La Jornada miércoles 18 de agosto de 1999

Adolfo Gilly
El valor de las palabras

La resistencia de los estudiantes de la UNAM ha terminado por abrirse paso en las conciencias y las inteligencias de la comunidad universitaria y por hacer entender y recibir sus razones. La propuesta de los ocho profesores eméritos surgió cuando la comunidad misma, habiendo escuchado e interpretado de modos diversos aquellas razones, sentía la necesidad de discutir, ir más allá de los silencios inamovibles y tomar en sus manos una solución del conflicto que diera sentido colectivo a la tenacidad y a las razones del movimiento estudiantil.

Desde la asamblea del Che Guevara, el vuelco hacia la búsqueda del diálogo y la satisfacción de las demandas centrales del movimiento ha ido creciendo en facultades y escuelas. No es el caso de juzgar intenciones o actitudes individuales. Así como no era sensato ignorar la densidad y la tenacidad del movimiento estudiantil, tampoco lo sería no ver aquí un movimiento real de la comunidad de profesores e investigadores, un movimiento que no se contrapone al de los estudiantes, como algunos al principio intentaron o creyeron, sino que ahora recibe y asume sus razones.

La solución, empero, es preciso construirla primero desde el interior del mismo movimiento estudiantil que supo resistir el viento en contra y sus propios torbellinos internos; y después, desde toda la comunidad universitaria que quiere sumarse en un movimiento de reforma de raíz de la UNAM y de la vida universitaria, académica y cultural. Para que esta reforma sea posible y sea de todos, es preciso resolver las demandas centrales del movimiento.

Si el rector y el Consejo Universitario toman la iniciativa, y no se entrampan en la forma de los seis puntos sino que van a su esencia, la solución no parece compleja y el camino quedaría abierto para discutir con toda la comunidad las transformaciones de fondo que la universidad reclama.

Quiero ahora interpretar en este sentido el mensaje del rector Francisco Barnés. Reitero: no es el momento de juzgar intenciones, sino de medir palabras en su justo valor y de demandar que éstas pesen en los hechos. Lo que el rector expresó en su mensaje es un reconocimiento y una legitimación de las razones del movimiento. Nada menos y nada más. Esto es lo que leo en el texto del mensaje:

"Del conflicto actual todos hemos aprendido. Los universitarios estamos conscientes de que debemos renovarnos en un sentido más profundo de lo que hasta hace poco imaginábamos [...].

"Es a la comunidad universitaria, con su diversidad de interlocutores, de argumentos y de posiciones a la que, como rector, me siento obligado a responder, incluso más allá de mis propias ideas y mis propias razones, para construir una visión más rica, más representativa del sentir universitario. Es por ello que estoy convencido de que en este proceso de discusión deben participar las diversas y múltiples voces de la comunidad universitaria".

Leo también, como conclusiones, lo que el mensaje declara "el compromiso del rector": "Que la Universidad Nacional Autónoma de México es y seguirá siendo una universidad pública, que permite a los mexicanos la igualdad de oportunidades que la educación brinda, sin excluir a nadie por razones de orden económico.

"Que, para cumplir con sus fines, la Universidad debe conciliar una alta exigencia académica con un claro compromiso social.

"Que en la Universidad no puede prevalecer una visión única de persona alguna, de grupo o de partido; su pluralidad debe ser respetada y promovida en todos los órdenes, con sustento en la autonomía con que la dotó el pueblo de México.

"Que este difícil momento por el que atraviesa nuestra institución nos ha dejado como enseñanza que la Universidad requiere de transformaciones más profundas que las que habíamos contemplado.

"Que en la construcción de la universidad del porvenir, todas las voces y las ideas resultan indispensables y todos los universitarios son imprescindibles".

Si esto es así, el paso siguiente es abrir las puertas a un Congreso de la Reforma Universitaria. No veo cómo el rector, después de sus palabras, puede negarse a una convención universitaria de ese tipo. ƑDónde si no se va a escuchar la comunidad en sus múltiples voces y va a a decidir sobre su futuro? No me importa el nombre, ni que se declare resolutivo o "asumitivo" o lo que sea. Lo que importa es que estén todos, que sea formalizado por las partes e institucionalizado por el Consejo Universitario, que llegue a conclusiones y tome resoluciones y que éstas sean legitimadas por la comunidad universitaria por los muchos medios que ésta puede tener para expresar sus decisiones: consulta, referéndum, voto, Consejo Universitario.

Un acuerdo sobre este Congreso o Convención de la Reforma Universitaria satisfaría, cambiando los términos, uno de los seis puntos del pliego petitorio estudiantil y los "espacios de discusión" de la propuesta de los ocho profesores. Otros dos puntos: la no aplicación de sanciones universitarias o penales y la reposición del semestre, no parecen difíciles de satisfacer sin daño para nadie. Quedan tres. Si la resolución definitiva sobre el Ceneval y las reformas del 97 se remite a los resultados de esa discusión, estos dos puntos no serían rechazados ni desechados. Sería en ese ámbito, con la participación de todas las voces, donde se discutiría y se resolvería lo esencial: quién y cómo evalúa, quién y cómo obtiene el ingreso.

Queda, por fin, el que siempre fue, a mi juicio, el punto clave y aquel por el cual se desencadenó el conflicto: el Reglamento General de Pagos. Los profesores eméritos proponen suspender su aplicación hasta la conclusión de las discusiones. El rector dejó sin respuesta esta propuesta. Reacciona ahora cuando ya toda la comunidad la ha hecho suya y aún así no toma compromisos.

No creo ni dejo de creer en las palabras del rector. Reitero que, en este desgarrado fin de régimen, las palabras están devaluadas. Después de la amarga experiencia del Congreso de 1990, donde el rector de entonces y todo su equipo faltaron sin pudor a sus compromisos públicos, no tenemos derecho a creer nada a las autoridades de la UNAM nomás porque lo digan.

Si el rector quiere dar valor a sus palabras, tendría que dar a la comunidad una prenda en los hechos: por ejemplo, la inmediata derogación del Reglamento General de Pagos en sus dos últimas y arbitrarias versiones. Sus compromisos, entonces, se agregarían a la propuesta de los ocho profesores y a las demandas de los estudiantes para abrir soluciones rápidas y necesarias al conflicto.