Ť Conferencia por el siglo del literato argentino, en El Colegio Nacional
Borges es un célebre escritor ajeno al purgatorio del olvido, dice JEP
Ť ''Irrepetibles, los seres humanos somos posibles gracias a toda la historia universal''
Angel Vargas Ť Todos somos únicos, para nuestra melancolía y nuestra fortuna. Nunca nadie más como nosotros. Nunca más una tarde como la de ayer, la de hoy o la de mañana. Irrepetibles, los seres humanos al igual que los demás organismos vivos somos posibles merced a toda la historia universal. Cada quien encuentra en ella nuevos capítulos. Jorge Luis Borges, en su caso, halló un laberinto, un espejo, una biblioteca y una rosa profunda.
José Emilio Pacheco inicia la reflexión. Con ésta son ya 13 las series de conferencias que ha dictado en El Colegio Nacional, de las que sólo en dos ocasiones se ha apartado de la literatura mexicana para centrarse en un autor extranjero. En 1996 lo había hecho con el nicaragüense Rubén Darío y ahora llegó el tiempo del argentino Jorge Luis Borges.
Es lunes por la tarde y el escritor mexicano dicta su conferencia titulada De cómo Borges se convierte en Borges, la primera de las cinco programadas para conmemorar el centenario del natalicio del literato bonaerense, que se cumplirá el próximo día 24. El aula mayor de El Colegio Nacional es apenas suficiente para recibir al público interesado. Con seguridad el resto de la semana lucirá igual.
La obra borgiana, una catedral
Antes de entrar en materia, José Emilio presenta las ''credenciales" que le permiten referir parte de la vida y la obra de su colega sudamericano, porque hablar de él, definió, es como adentrarse a una catedral para ver las pinturas y las esculturas de los santos: ''Los fieles que de rodillas rezan lo miran a uno con gran desprecio y se preguntan 'Ƒqué hace ese intruso?', para luego percatarse de que se trata sólo de un turista que llega armado de su ignorancia a interrumpir el culto".
Pero lejos está el poeta y ensayista de ser un impertinente. A manera de identificación menciona que se ha ocupado de Borges desde 1958, en tiempos que éste no era popular y no estaba bien visto hacerlo, además de que ha reseñado muchos de sus libros en el momento de su aparición.
Las seis de la tarde en punto y el autor de El reposo del fuego y El silencio de la luna, entre otros títulos, comienza su plática. No lo hace con un texto preparado sino con notas y el apoyo de varios libros escogidos para la ocasión. Luego de aclarar que ni aun los especializados en estudios borgianos son capaces de dominar la literatura del escritor argentino, advierte que su puntos de vista para enfrentar el tema serán los de un lector más, porque ''finalmente somos nosotros, los lectores, para quienes se escribe toda la obra literaria".
Y así, cuenta cómo en 1960, con la aparición de El hacedor y a sus 61 años, Jorge Luis Borges parecía un escritor liquidado, perteneciente al ayer y sin ningún porvenir, opinión que predominaría en Argentina y que poco más tarde se compartiría en México, pero que sólo era producto de una autocrítica irónica para tender una cortina de humo sobre su quehacer.
''La impresión dominante era que su obra estaba acabada, caduca e inservible para esa nueva realidad latinoamericana que había iniciado con la revolución cubana. Lo que no podíamos ver entonces es que Borges había vencido una de las pruebas iniciáticas. En el sentido de la jornada que tienen los héroes de las mitologías, él ya había pasado ese círculo de fuego en el que se queda la inmensa mayoría de los escritores y estaba a punto de pasar a otra etapa. Esta se inició muy pronto, al año siguiente, cuando recibió el Premio Internacional de los Editores, compartido con Samuel Beckett, y no ha terminado.''
Durante la hora y cinco minutos que duró la conferencia, escuchar a José Emilio resultó comparable a utilizar el programa windows en una computadora, ya que la mención de un rubro lo conduce a otro para ligarlos al final, de la misma forma que las necesidades de trabajo obligan a abrir más ventanas en aquella herramienta cibernética. No se dispersa, sino que aclara, descubre o enriquece los puntos que se perderían en la penumbra del desinterés si sólo fueran mencionados.
