La Jornada Semanal, 15 de agosto de 1999
Hombre de letras (es poeta, narrador, dramaturgo y guionista), del escenario (es actor y director teatral) y de la promoción cultural desde la sociedad, Alejandro Aura decidió el año pasado aceptar la dirección del también inaugurado InstitutoÊde Cultura de la Ciudad de México (ICCM), creado por el primer gobierno electo de manera democrática en el Distrito Federal.
Hace unas semanas Aura encabezó en el Museo de la Ciudad de México la celebración del primer año de existencia de ese instituto. Con ese motivo habla sobre su idea de política cultural.
Durante tu informe anual de labores perfilaste tu visión de una política cultural. ¿Podrías ampliar estos planteamientos?
-Principalmente, una política cultural debe responder a necesidades, tiempo y sociedad determinados. No se puede pensar que haya políticas culturales eternas. En las circunstancias en que vivimos nosotros, fue necesario hacer un diagnóstico de cómo se está atendiendo la cultura por parte del gobierno para elaborar una política cultural que dé respuesta a esa observación.
El diagnóstico nos lleva a algunas conclusiones, como se formuló en el documento del primer aniversario del Instituto de Cultura: se ha atendido a una minoría en asuntos culturales, aunque haya una oferta grande a la que podría tener acceso todo el mundo. Pero ese ``podría'' es relativo porque hay mucha gente que no puede pagar o no se siente convidada a la oferta cultural, pues no cuenta, en la educación básica, con una concepción o idea de la cultura, ya que a la educación, desde hace cuarenta años o no sé cuántos, se le ha ido restando el desarrollo humanista y la iniciación artística. Se le ha quitado a los mexicanos la enseñanza del idioma y el fomento de la lectura.
Si bien hay una oferta grande de bienes y servicios culturales, mucho más grande es el desconocimiento de vastos sectores de la población de la ciudad de para qué sirve esa oferta y cómo usarla. La gente desconoce el beneficio que puede obtenerÊdel consumo de la oferta cultural. Y de aquí parte el objetivo más importante de la política cultural del actual gobierno de la ciudad: buscar una distribución equitativa y un fomento de la cultura entre todos los habitantes. Y a eso responden los programas puestos en práctica: el de Libro club, el de La calle es de todos, el de Teatro en atril, el de Teatro clásico, el de Babel, Ciudad de México o la Red de Información Cultural.
-¿Entonces una política cultural tendría que ver con la producción cultural, pero también con la distribución y con quiénes consumirán esos bienes y servicios culturales?
-La cultura es un factor central del desarrollo, es el conjunto de signos de identidad de una comunidad, de su idea del mundo y de sí misma, de su idea de futuro, de su memoria y de su imaginación. Si no se entiende de esta manera, entonces los individuos no importan, y si sólo importan los fenómenos económicos y políticos, estos últimos están condenados al fracaso, entendido como el fracaso de gobierno de lograr el beneficio colectivo. Lo que el gobierno federal que padecemos procura no es el beneficio colectivo, sino el bien parcial de algunos grupos de poder económico, político y cultural. La propuesta de gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas es la inversa.
Nosotros tenemos urgencia de cumplir ciertos programas, pero padecemos carencias muy fuertes de infraestructura y presupuesto. La infraestructura cultural de la ciudad está en manos de las instancias federales: CNCA, INBA, INAH. La que tiene el ICCM es muy precaria, y la que tiene la ciudad a través de las delegaciones está demasiado deteriorada, pues ha sufrido largos procesos de abandono. Enfrentamos un recorte de presupuesto muy fuerte, igual que todas las dependencias del gobierno capitalino, por la decisión del PAN y del PRI de restringir el endeudamiento para la ciudad por casi 7 mil millones de pesos. Estamos trabajando en condiciones muy precarias.
-¿Ante una falta de difusión cultural y, por ende, de la convivencia entre las diferentes culturas, no se corre el riesgo de que se generen ghettos culturales, sobre todo en sectores sociales marginados?
-Podría decirse que son ghettos culturales muchas de las fiestas patronales de los barrios indígenas de la ciudad, como Milpa Alta, Xochimilco y Tláhuac. Hay una cantidad bárbara de celebraciones religiosas, expresiones culturales sólo para autoconsumo. Y sólo en casos muy raros son compartidas con el resto de la ciudad y abiertas al mundo, como la Pasión de Iztapalapa, los muertos en Mixquic, la flor del ejido en Xochimilco, la feria de las flores de San Angel. Muchas festividades religiosas o artísticas de grupos judíos, japoneses o italianos, por ejemplo, son también para autoconsumo.
