EL FENOMENO SUCESORIO HA IDO DECANTANDO a los contendientes por la presidencia que tienen reales posibilidades de ser electos a ese altísimo cargo. Y, por derivada consecuencia, han disminuido las oportunidades de otros más, hasta casi desaparecer de la competencia efectiva. Cuatro de ellos se alinean en el grupo de incluidos y en donde Vicente Fox es, hoy por hoy, el adelantado. De cerca lo siguen los priístas Labastida (FLO) y Madrazo (RMP). Al final, el experimentado y ya probado en sus fracasos y éxitos, el cuasi caudillo de la fracción mayoritaria del perredismo: Cuauhtémoc Cárdenas (CCS).
Lejos quedaron las aspiraciones de los cuatro adicionales. Dos de ellos priístas: Bartlett (MBD) y Roque. Las de un político de excepción que navega por encrucijadas múltiples: Muñoz Ledo (PML). Las de otro notable personaje marcado por su pleito con Colosio pero que no deja, por sus propios merecimientos, de aparecer en el escenario público, Manuel Camacho (MCS).
No es tarea sencilla encontrar las explicaciones, el porqué de la separación de estos dos grupos de escogidos y expulsados del edén. ƑQué fue lo que le permitió a unos situarse dentro del panorama que va formando el votante y qué diluye a los demás y los margina de su esfera de atención y simpatías? El uso de los medios, principalmente de la televisión, es una de las variantes a considerar para la emisión de juicios. Pero no es suficiente referente para tan distinta ubicación, sobre todo si se tiene en cuenta lo que está en juego.
Debe haber otros aspectos de la competencia que permitan entender mejor tales acontecimientos que marcarán, con sello indeleble, los días por venir de México. Las posturas adoptadas por los aspirantes son una característica definitiva y que corre al parejo de la decisión con la que entraron a la lucha. Pero el pasado de los mismos, las circunstancias por las que atraviesa el país, la influencia de los grupos de presión, las edades de los pretendientes, el contexto externo, los recursos con los que cuentan, las apariencias físicas y el nivel de politización alcanzado por la sociedad nacional, son otros de los factores que hacen sentir su peso para inclinar la balanza de los electores hacia cualesquiera de los posibles lados.
Fox empezó desde hace mucho tiempo su carrera, pero también lo hizo Bartlett. Uno quedó dentro y, el otro, se desvanece como los veteranos de la balada citada por Macarthur en West Point cuando fue retirado por Truman, hace ya una infinidad de años. Otros estuvieron siempre dispuestos y parapetados detrás de cargos públicos de primer orden, lo cual los mantuvo a la vista de todos: FLO en Gobernación y CCS en el Distrito Federal. Unos tienen amplitud conceptual y de miras, finuras de lenguaje y experiencia probada como Muñoz, Bartlett y Camacho pero han sido relegados por otros con claras limitantes en su formación como políticos de grandes vuelos: Fox y Madrazo. Los desempeños de Labastida y Cárdenas son discutibles y, sin embargo siguen adelante. En cambio los de los tres más calificados en sus desempeños públicos: Camacho, Muñoz y Bartlett, no logran penetrar ni atraer las suficientes simpatías para ser elegibles.
En un principio se pensó que se daba una vuelta atrás en la tendencia nacional respecto a la edad de los candidatos. Y, en efecto, Labastida, Cárdenas y hasta Fox son de la generación inmediata al fin de la guerra y marchan bien. Pero también lo son Bartlett y Muñoz que se han rezagado. Madrazo, relativamente joven, continúa y Roque no levanta. Es muy probable que si a la edad se le adjunta la sensación de abanderar el cambio haga que Madrazo sea aceptado junto a Fox. Pero Muñoz y Camacho bien podrían competirles con ventaja a este respecto y, sin embargo, han sido desplazados.
Una constante se antoja definitiva. La inversión realizada en mensajes televisivos durante un periodo en el que sólo dos lo hacían. Tanto Madrazo como Fox cubren el caso. Pero de ellos, el primero lo hizo con alevosía suficiente como para pasar de ser una figura cuestionada, local y con escasos merecimientos de carrera, a otra que está dando cerrada pelea al interior del partido todavía mayoritario. En estos asuntos difusivos y sin regulación precisa radica el mayor de los peligros para la democracia y la sanidad de la República. Quedar en manos de la mercadotecnia, de normas laxas y de la abundancia de recursos para alcanzar el sitial de opción política es apostarle al abismo y la mediocridad.