Defensora de oficio acusa a un juez de abuso sexual


Historias de barandilla

Elia Baltazar Ť Ella, defensora de oficio. El, impartidor de justicia. Ambos se desempeñan en el juzgado 33 penal con sede en el Reclusorio Preventivo Sur, donde la relación laboral obligada se convirtió en acoso y más tarde en abuso sexual por parte del juez Casiano Carlos Morales García, quien el pasado 6 de agosto intentó violar a su compañera, luego de propinarle una golpiza y llevarla por la fuerza a un hotel.

Como ocurre la mayoría de las veces, el acoso se disfrazó primero de atenciones y halagos que muy pronto llevaron consigo sonrisas y miradas que avergozaban a Mónica, pues la recorrían de cuerpo entero.

La duda la asaltó. No podía desconfiar del juez, cómo, si comparten un juzgado, son compañeros. No, seguro que estaba equivocada. Por eso salía de vez en cuando a comer con él, algunas veces sola y otras acompañada de otras personas. Creyendo que era su amigo incluso lo invitó a la boda de un hermano. Y allí estuvo Morales García, que para entonces había hecho de Mónica su confidente.

Pero el pasado 6 de agosto sobrevino el ataque. Ella había llegado acompañada de un colega y del primo de éste, quienes la habían invitado a comer. Bajó del auto de éstos, se despidió y tomó rumbo a casa por un andador. En ese momento escuchó que la llamaban. El magistrado la estaba esperando: "Ya te vi hija de la chingada, que llegaste con tu amiguito. Qué bonito besito. Te veías hasta bien tierna, pinche vieja hipócrita".

De nada sirvieron a Mónica sus intentos conciliatorios. Las preguntas de siempre: Ƒpor qué?, Ƒqué había hecho ella para que el juez de pronto se apareciera y la insultara de ese modo? Después, ya exasperada, lo ignoró y siguió su camino. La respuesta de él ante su actitud no pudo ser más original: "Serás mía o de nadie, quieras o no".

Morales García hizo buena su sentencia. La jaló de los cabellos y la obligó a caminar hacia donde él la dirigía. La violencia aderezada con frases no menos violentas:

"ƑQué, vienes del pinche hotel o de dónde, cabrona? Te vas a quitar los calzones y me los vas a enseñar aquí".

Mónica aún daba muestras de fuerza y valentía, pues ultimadamente qué derecho tenía él sobre ella. Y derechito lo mandó a cuidar a sus hijos y a su esposa en lugar de molestarla.

Más golpes e insultos, y de pronto la cabeza de Mónica comenzó a chocar contra la pared en manos de su agresor. Por un momento creyó que todo había acabado, cuando el juez se retiró del lugar. Ella, mareada por los golpes, comenzó a caminar hacia su casa. Pero él la alcanzó y sin más razones de por medio que la fuerza la dirigió hasta su auto, con una mano a punto de romper el brazo de ella, mientras con la otra sujetaba sus cabellos y llevaba una botella.

"Vas a ver que a ti y a tu pinche amigo, el defensorcito, me los voy a tronar".

Mónica pidió auxilio, gritó con las pocas fuerzas que ya le quedaban, pero nadie atendió. Para qué meterse si son pleitos de pareja, quizá pensaron quienes a lo lejos pudieron escucharla.

Ya en el automóvil del juez ella rogó y suplicó que la dejara ir, y aun pidió perdón por lo que hubiera hecho. Un golpe en el estómago ahogó sus palabras. Y luego su cabeza, azotada contra el toldo, terminó con sus últimas fuerzas. Pero no con la furia del juez Morales García, quien la abofeteó y le adelantó: "Te voy a llevar a un lugar donde te pueda madrear a gusto".

Luego rompió la botella en el borde de la ventanilla y se la acercó a su cuello. Mónica se llevó las manos al rostro, y él comenzó a tallar el vidrio roto sobre su muñeca, mientras le ordenaba bajar la manos para lastimarle el rostro y demostrarle que así nadie más se fijaría en ella.

Antes de llegar al motel Campo Real, que se encuentra en la avenida México Xochimilco, el juez se quitó la camisa y limpió la sangre de Mónica. Ella, al entrar al garaje, comenzó a hacer señas a la persona que los recibió, pero ésta no entendió o no atendió, como sea.

Ya en la habitación, en un descuido del agresor Mónica tomó el teléfono para intentar llamar a su hermana, pero el juez la sorprendió y con la bocina nuevamente la golpeó. Como pudo escapó al baño y allí permaneció durante mucho tiempo, hasta que dejó de oír los golpes en la puerta y los insultos. Salió, y la pesadilla comenzó de nuevo.

Luego de golpearla contra la pared la tiró al piso y comenzó a manosearla. El juez entonces se dejó caer sobre ella, que sintió que perdía el aliento definitivamente, pues él es un hombre gordo y mucho más alto que ella. Y de pronto paró, le dijo: "Ya vámonos", y volvieron al auto.

El había arrancado del cuello de Mónica una cadena, la cual puso en su entrepierna mientras conducía: "Si la quieres, quítamela con la boca". También le robó 200 pesos. Ella nunca dejó de insistir en que la dejara ir. El castigo ya había sido infringido, por lo que detuvo la marcha y la bajó con un puñetazo en la cara. Eran las 3 de la mañana del 7 de agosto.

Luego de ser rescatada por una pareja que la llevó a su casa para que pidiera ayuda a su hermana, volvió a su domicilio. Mónica no quiso denunciar los hechos de inmediato, por miedo, porque el juez Morales García la había amenazado. Pero al siguiente día acudió a la 47 agencia del Ministerio Público, especializada en delitos sexuales, a presentar su denuncia por abuso sexual y robo, que quedó asentada en el acta 47/DS/635/99-08.