Precisamente, el propósito del programa Babel, Ciudad de México, es vincular a todas las comunidades y hacer el inventario de la oferta o características culturales de la ciudad para poder divulgarlo, porque no necesariamente los grupos excluyen de sus expresiones culturales a los demás. Además, los medios de comunicación en general pretenden que si ellos no hablan de algo o lo desdicen o desvían la atención, ese algo no existe, pero eso no es tan cierto. (Aquí, Aura cita el caso del plebiscito de 1993, en el que participaron más de 300 mil ciudadanos y, cinco años después, se logró que se votara por un jefe de gobierno para el Distrito Federal y que hubiera un Congreso local.)
-Creemos que muchas de las acciones del Instituto de Cultura están transformando la realidad, aunque no se estén difundiendo permanentemente; lo saben quienes las están viviendo, que son millones de personas, porque están participando en los programas culturales.
-En el informe mencionaste que son más de 6 millones.
-Sí, aunque es riesgoso manejar estas cifras, pues son resbaladizas. Es muy fácil entender que si hemos hecho muchas exposiciones en el Metro, las han visto millones de personas. Hemos hecho 650 conciertos, bailes y recitales públicos en toda la ciudad; al que menos asisten son 500 o 5 mil personas, o 70 mil, como en el Zócalo. Hay 262 Libro clubes y a cada uno de ellos se han afiliado 200 o 300 usuarios, y cada vez va más gente.
Todo esto no está saliendo en la tele ni en la prensa escrita, pero eso no quiere decir que no lo estemos haciendo. Hay una atención muy fuerte a muchísima gente, aunque no se sepa, y creemos que estas acciones sí están transformando a la ciudad.
La fantasía de Lex Luthor
-La naturaleza del neoliberalismo, ¿sería anticultural, anticreativa?
-Perversa. Donde yo suelo acomodar eso es en las tiras cómicas de Supermán. La fantasía del neoliberalismo es la de Lex Luthor: ser dueño del mundo, destruir todo lo que se le oponga para apropiarse del universo. Esta es la fantasía del neoliberalismo y espero que sea una tendencia muy pasajera.
-¿Cuál es el papel o no papel de la censura en una política cultural?
-Ninguno, no puede haber ninguna censura. Es cierto que hay cosas que a unos gustan y a otros no, pero justamente la convivencia y la tolerancia son un gesto de cultura. Si entendemos que los demás tienen tanto derecho como nosotros a creer lo que quieran, a hablar lo que hablan, a vestirse como deseen y a hacer de su vida lo que quieran, siempre y cuando no afecten el derecho de los demás, no hay por qué pensar que ninguna censura pueda ser legítima, ninguna. Este instituto ha promovido formas de manifestación de los jóvenes, que son irritantes para grandes sectores de la sociedad, como los bailes de ska y slam. Son irritantes simplemente porque todo lo que es desconocido nos amenaza. El instituto promueve y seguirá promoviendo, sin ninguna censura, muchas manifestaciones culturales que pueden ser incómodas para algunos sectores.
-¿No es también perverso que casi toda la oferta e infraestructura cultural esté en el sur y casi nada en el norte, el oriente y el poniente de la ciudad?
-Ello responde a hechos no voluntarios, no directamente propiciados. La oferta cultural de la ciudad estaba en el Centro Histórico, pero con el desplazamiento de la UNAM al sur, los principales consumidores y generadores de la oferta cultural se fueron con ella. Entonces comenzó a desarrollarse en el sur de la ciudad viendo hacia el centro, y en el centro siguió creciendo viendo hacia Ciudad Universitaria. Y tiene sus límites geográficos, porque de la universidad no crece esta oferta hacia Tlalpan, San Jerónimo o Xochimilco, sino hacia Coyoacán y San Angel. Y la del centro no crece hacia Azcapotzalco, Tacuba, la delegación Gustavo A. Madero o la Venustiano Carranza, sino hacia CU. Y tiene sus límites en el bosque de Chapultepec, con el Auditorio Nacional y los teatros que están allí, y en el Centro Nacional de las Artes, en la Calzada de Tlalpan.
Este óvalo no responde a una voluntad perversa, simplemente a una falta de política cultural que haya atendido al resto de la infraestructura de la ciudad para que otros sectores también pudieran disfrutarla. Eso sí es perverso: el no haber atendido, la omisión, el haberse quedado sólo con ese accidente de la infraestructura cultural. Fuera de ese circuito no hay cines, teatros, salas de concierto, librerías, salones de baile... no hay nada, nada.
-¿Y el Instituto de Cultura tiene algún programa sobre el norte, el oriente y el poniente de la capital?
-Sí, claro, todos los programas que estamos haciendo son en esas zonas.