n Comentaron libro-catálogo acerca de la fotógrafa, en el Centro de la Imagen


La belleza es el canon de la obra entera de Mariana Yampolsky

n Asume la constancia de los hombres y las mujeres más humildes de México, escribe Poniatowska

Merry Mac Masters n ''El amor es el detonante. Como la mujer descubre al amado, Mariana Yampolsky extiende su mirada sobre el país. Le abre los brazos. Desde muy joven, comienza su tejido: una amorosa red de ideas y convicciones.

''Prefiere el anomimato, trabajar para una causa, desaparecer tras la obra.

''En los cuarentas, en el Taller de Gráfica Popular, los ideales dejan su huella sobre las grandes hojas de papel albanene. La tinta los imprime en la plancha, al igual que la fotografía aparece milagrosamente dentro de la charola del revelador. José Sánchez, con un solo brazo, hace funcionar la prensa.

''Mariana abre surcos en la tierra. Hace pensar en esos campesinos del Angelus de Millet encorvados bajo el último sol de la tarde, que dan gracias por los bienes recibidos. Ese sentido del agradecimiento aparece a lo largo de su obra iniciada hace cincuenta años.

''El asombro que causó en Mariana la vegetación, la gente, el arte popular de México nunca ha amainado. Cae como una lluvia bienhechora y se le mete a los ojos."

Así empieza Elena Poniatowska su texto sobre la fotógrafa nacida en Chicago, Estados Unidos, pero llegada a México por vez primera en 1944. Y quién mejor para decirlo que la periodista y autora que tiene una larga lista de escritos sobre Yampolsky, como se consigna en la bibliohemerografía incluida al final del libro-catálogo bilingüe Mariana Yampolsky. Imagen-memoria, nombre homónimo de la retrospectiva que la artista realizó el año pasado en el Centro de la Imagen.

Hija de un escultor, pintor y ebanista, Yampolsky vino a México porque en la Universidad de Chicago, donde estudiaba, escuchó una plática de una pareja de grabadores sobre el trabajo social al que se había comprometido el Taller de Gráfica Popular. Una fotografía que le tomó Lola Alvarez Bravo muestra un perfil determinado. Al día siguiente de su arribo aquí, se dirigió al taller en la calle de Regina. Fue el arquitecto Hannes Meyer quien la metió a la fotografía al pedirle que retratara a los miembros del taller para su libro. Al ver publicadas sus fotografías le entró el deseo de saber más de esa disciplina. Sus compañeros del TGP le animaron a tomar clases en San Carlos, con doña Lola. Así, fue dejando el dibujo y el grabado por la fotografía.

 

Imagen como ''antropología emocional''

 

Apunta Poniatowska que, para Mariana, llegó a ser una obsesión viajar por muchos rincones del país para tomar fotografías de seres, paisajes, casas, fiestas y todo lo que toca las manos del hombre. Si otros denuncian, evidencian, ''Mariana asume la soledad, el paso del tiempo, la fuerza y la constancia de los hombres y las mujeres más humildes de México, la desnudez total de las chozas a las que penetra, su desamparo". Agrega: ''Más que ningún otro fotógrafo, es Yampolsky quien se ha acercado al impulso vital que singulariza a nuestro país, su poderoso afán de sobrevivencia, la colosal hazaña de llegar hasta la noche". Y, ''la belleza es el canon de su obra entera".

Para Francisco Reyes Palma, curador de la exposición, en Yampolsky la imagen cumple una ''antropología emocional". En su texto enuncia: ''Al momento de la insurgencia zapatista, Mariana contaba con un tercio de siglo de actividad fotográfica, atareada en crear un campo icónico donde quien fuera el Otro, al desdoblarse, adquiriera una segunda presencia: un Otro visible dentro de una narrativa tan ficcional como las construcciones históricas o científicas (...) Será el parpadeo de los impulsos electrónicos de la televisión y la red digital el que nos recuerde que el momento pleno de la descolonización de la imagen del Otro aún está por establecerse".

(El libro-catálogo Mariana Yampolsky. Imagen-memoria, en el que también escribe Elizabeth Ferrer, fue presentado anoche en el Centro de la Imagen.)