Cada vez que el PRI, el gobierno o un sector de los mismos muestran intolerancia o muestran ser capaces de lo que sea para seguir aferrados al poder, dan un nuevo impulso a una alianza opositora. Con mayor razón pasa eso con el actual ataque al IFE. Como se ha escrito, el principal punto pendiente que queda para la conformación de una alianza entre las principales, y al mismo tiempo la gran mayoría, de las fuerzas de oposición, es la forma de determinar cuál será el candidato presidencial. Pero también sucede que la solución de este punto es mucho más difícil con la actual concentración de poderes en la persona del Presidente, que mediante una reforma del Estado que permita una serie de equilibrios y controles mutuos que garanticen que lo pactado en cuanto a programa, medidas a tomar y medidas a evitar, se cumpla. Esta puede ser la clave para que la selección de una persona no sea un elemento tan absolutamente determinante.
Esa reforma ha sido un punto a discusión desde hace tiempo, pero ahora aparece relacionada con lo más inmediato: la posible constitución de una gran coalición. Y lo que podría ser sólo un punto del programa o de la plataforma electoral, se convierte en esta situación en una posible clave de la viabilidad de la coalición misma.
Los equilibrios no sólo son necesarios para la coalición, son una necesidad para transitar a una mayor democracia, pero también a ser más un país de leyes, de consensos y de acuerdos, y menos de decisiones arbitrarias y fuera de la vista del público. Es necesario, por ejemplo, un mejor equilibrio entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. Tal vez, en el caso de la coalición, eso tuviera la forma de que el partido con mayor peso en las cámaras no sea el mismo al que pertenece el Presidente.
Son necesarios los equilibrios dentro del Poder Ejecutivo. Los que ahora son secretarios a los que el Presidente nombra y remueve libremente, podrían ser algo más cercano a ministros, que respondan también ante las cámaras y que tengan un mayor peso. También podría tener un peso legal la reunión de gabinete, como sucede en otros lados con el consejo de ministros. Si se logra un suficiente nivel de equilibrio en el Ejecutivo, podría pensarse también en algo similar entre las dos cámaras legislativas, pero esto debería estar sujeto a que no se lesione el equilibrio entre estos dos poderes: un Legislativo dividido, como ahora, frente a un Ejecutivo monolítico.
También hablaríamos de un mejor equilibrio entre los poderes federales y los locales, en especial el del Distrito Federal y también los de los estados en los que se elige gobernador en el año 2000, y tal vez incluso municipios. Habría la posibilidad, dentro de la coalición, de que el candidato a jefe del Ejecutivo federal y el candidato a jefe de Gobierno del DF no fueran del mismo partido, y que se definiera un criterio, compatible con lo ya dicho, para candidatos comunes a gobernador en los casos señalados.
Otro problema, fundamental, es el del programa o plataforma electoral. Discutido desde un punto de vista muy doctrinario, tal vez sea dificilísimo lograr un acuerdo. Pero si se pone en el centro la solución de problemas específicos y al mismo tiempo muy importantes, tal vez se pueda avanzar más. La cuestión programática y la de los equilibrios de poder están muy relacionadas porque todos los participantes, especialmente las principales fuerzas que discuten la coalición, tendrían en estos equilibrios una garantía de cumplimiento de los acuerdos programáticos. También están muy relacionados porque un programa congruente, viable y que plantee caminos de solución para los principales problemas, puede hacer la diferencia que los equilibrios de poder sean para el avance o traigan consigo la parálisis.
Puede suceder que se llegue a un punto tal que, además del cambio general, cada fuerza de las que participan en las pláticas para la coalición pueda lograr más, en varios sentidos, de lo que lograría por su cuenta. Visto en esta perspectiva, el asunto de la coalición no se ve tan difícil, y la cuestión del candidato presidencial, siendo importante, no aparece como la única determinante de lo que vaya a pasar.