Las finanzas públicas registraron un superávit por 7 mil 866 millones de pesos en el primer semestre. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, este resultado es congruente con el objetivo de un déficit público equivalente de 1.25 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para todo 1999. ƑQuiere decir esto que la política fiscal dejará de ser restrictiva en lo que resta del año, que en el segundo semestre desaparecerá el superávit acumulado de enero a junio y además se incurrirá en un déficit equivalente al monto del PIB que fue autorizado como límite por el Congreso?
Apenas cabe recordar que el segundo semestre de 1999 cae de lleno en el periodo político electoral que culminará en junio del 2000. Precisamente cuando las campañas electorales entrarán en su etapa decisiva, la política presupuestal del gobierno parece aprestarse a concentrar toda su potencialidad expansiva. Si para el próximo año fiscal --que iniciará el primero de enero-- la secuencia de ejecución del presupuesto se invirtiera y el activismo se concentrara en el primer semestre, los candidatos oficiales a la presidencia y al congreso tendrán detrás de sí la ventaja de doce meses de políticas fiscales menos duras. Con ello podrán complacer al electorado, o al menos reducir su rechazo.
Esta estrategia presupuestal no significaría necesariamente un rompimiento de parte de las autoridades con la política de "finanzas públicas sanas" en la que parece estar tan comprometido el actual gobierno. Sucede que las correcciones fiscales que soportarían este posible activismo de la política hacendaria ya se hicieron, en lo que respecta al presente año, en el primer semestre y, en lo que hace al 2000, se volverían a hacer después de las elecciones federales. La cobertura política de un probable activismo fiscal para los candidatos oficiales en el periodo julio-diciembre de 1999 fue pagada por adelantado por la sociedad con la austeridad presupuestal del primer semestre; la del periodo enero-junio del 2000 la pagará inmediatamente después de la jornada electoral.
El ciclo político presupuestal en el que muy probablemente ya estamos inmersos, no es novedoso. Así fue en las últimas tres o cuatro elecciones presidenciales, y en ésta --que se anuncia como singularmente reñida-- no hay ninguna razón políticamente válida para pensar que la estrategia será diferente. Lo nuevo, si acaso, es el menor margen financiero con que ahora se dispone para ello, lo que a su vez tal vez explique por qué la respuesta fiscal a las elecciones parece ser ahora más sutil que en 1994, experiencia cuyas consecuencias aún estamos resintiendo. La actual sutileza presupuestaria no significa, desde luego, que su costo vaya a ser menos real para la sociedad.