¿Vamos al fascismo? Nadie ignora que Roberto Ugolino Albores Guillén, supuesto ``gobernador'' de Chiapas, trabaja abiertamente para la campaña de Francisco Labastida Ochoa, candidato oficial del doctor Zedillo a la Presidencia de la República. Por ello, a nadie escapa que las amenazas contra estudiantes universitarios que participaron en la defensa del ejido Amador Hernández, en la selva, equivale a darle un palo más al avispero de la UNAM, en momentos en que la ``hegemonía'' de la ultra se resquebraja y la burocracia de Barnés multiplica la confrontación directa para romper la huelga e impedir que los sectores democráticos del movimiento se alcen con la victoria.
Pero la nueva provocación del señor Croquetas responde a una estrategia más amplia, en la cual se inscriben otras acciones como la clara y bien calculada agresión del PRI contra los consejeros ciudadanos del IFE y las movilizaciones del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF) para boicotear el funcionamiento normal de la ciudad, arrinconar a Cuauhtémoc Cárdenas y destruir la alianza opositora antes de que ésta pueda concretarse.
Nada es tan grave, sin embargo, como el flamante polvorín cuyas mechas han encendido ya las secretarías de Gobernación y de la Defensa, al abrir un nuevo frente de guerra entre el Ejército y las comunidades indígenas rebeldes de la selva Lacandona, con el pretexto de la construcción de un camino en las montañas que los habitantes de aquellas húmedas soledades no pidieron, como lo consignó Hermann Bellinghausen en su detallado reporte que La Jornada publicó hace dos días.
Así, el peor ``gobierno'' del siglo XX mexicano ha desatado una escalada que parece a todas luces golpista, producto de su visible desesperación, para evitar la derrota del PRI en las elecciones presidenciales del próximo 2 de julio.
Un hombre leal. Hace unos días, la opinión pública no tenía referencia alguna acerca de un tal Carlos Muñoz Villalobos, que hasta el pasado lunes figuró como contralor del Instituto Federal Electoral. Ahora, después del escándalo que acaba de protagonizar y que le ha costado la chamba (ya veremos por dónde reaparece), la biografía política del ex funcionario ha salido a la luz para ayudarnos a entender muchas cosas.
Muñoz Villalobos nació en Chiapas, donde se acogió a la protección de uno de los mayores caciques de aquella entidad: Patrocinio González Garrido. Cuando éste llegó al poder en 1988, Muñoz Villalobos recibió un cargo decorativo: contralor general del gobierno del estado. Su trabajo consistía, teóricamente, en vigilar que el ``tío'' del presidente Salinas de Gortari hiciese uso adecuado de los dineros públicos. La historia no recuerda que alguna vez hubiese contradicho en lo más mínimo a su soberbio y sanguinario patrón.
Fue de hecho tan dócil y servicial que, en 1993, cuando Patrocinio dejó el palacio de Tuxtla Gutiérrez y se mudó a la Secretaría de Gobernación, seguro como dijo estar de que no había guerrilla en Chiapas, Muñoz Villalobos fue incluido en el equipaje del sátrapa, cambió igualmente su residencia a la ciudad de México y consiguió un empleo similar al anterior, ahora como contralor del IFE, cargo en el que nunca fue ratificado.
Hace dos semanas, cuando José Antonio González Fernández, ``líder histórico del PRI'', y sus representantes en el IFE, Eduardo Andrade y Enrique Ibarra, decidieron la maniobra contra los consejeros Jesús Cantú, Jaime Cárdenas Gracia y Emilio Zebadúa, el siempre obsequioso Muñoz Villalobos preparó los documentos incriminatorios y, antes de comunicarle su decisión a José Woldenberg, filtró la noticia a la prensa amiga del régimen: La Crónica, El Economista y naturalmente Tv Azteca, empresa donde los golpistas cuentan con magníficos contactos, pues allí pasó unos meses de exilio económico Felipe Solís Acero, mapache mayor y ex secretario técnico del instituto.
Acabar con el IFE. La maniobra contra Cantú -consejero propuesto por el Partido del Trabajo-, Cárdenas Gracia y Zebadúa -postulados por el PRD- provocó un hecho insólito: Woldenberg y los ocho miembros del consejo que preside cerraron filas como nunca y resolvieron la destitución de Muñoz Villalobos. Pero sabedores de que eso era apenas el inicio de una ofensiva mayor, aprobada en la oscuridad por el doctor Zedillo, tomaron providencias. De esa suerte anunciaron el castigo fulminante contra el chiapaneco en una sesión que empezó el lunes muy temprano, y dieron a conocer su veredicto antes de las ocho de la mañana. ¿Para qué? Para impedir que Muñoz Villalobos lograra ampararse y frustrar la medida, lo cual habría sido gravísimo para el máximo organismo electoral del país.
De ahora en adelante lo que veremos cada vez con más tedio será una batalla en el campo del derecho administrativo, no menos ardua por ello, pero sí menos espectacular, en la cual Muñoz Villalobos hará lo imposible por ser reinstalado. Nadie, empero, debe confiar en que el PRI y el ``gobierno'' dejarán de atacar al IFE, pues nada les interesa tanto como que el peso legal y político del instituto se reduzca al máximo para que nadie lo tome en cuenta a la hora de que se consume el fraude electoral del 2000, y así podamos estar seguros de contar con ``un nuevo PRI para un nuevo milenio'', como reza, o amenaza más bien, la propaganda.
