estupendas (una de ellas, no la menor, es la renovada vitalidad de sus veteranos Rivette, Chabrol, Godard y Resnais), este joven realizador se impone indiscutiblemente por su originalidad y su rigor artístico.
La vida soñada de los ángeles se exhibe esta semana en el Cinematógrafo del Chopo.