Por ejemplo, está el parangón que hizo de Borges con el Inca Garcilaso de la Vega, quien en las postrimerías del siglo XVI tradujo Diálogos de amor, de León Hebreo, una de las piezas clásicas de la prosa española que le valió el siguiente comentario del más notable letrado de la región española de Córdoba y maestre de la escuela de la catedral de esa ciudad, Francisco Murillo: ''Un antártico ųasí se les conocía a los mestizos de Américaų nacido en el Nuevo Mundo, allá debajo de nuestro imperio y que en la leche mamó la lengua general de los indios del Perú, Ƒqué tiene que ver con hacerse intérprete entre los italianos y españoles? (...) Y ya que presumió serlo, Ƒpor qué no tomó un libro cualquiera y no el que los italianos más estimaban y los españoles menos conocían?".
La relación de semejanza entre ese mestizo y el narrador y poeta argentino se presentó en 1961, al recibir este último el mencionado galardón, como dejó entrever el escritor mexicano: ''Fue como si casi 500 años de sólo recibir e imitar se cambiaran de pronto. Súbitamente un autor nuestro, porque es de nuestro continente y de nuestra lengua, era invitado y elogiado en las metrópolis de donde siempre vino lo que elogiábamos o imitábamos".
Ya para esta parte de la conferencia, en la que habría de retomar los antecedentes genealógicos de Borges, que se remontan a Juan de Garay, fundador de Buenos Aires, José Emilio decidió hablar de la condición de ser único de aquél.
Leer es volar
''Para nuestra melancolía y nuestra fortuna todo se da sólo una vez. Nunca más volverá a haber una tarde de 16 de agosto. Nunca más se dará otro Borges. Para que él fuera posible, como para que fuera posible cada una de las personas que estamos aquí, se necesitó toda la historia universal. Sólo podemos citar, ni siquiera pretendo analizar unos cuantos capítulos de este otro antártico a quien nadie invitó para hacerse intérprete de Europa y no sólo de Europa, sino de muchas otras partes, y para hacer con esos materiales un laberinto, un espejo, una biblioteca y una rosa profunda; para hablar con palabras que le fueron íntimas y gratas."
El laberinto es un concepto asociado a la vida de Borges desde su existencia misma, ya que ésta lo aprisionó en un lugar y en un tiempo, dijo Pacheco, y acotó que en los libros el literato argentino encontró otro laberinto que le ayudó a saber adónde estaba y qué había pasado antes de él.
''Y ese laberinto tiene su laberinto mayor todavía, que es la biblioteca, que es tan inexplorable como la ciudad, la memoria o el pasado. Por definición no la agotaremos nunca. En el mejor de los casos no nos alcanzaría la vida para leer más de mil 500 libros. Esta es otra cosa notable que no se ha subrayado lo suficientemente de Borges o de nuestro Juan José Arreola, que dicen 'Borges es un escritor y erudito'. No, no es un escritor muy erudito. Si uno revisa su lista de lecturas verá que leyó muy pocos libros, pero los que leyó los leyó maravillosamente bien y como nadie. Vale mucho más leer bien que leer demasiado (...) Hay una salida del laberinto: es el vuelo, el acto por excelencia de la imaginación y la lectura. Leer es volar, es salir de los límites que nos confinan".
José Emilio Pacheco dijo que Borges es un autor presente, no obstante que murió hace 13 años, ''y no ha entrado en lo que los teóricos literarios llaman el purgatorio, ese periodo de olvido por lo el que pasan después de su muerte todos los escritores que fueron célebres y del que la gran mayoría ya no vuelve a salir, sino que pasan al limbo o a la nada".
Se refirió, también, a su prosapia: ''Borges pertenece a las grandes estirpes de Argentina, pero no por su dinero. Fue hasta su vejez cuando se volvió rico con sus libros, pero nunca lo ostentó; la riqueza le parecía una cursilería. Vivía en un departamento modestísimo. Y resistió, sin que le temblara el pulso las mayores injurias. Lo único que le ofendió fue que Vargas Llosa le hiciera una entrevista y que describiera que el departamento era muy pobre y que tenía goteras (...) Eso le pareció imperdonable".
Luego de 65 minutos, la irrepetible sesión culminó.