Ť Galardonada con el premio Juan Rulfo en 1998


Murió Olga Orozco, poeta que sembró en tierras de otro mundo

Ť La tradición constituye la sangre de la literatura, decía

Agencias, Buenos Aires, 16 de agosto Ť Poeta de los más grandes misterios, como el amor y la muerte, Olga Orozco, una de las más importantes escritoras de Argentina y que el año pasado estuvo en México para recibir el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, falleció a los 79 años el pasado domingo en Buenos Aires, víctima de afecciones en las vías circulatorias.

Caracterizada su obra por la creación de atmósferas mágicas y el alejamiento de la versificación tradicional, la poesía de Olga Orozco, sin embargo, goza de una factura rigurosa, oculta quizá por la intensidad de sus metáforas.

Entre los 12 libros de Orozco ųquien decía que las posibilidades de liberación de la poesía son incalculablesų figuran Desde lejos (1946), Las muertes (1951), Los juegos peligrosos (1962), Museo salvaje (1974), Veintinueve poemas (1975) y Obra poética (1979). Otros títulos son La luz es un abismo, Con esta boca, en este mundo y La oscuridad es otro sol.

En los últimos años, la publicación de las antologías Eclipses y fulgores y Relámpagos de lo invisible le granjearon una amplia proyección en el mundo de habla hispana. A ello contribuyeron los premios nacionales de las Artes (1980), de Poesía (1988) y el Gabriela Mistral (1995), además del internacional Juan Rulfo. Sin embargo, desde sus primeros libros provocó la admiración de los intelectuales de su país.

Desde mediados del mes pasado, Olga Orozco estaba internada en un sanatorio de Buenos Aires, donde se le practicó un bypass. Sin embargo, la poeta murió el domingo y este lunes sus restos fueron inhumados en un cementerio privado de esa capital.

En la tierra de Pedro Páramo

Durante su visita en noviembre de 1998 a México para recibir el premio Juan Rulfo, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Orozco dijo que los reconocimientos a los poetas son poco comunes pues la poesía jamás es complaciente ni paga derechos por su existencia ni, menos aún, se vende.

En su discurso de aceptación del galardón dijo: ''En el territorio de la poesía todo es posible, los poetas podemos, por el poder de la creación, encarnar en otros cuerpos, acercar lo distante, vivir otras vidas, tergiversar el orden del tiempo en todas direcciones, porque la posibilidad es más poderosa que la realidad".

Y agregaba: ''Nosotros atesoramos palabras en lugar de monedas de oro y exploramos y sembramos en terrenos que no son de este mundo".

En entrevista con la agencia Notimex, elogió la obra de Rulfo, sobre todo Pedro Páramo, y comentó:

''Reconocí un clima muy especial que, en cierto modo, es muy parecido a lo que escribo en el sentido de erradicar la realidad del ahí y del ahora, para valorar los detalles invisibles que suelen pasar desapercibidos a la mayoría."

En esa ocasión habló de sus preferencias y convicciones literarias: ''Como lectora asidua de los clásicos, estoy más que convencida que la tradición es la sangre que da vida a la literatura e incluso hace que valga la pena cada piedra que cimenta a los latinoamericanos.

''Se trata de la sangre que, en mi caso, me hace escribir y me provoca una multitud de incógnitas misteriosas sobre el mundo."

En otro momento, explicaba qué significaba para ella ser poeta: ''Es sentirse incompleto, limitado y prisionero en este yo y en esta realidad tangible, frente a un universo desconocido que nos excede, y buscar por medio de operaciones simbólicas la recuperación de una unidad perdida, de la libertad esencial en la que es posible vivir todas las metamorfosis, todos los tiempos, todas las asociaciones".

Magias y ritos, su legado

Confiaba sobre su trabajo y sobre sí misma: ''Soy muy lenta y rigurosa para escribir. No avanzo a la segunda línea si la primera no me convence. Soy sensorial e impulsiva, pero de pensamiento controlado y armado, que es lo que me permite ser poeta".

Y acerca de los tiempos actuales advertía con su humor irónico: "Hemos vuelto a la Edad Media; el problema es que no se vislumbra el Renacimiento por ninguna parte".

Orozco, quien en realidad se llamaba Olga Gugliota, nació en la sureña ciudad de Toay, provincia de La Pampa, en 1920. Oliverio Girondo y su esposa, Norah Langue, fueron los primeros en descubrir el talento de esa muchacha de bellos ojos celestes, recién llegada de la provincia y que apenas abría la boca en las famosas tertulias de la pareja de escritores.

Amiga entrañable de la poeta Alejandra Pizcernick, de la escritora Iverna Codina, del actor José María Gutiérrez, el talento y la belleza de Olga Orozco relumbraron en los años sesenta, los de mayor auge intelectual en Argentina.

Por entonces ella trabajaba como periodista ų''oficio interesante pero agotador"ų y escribía Los juegos peligrosos, en el que los límites de la vigilia y el sueño quedaron abolidos de su poesía.

Fue integrante del movimiento surrealista argentino, representado también por Enrique Molina, Aldo Pellegrini y Juan José Caselli.

Hacía unos años que Olga Orozco había quedado viuda del arquitecto Valerio Peluffo, y dedicaba su tiempo a escribir, viajar y ofrecer recitales. En uno de ellos, cantaba la poeta:

''Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron. De mi estadía, quedan las magias y los ritos, y unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor."