Astillero Ť Julio Hernández López
Muchos de los datos disponibles fortalecen la percepción de que, acicateado por los fuertes obstáculos que Carlos Salinas le ponía diariamente a su candidatura (entre otros, impulsando a Manuel Camacho Solís como alternativa), Luis Donaldo Colosio decidió vigorizar su presencia, acentuando la crítica al propio poder del que venía, como sucedió con el famoso discurso de principios de marzo de 1994, con el que en apariencia rompió con el salinismo y con el que a juicio de algunos investigadores aceleró el proceso que terminó con su vida.
Pasando por disminuciones políticas parecidas a las que vivió el sonorense (aunque, en este caso, no por la insidia, sino por la ineficacia presidencial, pues en 1994 Los Pinos era la fuente de la desestabilización por una estrategia clara, por actos conscientes, mientras en 1999 lo es por incapacidad operativa) Francisco Labastida Ochoa parece en ocasiones desesperarse y buscar lances espectaculares que le ayuden a remontar el escenario adverso que en relación con Roberto Madrazo Pintado le han prefigurado diversos estudios de opinión.
Ayer, en la frontera tamaulipeca, es decir, en la franja tradicionalmente dominada por el narcotráfico, donde se incubó uno de los famosos cárteles de la droga, el del Golfo, Labastida Ochoa tocó directamente uno de los puntos más delicados del sistema político vigente: la narcopolítica.
Así hubiese sido sólo para conseguir la gran cantidad de aplausos que recibió (varios de ellos, acaso muchos, provenientes justamente de manos metidas en esos menesteres vinculatorios del poder político con el poder del narcotráfico), y suponiendo que las palabras no pasasen más allá del discurso, el lance del sinaloense no puede ser despojado de su carga de osadía.
La versión Bachoco aligerada
Las leyes (dijo el precandidato presidencial oficialista en Reynosa, según la nota de José Gil Olmos, que se publica hoy en La Jornada) son escritas para que las cumplan todos, policías, políticos y empresarios. Envalentonado (acaso incentivado por la doctrina Bachoco, que Carlos Monsiváis delínea con su gran ingenio como sustrato de uno de los nuevos comerciales de Roberto Madrazo Pintado), el sinaloense advirtió a su audiencia, muy conocedora de los asuntos de la narcopolítica, que él no es ``de los que se echan para atrás''.
La postura del hombre al que desde Los Pinos desean como próximo Presidente de la República no debe haber incomodado sólo a algunos de los personajes regionales a quienes les hubiese quedado más que bien el saco, sino, sobre todo, a una buena parte de las grandes fuerzas que hoy se disputan el poder.
No está de más recordar que las palabras labastidistas se producen cuando el fiscal antidrogas, Mariano Herrán Salvatti, sufre, junto con el procurador federal, Jorge Madrazo (quien cree que dándole tono de enojo a sus palabras las hará más creíbles), para tratar de adjudicar a razones menos graves (como un risible intento de robo de una motocicleta) el atentado que el primer funcionario mencionado sufrió el domingo reciente.
La fragilidad institucional
Por si hubiese necesidad de que todos reconociésemos su fuerza, el narcotráfico ha hecho otra vez alardes dañinos a la institucionalidad. El mensaje enviado al fiscal antidrogas y a las autoridades todas, es el de la fragilidad en la que se encuentran frente al gran monstruo todopoderoso.
Pero, además de ese tétrico escenario institucional, en el que pareciese que el factor del narcotráfico está presente en todos los niveles, en todas las circunstancias, Labastida Ochoa tiene como destinatario de sus palabras de Reynosa a algunas de las fuerzas políticas que se le oponen para que no llegue a Los Pinos: una buena parte de las acusaciones públicas que se le hacen a Roberto Madrazo Pintado tienen que ver justamente con ese fenómeno nacional llamado narcopolítica. Los dineros de Cabal, los dineros y los intereses de los Salinas (recuérdese en especial a Raúl), los dineros y los intereses de los Hank, han sido mencionados en diversas ocasiones como involucrados en el fenómeno antes mencionado. Analistas de un absoluto pragmatismo, que se niegan a asumirse como cínicos y se etiquetan más bien como realistas, aseguran que en realidad los mexicanos estamos no frente al riesgo de un choque de trenes priístas, sino de un choque de cárteles.
Porque, para completar el análisis de las peligrosas palabras labastidistas dichas en Reynosa, es necesario expresar que a juicio de los adversarios del sinaloense pudiese ser éste el representante político de una asociación de intereses en las que también estaría el elemento del narcotráfico. Tomando los nombres de algunos de los más destacados miembros de su equipo de campaña, y recordando su paso por el gobierno del prototípico estado de Sinaloa, los críticos de Labastida Ochoa aseguran que entre el legado que recibiría el heredero oficial estaría el cuidado de intereses ahora cultivados y, en especial, los que involucrarían a consanguíneos del político ya desde ahora enredados en escándalos premonitorios.
La caracterización que se puede intentar de Labastida Ochoa en estos asuntos tan delicados es, débese decir, ambigua. Sus adversarios más cerrados pretenden embarrarle en lo que en Sinaloa forma parte de la vida cotidiana, de la economía esencial. Pero hay versiones de directivos panistas, y de líderes sociales, que le reconocen al ex mandatario el haber combatido, en lo posible, ese poder de facto, e inclusive se atribuye a la amenaza de capos agraviados la salida de Labastida Ochoa del país para convertirse en embajador en Portugal.
Con todas esas consideraciones, hay gravedad en las referencias hechas en Reynosa. Y es que, en México, en estos momentos, por más mal que vayan las encuestas de opinión, por mucho que se necesiten inyecciones vitamínicas para la imagen pública, la narcopolítica no se toca ni con el pétalo de un discurso de campaña.
Astillas: Mientras la atención nacional se entretiene en los incidentes de las campañas electorales internas y de los proyectos unitarios en curso, la zona de conflicto de Chiapas vive un incremento de fuerzas militares que no presagia nada bueno. Los estrategas electorales del sistema suelen encontrar motivos favorables para sus causas (sus candidatos) fomentando el miedo colectivo, la inseguridad que mueve a las masas hacia la conservación de lo que tienen, por poco que sea o injusto que le parezca el reparto. Ayer, frente al presunto coordinador para el diálogo en Chiapas, Emilio Rabasa, el senador Carlos Payán Velver fue claro: ``¡Ustedes van a la confrontación!'', dijo al representante del sistema que prepara escenarios para los comicios del 2000É Continúan las versiones en el sentido de que el gobernador electo del estado de México, Arturo Montiel, es tratado de alguna enfermedad preocupante. Tales especulaciones se multiplican sin que el presunto afectado las disipe mediante la fórmula simple de aparecer en públicoÉ Mal la pasó Rigoberto Ochoa Zaragoza a la hora de entregar su último (¡uff!) informe de gobierno en Tepic. La escisión priísta que ganó a nombre de una alianza opositora le advirtió al cetemista mal hablado que no habrá borrón y cuenta nueva en los casos de corrupción que se vayan encontrandoÉ Por si alguien tuviera duda de que el gobernador de Chiapas, Roberto Albores Guillén, estuvo totalmente en contra de la llegada de Gilberto de los Santos a la presidencia del PRD de aquella entidad, sépase el dato de que los programas de radio y televisión del sol azteca preparados para transmitirse en aquel estado, que forman parte de sus prerrogativas electorales, fueron censurados horas después de que se confirmó el triunfo de De los Santos (favorable plenamente a la alianza opositora que podría encabezar el senador independiente Pablo Salazar).