Es muy importante ubicar los actuales ataques contra el Instituto Federal Electoral (IFE) en un contexto más amplio, para que no aparezca como una simple cuestión de personas. Vistas las cosas en el corto plazo, y olvidando lo ocurrido hace apenas unos meses, podría parecer que se trata de que una persona --el ahora destituido contralor interno de este instituto-- cesó, sin tener facultades para ello, a un miembro del Consejo de la misma institución, y amonestó a otros dos.
Pero resulta que una escena muy similar, con algunos de los personajes cambiados, ocurrió ya, culminando en diciembre pasado. El PRI, entonces sí oficialmente y como institución, estuvo en desacuerdo con una resolución del IFE y se retiró del mismo. El 20 de diciembre, en estas mismas páginas, decíamos que "se podría decir al PRI lo que ese partido dijo durante años a la oposición: que, si no estuvo de acuerdo con una resolución del IFE, había caminos para ventilar el caso por la vía legal, mientras que el retiro, que puede interpretarse como boicot al citado Instituto, tensa la situación política del país".
Y agregábamos: "Sin embargo, no tenemos sólo ese hecho. Tal vez lo más preocupante sea que el citado retiro se inscriba en un cuadro de presiones contra el IFE. En especial, son notorios la amenaza de recorte presupuestal y una campaña pública de desprestigio".
Después de esta campaña, que incluyó, como la señal de fuego, el retiro del PRI, y, a partir de la misma, la campaña pública contra el IFE y el recorte presupuestal por encima de los normales, que no se quedó en amenaza sino que ésta se cumplió, hubo un periodo de tregua. Al cabo de un tiempo, el PRI volvió al IFE. Ahora, a partir de una acción aparentemente individual, se reanudan las hostilidades. Decimos que la individualidad es aparente no tanto por la posibilidad de que se hubiera inducido esa actitud personal, sino porque si el PRI no hubiera hecho suya la causa, y hubiera hecho de la misma un motivo de confrontación, ésta hubiera resultado intrascendente.
Tal vez lo más delicado del asunto sea la posible implicación de que el partido que, aisladamente, sigue siendo el más importante de México, además de estar en el poder en el nivel federal, pueda querer perpetuarse en el poder a costa de lo que sea. Que pueda querer ganar las elecciones antes de que éstas se lleven a cabo. Al respecto, agregaríamos otro párrafo del ya citado artículo, que, como los otros, no parece haber perdido ninguna actualidad:
"El actual IFE es resultado de un proceso de cambios. Después de estos cambios, el IFE es un organismo no gubernamental y no partidario, aunque individualmente sus miembros puedan o no tener mayores simpatías por un partido que por otro. Las elecciones federales celebradas en 1997 bajo el actual régimen electoral tuvieron una enorme participación ciudadana y, como proceso nacional, no fueron impugnadas por ninguno de los partidos que contendieron. La legislación electoral es perfectible, pero la existencia de este IFE es un logro que no se debe de perder por ningún motivo".