La discursividad científica, una de las tantas máscaras del deseo
La sexualidad virtual
Francisco Javier Rosales Alvarez
ƑQué es la sexualidad virtual? Podría decirse que es la sexualidad que tiene existencia como si fuera de verdad. Sin embargo, se parece, y en su parecido está su éxito, prefiriéndose por adecuarse al dominio y el control.
El sueño húmedo es la vivencia más real de la sexualidad virtual (sv), sólo que no podemos escoger la cartelera antes de dormir. Así también, podemos voluntariamente usar la fantasía a nuestros particulares placeres sexuales en la masturbación (sv), digamos que como los toreros, la faena va por él (ella) o por algo.
La neurolingüística tiene éxito actualmente al poner énfasis en este asunto a partir de que, gracias a la tecnología de punta, es posible observar que nuestras redes neuronales se pueden alterar por hechos o pensamientos. Digamos que para nuestros neurotransmisores, entre coger y pensar coger no hay diferencia. Eso implica sobrevalorar el pensamiento consciente más que el ser consciente en nuestros actos, pensamientos y palabras.
Aquí predomina la lógica natural; por lo tanto, hay que alimentar con cosas nutrientes y sanas nuestros pensamientos. De esa manera se refuerza el discurso institucional del humanismo occidental sobre el hombre "autónomo, único, libre de elección, razonable y voluntarioso".
El psicoanálisis subvierte la versión de lo humano, aquí simplemente señalo que el deseo no puede ser atrapado por la voluntad consciente, apareciendo sólo como enigma
por su huella. Pero eso molesta al hombre y trata de encubrir sus cojeras. Tomado los discursos normativos de la sexualidad vía la ciencia, pretende y logra legalizarlos e instituye una norma sexual especular, es decir, del comportamiento.
El sueño advierte, para quien lo sabe descifrar, un enigma del deseo sexual que nos habita, mientras que la fantasía yóica nos auxilia a encubrir la falta constitutiva como sujeto deseante con la pantalla de nuestro narcisismo imaginario (uso imaginario en sus sentidos de encanto por la imagen completa, y encanto por la pretensión de la comprensión entre los hombres).
Los discursos sexuales de la ciencia son un buen ejemplo de esa pantalla del hombre sin falta, pues pretenden controlar la angustia, la incertidumbre y el azar en el encuentro sexual, siendo la sexualidad virtual creada por la tecnología electrónica otro ejemplo de esa pantalla. A continuación me ocuparé de ello.
Lo íntimo y lo extraño ya no es lo familiar y lo anónimo
En la Historia de la vida privada, Ariés nos narra cómo para el hombre grecorromano lo íntimo tenía que pasar como un asunto público, para valorar la dignidad como un buen gobernador. De ahí que se mostrara cómo trataba a su familia, sus esclavos, sus amigos, su trabajo y a su propio cuerpo, pues eso era un asunto de sabiduría y tenía que parecer una coincidencia entre el decir y el hacer. Digamos que lo íntimo tendría que ser público.
Sin embargo, el pensamiento occidental ųbañado por el judaísmo cristianoų marcó un nuevo paradigma: lo íntimo no será más público, atesorándose como los secretos familiares. El nuevo milenio, por razones de la tecnología, trae consigo una nueva concepción de lo íntimo: el encuentro con el extraño.
Mientras que durante mucho tiempo el íntimo era el cómplice de nuestros tesoros por coincidir en nuestra vida (por múltiples razones, entre ellas las sexuales), y compartíamos la miseria y la gloria de vivir cercanos, al extraño lo poníamos lo más lejos de nuestra vida. Ahora se asiste no a una confusión entre el íntimo y el extraño, sino a una inversión de relaciones: el lejano, que aparece en la pantalla de mi computadora, puede tener intimidad conmigo, mientras que el próximo, el vecino, ése que nos demanda atención, puede convertirse en extraño.
Hay una inversión de la proximidad, muy favorecida por la aceleración de la vida moderna, los riesgos de las enfermedades sexuales, la violencia de las ciudades, pero sobre todo los problemas subjetivos para sostener un encuentro sexual. Este pone a prueba la materia con la que alguien está hecho, mientras que en la sexualidad virtual, al igual que en la fantasía masturbatoria, yo soy el que elige cómo, cuándo, con quién y el tipo de satisfacción que desee, en la tranquilidad de mi narcisismo imaginario, pues ahí no se tiene que apostar la angustia del deseo que me habita, ni comprometerme emocionalmente.
En el ciberespacio mi identidad yo globalizante (por eso de coger con medio mundo), favorece la pantalla narcisística de mi yo y mi sv La ciencia y la tecnología generan avances y desarrollos para esa nueva sexualidad, ofreciendo la ventaja de poner el control en las manos (al menos así versa el discurso instituido por la sexología).
Estamos ante una experiencia maquina-hombre sin igual. Entramos en una perspectiva de tiempo-real-virtual, con la posi-
bilidad de transmitir instantáneamente emociones y sensaciones. Se inventa una perspectiva nueva, la perspectiva del tacto, que permite una sexualidad a distancia.
Alternativas y paradigmas
El acontecimiento es nuevo: hasta ahora no habíamos podido tocar a distancia. Actualmente, a miles de kilómetros de distancia puedo no solamente tocar con guantes de datos, sino que, con un traje especial, puedo coger con alguien que está en Tokio, Estocolmo, Madrid, etcétera, ya que sus impulsos me son transmitidos por captadores sensitivos que me permiten producirle placer y sentir el placer. Y con esto, un nuevo paradigma de infidelidad se produce, pues es sólo virtual, y eso aún no es causa legal de divorcio. La tecnología actual ofrece alternativas para seguir juntos ųcasadosų a la pareja disfuncional.
Hay que albergar las escrituras que la clínica nos ofrezca sobre este goce masturbatorio, y no retroceder ante la huella del deseo, que nos enseña que no hay identidad sexual para poder acceder al goce.
ƑDe qué está hecho mi goce? La pregunta es personal, pero por desgracia los discurso de la ciencia se han tomado el derecho de responderla. La discursividad científica es una de las tantas máscaras del deseo.
La pregunta incluso hace retroceder y vacilar al psicoanalista, pues su pedazo de carne lo hace padecer en su función. ƑCómo resistir a la tentación de convertirse en indicio de esa huella?
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