Bernardo Bátiz Vázquez
Razones del IFE

EL INSTITUTO FEDERAL Electoral (IFE) y su Consejo General son una esperanza de imparcialidad, de justicia y de claridad en el proceso electoral que se avecina, y que sin duda será competido a fondo.

Hasta hace poco, este organismo había sido más o menos respetado por la intolerancia del PRI y el gobierno; hoy, sin embargo, los dirigentes del sistema se sienten nuevamente fuertes, cuentan con muchos soldados y policías "preventivos" federales, dinero en abundancia y se percatan de que el IFE, tal y como funciona ahora, con honradez y credibilidad, imparcialidad e independencia, no se prestará a un fraude electoral que, si no puede evitar, al menos lo denunciará con todo vigor y gran autoridad moral, y eso preocupa.

Para curarse en salud, antes de que se inicie el proceso formalmente, esos dirigentes del sistema usan pequeñas piezas políticas de aquí y de allá; no tienen nada que perder y están dispuestos a hacer el trabajo sucio para descalificar y atacar a los ciudadanos que al frente del Instituto cuentan con la confianza de la ciudadanía y los partidos.

Así como Solís Acero salió del IFE para ocupar cargos en Gobernación y en el PRI, pronto veremos al oscuro contralor recibiendo su premio por la hazaña de haber intentado empañar la buena fama de los consejeros electorales.

Da grima que quienes dilapidan millones y millones en maniobras políticas y propagandísticas a su favor, hoy se rasguen las vestiduras por unos gastos comparativamente insignificantes, y quienes son siempre parciales, insensibles a la justicia, componedores de maniobras y argucias se atrevan a tildar de parciales e injustos a los consejeros, que lo único que han hecho es darle la razón a quien la tiene y negársela a quien no la tiene.

Afortunadamente, el Consejo General del IFE se ha portado en este incidente como debe ser: con gran valor civil, ética y, también, con energía y oportunidad. Los partidos verdaderos han respondido con prontitud rechazando la maniobra que pretendió ser contundente por sorpresiva y traicionera; un "descontón", para usar la terminología de pleito de callejón de la que ahora gustan los priístas.

El IFE sustituyó a un antiguo organismo denominado Comisión Federal Electoral que al principio dependía totalmente del secretario de Gobernación, y después, también.

En la Comisión de antaño, el gobierno y su partido tenían manos libres para todo, ya que se ocupaba de designar funcionarios de casillas, y unos peculiares personajes conocidos como "auxiliares" por décadas estuvieron encargados de supervisar y, a veces, de ejecutar el fraude electoral. También disponían de un amplio y oculto presupuesto sobre el que nunca se supo que rindieran cuentas.

A partir de que se modificó la ley en 1994, el IFE vino a sustituir al gobierno mismo en la organización del proceso electoral y su Consejo General, conformado por ciudadanos independientes del gobierno, del partido oficial y de los partidos de oposición, se ocupa ahora de desempeñar el papel de dirección del proceso, encargado antaño a la Comisión Federal Electoral, de triste memoria.

No es cierto, como se pretende sostener ahora, que el IFE y su Consejo fueron una creación del espíritu democrático priísta; fue arrancado por la fuerza de la presión política democratizadora que los partidos de oposición, los grupos organizados de la sociedad y los medios de comunicación independientes impulsaron hasta lograr que las elecciones fueran organizadas por una institución imparcial.

El IFE se creó también en respuesta al movimiento armado de los zapatistas chiapanecos encabezados por Marcos y los comandantes indios; el gobierno no pudo resistir simultáneamente la exigencia política de la sociedad y la militar del EZLN, con todo y lo que tiene de simbólica, y tuvo que ceder a una apertura a la que se venía negando de tiempo atrás.

Si se quiere consolidar lo avanzado en materia democrática y redondear la transición, es el momento de apoyar firmemente a quienes serán los árbitros de un proceso en el que los tramposos ya ven augurios de derrota.