LECTURAS DE UN ATENTADO
El atentado fallido que sufrió ayer en esta capital Mariano Herrán Salvatti, titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Salud (FEADS), podría interpretarse como un mensaje de guerra por parte de una delincuencia organizada dispuesta a desafiar a las más altas instancias del Estado.
En esta ocasión, por fortuna, los criminales no consiguieron su propósito que, según los indicios disponibles y de acuerdo con la hipótesis externada por el propio fiscal, consistía en asesinarlo. Sin embargo, la afortunada impericia de los atacantes y la rápida y eficaz reacción de la escolta y del propio Herrán Salvatti no deben hacer olvidar la audacia delictiva implícita en el atentado, ni lo que éste representa en el contexto de la creciente y generalizada inseguridad.
La pifia de los agresores contrasta, por suerte, con la eficacia criminal mostrada por los asesinos de Francisco Stanley y por los asaltantes que ejecutaron a dos miembros del Estado Mayor Presidencial, por mencionar sólo dos de los episodios violentos que han causado conmoción en fechas recientes.
No obstante, el hecho mismo de que un grupo de malhechores se haya fijado como blanco aparente a una persona tan custodiada como lo es el titular de la FEADS constituye un grave factor de desaliento y temor para los ciudadanos comunes, cuya indefensión ante la delincuencia ha llegado a ser casi absoluta.
Esa sensación de desamparo que afecta a la mayor parte de la población capitalina y nacional termina por generar dinámicas sociales indeseables, como la que desembocó en el martirio y la tentativa de linchamiento de un presunto delincuente y las agresiones a funcionarios capitalinos, el sábado pasado, en Tulyehualco.
En el caso del atentando contra Herrán Salvatti, es imperativo que las autoridades realicen una investigación eficaz y de resultados convincentes para que el episodio no se convierta en un factor adicional de desmoralización ciudadana.