¿Miedo o precaución? Que el régimen está actuando coordinadamente en todos los frentes donde se desarrolla la lucha por la democracia -Chiapas, la UNAM, la inminente alianza opositora y el gobierno del Distrito Federal, entre otros- demuestra que los banqueros de Zedillo, los cárteles de la droga vinculados a esa elite y los funcionarios de cúpula que tienen cuentas pendientes con la justicia y podrían ir a la cárcel si el año entrante el poder cambia de manos, contemplan con terror tanto el fracaso de la precampaña de Labastida como la enorme ventaja que dentro del PRI les ha cobrado el ex ``gobernador'' de Tabasco, Roberto Madrazo.
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar? Esta página de los sábados ha insistido en que, desde que estalló la huelga en la UNAM, el Ejército ha instalado una red de campamentos en las zonas altas de la selva Lacandona, probablemente para evitar que las comunidades rebeldes escapen hacia las montañas en caso de una nueva ofensiva militar como la del 10 de febrero de 1995.
Ahora que las tropas del régimen han ocupado esas posiciones estratégicas, el ``gobierno'' de Albores Guillén -que ha todo esto ha ``remunicipalizado'' ya una región de la selva, ``cumpliendo'' los acuerdos de San Andrés sin tomar en cuenta a los zapatistas- inventa que necesita construir un camino en el ejido Amador Hernández, pero para crear condiciones que, en su momento, justifiquen una nueva agresión armada.
La perspectiva no deja de ser inquietante no sólo por lo que implica en términos de riesgo para la vida política del país sino, también, por otros motivos. En una de sus entregas de Dinero, la espléndida columna financiera que de lunes a viernes publica en este diario, el periodista Enrique Galván Ochoa señaló que en la frontera norte los productos de consumo básico presentan una notoria diferencia con los del sur de Estados Unidos, lo que según él augura una pronta devaluación. Y como lo hemos aprendido a lo largo de este sexenio, a cada devaluación la antecede una matanza (las de El Charco y El Bosque, junio de 1998, lo corroboran).
Todos contra Cárdenas. En el marco de la ofensiva golpista que estamos presenciando en su fase inicial, esta semana los trabajadores al servicio del gobierno capitalino paralizaron la Dirección General de Obras Hidráulicas, amenazando con dejar sin agua a millones de personas. El motivo de su protesta no era claro, pero su intención resultó evidente. El SUTGDF ha manifestado ya que apoyará a Jesús Silva Herzog, precandidato del PRI que aspira a suceder a Cárdenas en la ciudad de México, y como todas las piezas de la política nacional que cuentan con el respaldo de Francisco Labastida, Silva Herzog se vincula, él también, con la línea de la desestabilización que unifica a todos los cómplices del sinaloense.
Miguel Angel Velázquez lo explicó muy bien en su Ciudad Perdida del pasado jueves. ``Tal vez no sean cosas de la casualidad. Tal vez no estamos frente a un complot, pero los paros, las manifestaciones y las actividades sindicales que dejaron sin servicio a mucha gente parecerían nacidas de una sola idea''. Ya lo adivinó usted: reventar a Cuauhtémoc Cárdenas, parte esencial de la alianza opositora en formación.
Con la amenaza de una guerra abierta que de nuevo se antoja inevitable en Chiapas, el ``gobierno'' de Zedillo pone en jaque a todo el país. Con la campaña en contra del IFE prepara el terreno para desconocer el resultado de las elecciones del 2000. Con los sindicalizados del DF al servicio del PRI y con la huelga secuestrada en la UNAM, está sembrando el piso de minas y bombas que pueden estallar en cualquier momento.
De tal modo, el Presidente que alguna vez pretendió pasar a la historia como ``el líder que consolidó la transición y la normalidad democrática'', hoy se pone a la cabeza de un aparato dispuesto aparentemente a consumar la liquidación del régimen, pero no mediante un proceso pacífico y sustentado en la majestad de las leyes, sino, por el contrario, destruyendo la esencia de la ley, imponiendo la fuerza bruta contra toda razón y auspiciando la primera dictadura militar del siglo XXI.
¿Por una UNAM muerta? Hay quienes, para asombro de propios y ajenos, desde la izquierda más intransigente sirven con entusiasmo al proyecto de la elite golpista y se suman a la guerra sucia contra Cárdenas. Basta leer los artículos de opinión con los cuales se empeñan en justificar la paralización de la UNAM, defendiendo el ínfimo espacio de poder en el que se han encerrado a partir del momento en que secuestraron la huelga.
Pero a raíz de la propuesta de los maestros eméritos, que día tras día gana nuevos adeptos, el falso cerco de Numancia que la ultra ha construido para aislar a la UNAM del resto de la comunidad estudiantil es una muralla que poco a poco empieza a cuartearse. En las asambleas de esta semana, en las que se discutió la salida política que sugieren los ocho sabios, la ultra se vio obligada a usar los recursos priístas del acarreo para ganar votaciones.
Así ocurrió en la Facultad de Ciencias, en el CCH Oriente, en la ENEP Acatlán y en otras escuelas. En la Facultad de Ingeniería, según la crónica de Karina Avilés (La Jornada, 19/08/99), los estudiantes democráticos llamaron a todos sus compañeros a aprobar la propuesta de los eméritos, ``pero los ultras dijeron que no tenían derecho a votar porque no han estado todos los días de la huelga, y cuando vieron que iban a perder llamaron a estudiantes de otras facultades''.
Contra lo que sostienen los teóricos de la ultra, que al mismo tiempo gesticulan como tontos útiles de la elite golpista, levantar la huelga en la UNAM con una perspectiva de lucha hacia horizontes más amplios es un imperativo del movimiento social, que requiere una universidad viva, activa y creativa para detener los impulsos dictatoriales del régimen. Dicho de otro modo, ¿a quién le sirve una universidad vacía, cerrada, muerta, cuando Chiapas reclama de nuevo toda la energía de la resistencia popular?