La exposición de Alberto Castro Leñero, en las salas anexas al área de los murales en el Palacio de Bellas Artes, ofrece un panorama de su pintura realizada desde 1991 hasta la fecha. Es una selección hecha con buen ojo crítico, tomando en cuenta la enorme productividad de este artista; se encuentra repartida en espacios que ųcontra lo que pudiera pensarse, pues se trata en varios casos de obras en formato grandeų funcionan muy bien para la propuesta museográfica debido a su acertada distribución. No hace mucho comenté aquí la exposición Incruce, que tuvo lugar en el Museo del Chopo. Esa y la que ahora se exhibe, vigente hasta finales de octubre, condensan dos motivos básicos en su trayectoria: el de los cuerpos y las cabezas que los coronan y el del viacrucis (con o sin figuras) al que en cierto modo todos estamos sometidos si la vida merece, como dijo algún poeta, ''el santo nombre de vida". Observemos que los dos títulos, a más del conjunto bautizado como pintura capital (de capita, cabeza) están en latín, lengua no tan muerta ni con mucho exclusivamente litúrgica con la que el pintor tuvo y tiene familiaridad, dada su formación juvenil en un medio estrictamente católico.
Los cuerpos femeninos con frecuencia acompañados de figuras abstractas que pueden remitir a la concepción geométrica de las constelaciones, salvo excepciones, ofrecen posturas que sin ser contorsiones son difíciles de asumir en la realidad, cosa que puede deberse a que él busca el contraposto (aludiendo entonces al Renacimiento tardío y al barroco temprano, de raíz siempre italiana) y a que ųal someter sus modelos a la adopción de esas posturasų lo que busca es resaltar al máximo la plasticidad de la figura. Véase por ejemplo la mujer que flexiona la pierna izquierda (derecha del espectador) formando con el pubis y el muslo derecho un vacío que es casi triángulo equilátero, la posición remite a un tema clásico; el personaje que se inclina sobre sí mismo tomando su pie con las manos para extraer una espina (los clásicos espinarios, sólo que él los asocia con la idea de la fortuna, cuya postura tiene por fuerza que ser inestable, como lo muestra la iconología de Cesare Ripa. La fortuna I, como varias otras pinturas, contiene dos secciones, el cuerpo de la joven y lo que podría ser su explosión si es que ella estuviera en la situación primigenia del universo, donde se supone ocurrió el big bang.
Otra figura, la que aparece inclinada sobre sí misma, casi glosando en bidimensión la escultura en mármol de Jesús Contreras: Malgré tout comparece en un espacio ígneo en el que hay de nuevo un triángulo, esta vez escaleno, en el que se insertan unos planetas negros de diferentes dimensiones. Puede ser que Saturno sea aquí el regidor, pues el cuadro se titula Melancolía. En Figura con signo, realizada en encáustica hay ųcomo es frecuente en élų material extrapictórico incrustrado en el área de la espalda con efecto de estallamiento, mismo que es casi una constante en obras suyas de tiempo a la fecha. También aquí la composición se divide tajantemente por en medio, la contraparte del cuerpo es una densa área blanca, lechosa, extendida tras un poliedro irregular de metal desplegado sobre ella. Este mismo poliedro, extendido, se desarrolla de izquierda a derecha en Tormenta roja y el cuerpo de la mujer aparece en la parte inferior del cuadro, las piernas fuertes, tensas, dejando ver pies poderosos, algo crispados. Esta figura no tiene sostén, parece quedar suspendida en la superficie cargada que la sostiene.
Uno de los desnudos más recientes es Figura azul, lo vi varias veces en su estudio, cuando estaba en proceso y también terminado. Los cordones que lo circundan por todos lados atentan contra su rotunda solidez, tachan, por decirlo de algún modo, la fortaleza de esos glúteos, esa espalda. El brazo derecho termina en una mano que acaba por posarse arriba de la corva, tan grande como la del David, de Miguel Angel, o como las propias manos de Alberto, capaces de estrujar y hacer pedazos un vaso de vidrio o de doblar una cuchara cristoff. El contraposto empleado aquí hace que el brazo derecho se cruce al lado opuesto, con la mano colocada en el hombro. El díptico Figura con signo accede a una modalidad posmoderna y que está de moda con bastante fortuna. La forma abstracta se desarrolla sobre brocado, a la derecha la figura se estrella a partir de dos elementos en relieve.
Siendo buenas pinturas, las que se alejan de la configuración humana asumen contorsiones como si estuvieran integradas por miembros alargados; me atraen menos que las otras y considero que pueden guardar referencia con el quehacer escultórico de este pintor; son representaciones de posibles esculturas tratadas con acentuado pictoricismo. La mejor es una serpiente negra, Corpus III, en tanto que Corpus I puede tomarse como si fuera la representación de la banda de Moebius. En la Sala Orozco (tras el mural Catharsis) están las cabezas, de las que luego me ocuparé.