Ť Payán habló de la carpeta ilustrada por Parra
Compartimos Horas de junio, como cuando jóvenes y seráficos
Ť En el Soumaya, evocaciones de los ayeres en Casa del Lago
Angel Vargas Ť La tarde cedió su lugar a la noche con el cobijo de la poesía. Jueves, y los amigos se reúnen, como lo hicieron por vez primera hace varios ayeres. Ya no son los mismos, los de antes. Edad y diversos derroteros de vida hablan por sí mismos. Aunque la emotividad parece perenne. Las Horas de junio transcurren, a pesar de agosto. Se dispersan en la penumbra para encenderla de día.
Las evocaciones de la Casa del Lago en épocas en que el último juglar-Juan José Arreola apenas era su director reúnen, hermanan a Pilar Pellicer y Gastón Melo, ahora actores reconocidos; al periodista Carlos Payán, senador de la República en la actual legislatura y nuevo editor, y a la pintora Carmen Parra, artista de gran carrera.
Juntos siguen como siempre, sin importar el distanciamiento físico al que a veces se ven condenados por sus respectivos deberes. Ahora están en una de las salas del Museo Soumaya. En esta ocasión, un ''proyecto de arqueología de la amistad" los congrega nuevamente: una carpeta con la interpretación pictórica de Parra a las Horas de junio, poema de Carlos Pellicer.
''Este proyecto es, en principio, la historia de una amistad, pues nos conocimos Gastón Melo, Pilar Pellicer y Payán con las palabras de (Carlos) Pellicer en su boca, en la época que el maestro Juan José Arreola dirigía la Casa del Lago. Mi tía Alicia Peña me llevaba de la mano", rememora la pintora, reconocida por su obra sobre ángeles.
''Yo ųprosigueų descubría el mundo de la poesía. En las escaleras de la Casa del Lago se celebraban los poemas de Pellicer, Horas de junio: Ya estás herido por mi propia/ suerte y somos la catástrofe emprendida/ con todo a nuestro ser desnudo y fuerte..."
Carlos Payán recuerda también aquellos años, cuando eran ''jóvenes y seráficos". Los comparte con los asistentes al acto de presentación de aquella carpeta de la cual es editor: ''En la preparación de los recitales, Arreola se acercaba a cada uno de nosotros para preguntarnos cuál era el poema que nos gustaría decir. Cuando tocaba Vallejo me decía: ųUsted, Carlos, lea Espergia. Usted es un joven con voz de viejo. Y yo, esa mañana dominguera terminaba diciendo: 'Yo nací un día en que Dios estaba enfermo, grave'".
Esa voz amable de joven-viejo sigue hablando. Convierte al pasado en presente, como lo hizo Auguste Rodin con sus esculturas, algunas de ellas testigos en bronce de lo que se dice y se hace en la sala Julián Slim de este museo:
''Y entonces Arreola, al centro de los decidores de poesía, con su traje de pana negro y el cabello oscuro, ondulado, despeinado, da un paso, un solo paso hacia adelante, levanta la mano a la altura de su pecho y termina diciéndole a María: Antes de que deserten mis hormigas, amada,/ déjalas caminar camino a tu boca/ a que apuren los viáticos del sanguinario fruto/ que desde sarracenos oasis me provoca./ Antes de que tus labios mueran, para mi luto,/ dámelos en el crítico umbral del cementerio/ como perfume y pan y tósigo y cauterio".
Ya no sólo eran los participantes y la presencia latente del tabasqueño Carlos Pellicer y del último juglar-Arreola, también llegaba a este recinto el hacer del zacatecano López Velarde. La noche dejó de ser aviso para convertirse en realidad. Payán continuó con su plática, que culminó así:
''Las Horas de junio que hoy comparto con Arreola y Carmen Parra en la edición de sus grabados, y con Pilar Pellicer y con Gastón Melo, como aquel entonces en que éramos jóvenes y seráficos; y con Emilio Payán que hace corroer al ácido las láminas de metal y es un hacedor de sueños".
Mudos observadores de lo que ocurría, los cinco grabados en aguafuerte y aguatinta de la carpeta Horas de junio ilustraron la declamación de los versos homónimos con la que Pellicer y Melo cerraron la velada. El ayer tuvo su hoy y una promesa de mañana.
''Esta noche mis ojos no cierran,/ esta noche me enciendo como el día,/ toda la noche es río de alegría,/ toda la noche tú noches encierran./ Déjame ser el blanco en que no yerran/ las manos habituales de tu guía./ Oyeme sin mirarme en este día/ en que cien noches sobre mí se cierran..."
Jueves 19. Velada de junio en agosto y de presencias por esa ''rosa náutica que es la amistad", diría Parra.